En un momento histórico en que el conocimiento, la información y los datos crecen exponencialmente, abrumando la mente de legos y versados, a algunas instituciones universitarias se les viene la idea de reducir la cantidad de semestres académicos que desde hace décadas vienen cursando los individuos para hacerse profesionales. Ignoro las razones profundas que subyacen en tal decisión. ¿Son los costos (estudiantiles y administrativos), el mercado o la pedagogía la que detona la decisión?
Se suele escuchar intuitivas o convencionales afirmaciones alrededor de tipificar de manera abismalmente diferente a los “jóvenes” de hoy y que por ello precisan de nuevos enfoques educativos, pedagógicos y didácticos. ¡Ya por lo menos no se acude tanto a la fatua lúdica que infantilizaba la educación! Por otro lado, con la famosa web, las redes sociales, los google y el meteórico suministro de información, aparece también el smartphone y la inexistente mente digital de los estudiantes, que a pesar de haber nacido en medio de la tecnología cuando, en el mejor de los casos solo manejan redes sociales y utilitarios básicos.
Bueno, pero la decisión está tomada. Los semestres serán objeto de recorte; ahora los muchachos llegarán más rápido a la meta. Por lo menos los padres se quitarán un problema de encima y se lo endosarán al Estado, al mercado y a las fauces de las empresas que contarán con una abundante oferta para aquello de negociar remuneraciones a la baja. Y la otra realidad es, como decían mis abuelos, “del afán no queda sino el cansancio” (y la baja preparación, le agrego contextualmente yo) y candidatos a cursar “especializaciones” o ”maestrías” para lograr una mayor capacidad intelectual que les permita acceder al mundo laboral en mejores condiciones y posibilidades.
Al ver esta realidad, parado en la orilla de la honestidad y el sentido común, me pregunto: ¿a quién van a contratar las universidades para hacer ese recorte de semestres ?, ¿a un sastre, a un economista (por lo de los costos) o a un pedagogo? ¿Cuál será el más idóneo (para ellos)? ¡Si eligen el sastre, los comprendo y acepto! ¡No hay problema y me parece absolutamente coherente la respuesta!
Bueno, el próximo año los profesores habremos de llegar con botones, agujas y recortes de tela para armar esa colcha de retazos.
Hola y se me olvidaba, ¿y los estudiantes y padres de familia qué dicen? ¡Al Estado ni para qué le preguntamos! ¡Horror!