Recordando a Manuel Marulanda y Jacobo Arenas

Recordando a Manuel Marulanda y Jacobo Arenas

La solidaridad entendida no solo como ayuda o apoyo en caso necesario, sino como la entrega espiritual, fraterna al requerimiento del camarada es su legado

Por: Ignacio coral
diciembre 20, 2018
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Recordando a Manuel Marulanda y Jacobo Arenas

“Trochando, trochando” en plena Operación Marquetalia, la guerrilla de las Farc tenía tiempo y espacio para realizar asambleas en las que se informaba, discutía y tomaban decisiones atinentes al momento que vivían. Tal vez fue un 12 o 15 de julio de 1964, cuando Manuel Marulanda se dirigió a la asamblea y en el lenguaje sencillo de campesino neto que lo caracterizaba dijo:

“Todo lo que nosotros tenemos y tengamos es de todos. Se está acabando entre nosotros la propiedad individual… se está acabando la propiedad personal…. Porque eso que consigamos, por modesto que sea, es el resultado del esfuerzo, la constancia y la lucha de todos. Cuando encontremos una vaca, una danta o una pava silvestre, es para todos. Todos comeremos, aunque nos toque de a pedacito y cuando la pieza sea muy pequeña haremos un caldo largo que alcance para todos los integrantes de cuerpo armado. Eso de que 'el que tiene más saliva come más harina' corresponde a la moral burguesa, a la filosofía reaccionaria. Entre nosotros no vive ya esa moral, de entre nosotros hemos desterrado esa filosofía”.

Y agregaba, como el visionario que era, algo que hoy cobra vigencia:

“Cuando termine esta lucha, sin duda muchos de nosotros volveremos a disponer de propiedad individual, pero la mayoría ya no tendrá interés en ese tipo de propiedad porque se ha educado en el espíritu nuevo revolucionario”.

Estas enseñanzas del comandante Marulanda, recogidas por Jacobo Arenas en su libro Diario de la resistencia de Marquetalia, fueron una constante durante toda la vigencia del movimiento guerrillero de las Farc y se convirtieron en uno de esos valores históricos que lo caracterizaron cual fue el de la solidaridad. No solo la solidaridad entendida como ayuda o apoyo en caso necesario, sino como la entrega espiritual, fraterna al requerimiento del camarada o compañero.

De allí que no sea gratuito el que en las llamadas Tesis de Abril, propuestas para la discusión al Congreso constitutivo del nuevo partido de Farc, ya en legalidad, se hable de “potenciar nuestros acumulados históricos”, de “la organización de economías sociales del común, ECOMUN… que implica adelantar un proceso de construcción colectiva…. para generación de las condiciones de un tránsito exitoso de nuestra comunidad guerrillera a la vida civil y de contraponer “al individualismo, la competencia y la regla de “sálvese quien pueda” del capitalismo, otros principios y valores de socialización, cooperación y solidaridad.”

A qué viene este llamado a la memoria se preguntarán algunos. Por un lado, a recoger unas enseñanzas de alto humanismo, dijérase de cristianismo inicial, que nos legó un hombre sin mayores estudios, pero de una mente lúcida. Por otro, para sustentar una aplicación práctica de las mismas por parte de quienes fueron herederos directos de ellas y que hoy son miembros del Congreso Nacional; me refiero en concreto a los senadores y representantes de Farc.

Probablemente me meta en camisa de once varas con lo que voy a proponer a continuación. Por supuesto que no tengo ninguna autoridad distinta a la del estudio de lo que fueron y son ahora las Farc, y a la preocupación que suscita la precaria situación actual de sus bases debida al desinterés, por decir lo menos, del Estado colombiano en el cumplimiento de sus obligaciones derivadas de los acuerdos de paz.

La propuesta es muy simple. Se trata de que los ocho parlamentarios de Farc destinen de su ingreso mensual una tercera parte, aproximadamente 10 millones de pesos, a un fondo común diferente al de la tesorería del partido, a la que seguramente le entregan una cuota mensual parecida. Ese fondo podría ser la base de una fundación, una empresa comunitaria o un organismo propio de bienestar social que, debidamente reglamentada, cubra necesidades urgentes de la guerrillerada desmovilizada o encarcelada todavía y las de sus familias. Bien es cierto que ello es obligación del Estado, pero de uno incumplido y tramposo como el colombiano, que incluso quiere hacer trizas los acuerdos, no se puede esperar nada y de alguna manera hay que solventar esos problemas y necesidades.

Puestos a calcular son $ 960.000 millones anuales los que recaudaría, solo por este concepto, el organismo que se cree. Suma nada despreciable para los fines humanitarios a que se destinarían y que son “el resultado del esfuerzo, la constancia y la lucha de todos” y además, porque no aplica en el verdadero revolucionario aquello de “el que tiene más saliva come más harina".

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