"Donde cayó Camilo nació un cruz, pero no de madera sino de luz". Esta frase de un poema de Pedro Casaldaliga, obispo de san Félix de Araguaria, Mato Grosso, Brasil, y cantado por el cantautor chileno Víctor Jara en su canción homenaje al padre Camilo Torres Restrepo, puede ser la mejor interpretación histórica de lo que significó su fatídica muerte.
La triste historia de la muerte de Camilo merece a la luz de los avatares de la historia y de los mentises de la filosofía un tratamiento más riguroso con los hechos y con las realidades políticas. Hoy más que nunca se hace necesario observar la historia con otra mirada que permita recuperar la verdad para que se pueda hacer justicia con el padre Camilo y reparar el daño que se le ha hecho a esta narrativa desde una perspectiva sesgada y oportunista sobre la importancia del “cura guerrillero”, como se ha conocido de manera reduccionista. Hoy estaría cumpliendo 90 años; de haber tomado otro camino distinto del malhadado al que lo condujo el ELN, hubiera jugado un papel más relevante en la trayectoria democrática de Colombia y de Latinoamérica.
Ya Joe Broderick se encargó de mostrarnos en su libro cómo Camilo fue víctima del igualitarismo y de la torpeza e irresponsabilidad que manejaban los casi dementes jefes de esa guerrilla, en la que los códigos militaristas de recuperar el fusil no solo eran un acto suicida sino trasunto del afán caudillista de los Hermanos Vásquez Castaño, que subordinaron la importancia de un dirigente de masas y un teórico de la transformación social a quien bien habría valido la pena preservar con vida. Hoy se ve a las claras que a ellos Camilo les servía más muerto que vivo. Y ese sacrificio inútil y desproporcionado marcó de alguna manera la tendencia según la cual Camilo era más importante como símbolo guerrillero que como pensador, o como dirigente político o cómo estadista, que era la verdadera esencia de un hombre que encontró en el cristianismo los valores de la solidaridad humana, el respeto por la vida, la defensa de los derechos del hombre y la búsqueda de justicia social.
Hoy a la luz de los hechos ocurridos en la Escuela de Cadetes General Santander es urgente imaginar que Camilo Torres jamás hubiera cohonestado un acto de barbarie como el que perpetró esta guerrilla, y menos aún la ultra oportunista justificación del terrorismo puro y duro bajo el pretexto de ser una acto de “legítima defensa”. Sí, estaba amenazado de muerte, pero esa circunstancia infausta no lo hubiese llevado jamás a ser siquiera compañero de ruta de la historia de una guerrilla cuyos resultados no hicieron otra cosa que perjudicar gravemente las luchas democráticas de la nación colombiana.
Para empezar esta recuperación de la verdad no es sino recordar que Camilo se recibió como sociólogo en la universidad católica de Lovaina en 1958, con la investigación conocida como “la proletarización de Bogotá”. Y echar un vistazo a sus propuestas programáticas en el Frente Unido o a sus discursos plasmados en los mensajes a los diferentes sectores sociales.
Camilo elaboró doce mensajes y una proclama: 1) a los cristianos, 2) a los comunistas, 3) a los militares, 4) a los no alineados, 5) a los sindicalistas, 6) a los campesinos, 7) a las mujeres, 8) a los estudiantes, 9) a los desempleados, 10) a los presos políticos, 11) al frente unido, 12) a la oligarquía y 1 proclama a los colombianos. Y debe hacerse énfasis en su mensaje a los comunistas, en el que marcó límites nítidos y puso de relieve su condición de demócrata integral, un auténtico demócrata cuya revolución cristiana estaba inspirada en la férrea defensa de los pobres.
Por esta razón algunos camilistas de la vieja época que revindicaban la importancia de Camilo en la trasformación democrática del país proponen hoy que no se celebre el 15 de febrero, día en que cayó en Patio cemento el humanista Camilo Torres, sino que se celebre el 3 de febrero el día en que nació el cura rebelde. Otras personas proponen la fecha en 1965 en la que dio a conocer la “plataforma para un movimiento de unidad popular” en la Universidad Nacional, o la del primer número del periódico “Frente Unido” y del primer editorial de Camilo “Por qué no voy a las elecciones” (agosto 26/65).
La propuesta parte de la idea de que Camilo es sinónimo de vida y de movilización democrática, y no de muerte. Camilo es la metáfora del sentido humano de la vida. Es menester celebrar la vida de Camilo porque su muerte la celebran con muerte sus tergiversadores y quienes, mendaces e ilegítimos, quieren reclamarse herederos de su legado.
Camilo, 3 de febrero 1929-3 de febrero 2019. A los 90 años de su nacimiento celebremos su vida, no la sombra alrededor de su muerte.