La decisión del Gobierno de Colombia de reconocer al Estado palestino cae muy bien al interior de la opinión pública. En primer lugar, se trata de resolver una deuda que Colombia tenía con la comunidad internacional, especialmente latinoamericana, luego de haberse negado a hacer este reconocimiento cuando toda la región se movió en dirección contraria. Ese aislamiento que en su momento representó la decisión no puede volver a repetirse, y menos en un contexto en el cual Colombia quiere fortalecer su política exterior y sus amigos en la comunidad internacional.
En segundo lugar, y tal vez más importante, con esta decisión Colombia reafirma su tradición diplomática de neutralidad. Durante más de siete décadas, las decisiones que han sido tomadas desde Bogotá han sido balanceadas entre Israel y Palestina, con la excepción del reconocimiento estatal. Por lo tanto, esta decisión nivela las cargas y permite retornar al país a su tradición diplomática, con lo cual no solo lo pone en sintonía con el mundo, sino que le permite abrirse puertas en Europa y en el Medio Oriente, donde están los fondos de inversión más grandes del mundo.
En tercer lugar, esta decisión es supremamente oportuna y coincidente con el discurso de unión presentado por el presidente Duque en su posesión. Este reconocimiento le da credibilidad al gobierno a la hora de construir puentes, abrir diálogos y hablar de una agenda de entendimiento. Cualquier señal contraria dañaría fuertemente una imagen que el gobierno del Presidente Duque se ha esmerado en construir.
Adicionalmente, Colombia tiene una comunidad de casi cuatro millones de colombo árabes, incluyendo más de cien mil palestinos, que tradicionalmente han aportado a los círculos de la política, la economía, las artes, las ciencias y la defensa nacional. Esta decisión afianza los lazos construidos con esta comunidad y permite darle visibilidad como grupo de poder dentro del Estado colombiano
En conclusión, la decisión es supremamente conveniente para el país y el nuevo gobierno, una decisión que refresca la diplomacia colombiana y que cuenta con el respaldo de toda la región, en especial de los países de la Alianza Pacífico.