Los premios de poesía en Colombia han venido cumpliendo, casi por obligatoriedad, con la misión de editar libros de poemas, y especialmente, de dar a conocer autores con propuestas de escrituras novedosas. En vista del abandono total en que las editoriales comerciales han dejado a la poesía, con arreglo a la premisa clara —y cierta— de que la poesía no se vende, cada vez se hace más difícil encontrar en el mercado, dentro de la oferta editorial, libros de poemas para leer y comprar.
Gabriel Zaid, en su ensayo titulado Los demasiados libros, dedica unas pocas páginas para hablar del problema editorial de la poesía y llega a una conclusión bastante interesante: Hay más interés por parte de los lectores en escribir poesía y ser leídos que en leer libros de poemas. No estoy seguro de que el caso colombiano sea exactamente el mismo —aunque no sería difícil conseguir argumentos de peso que estén de acuerdo con esa opinión— pero sí es cierto que parte de este problema se ha trasladado al plano de la escritura, donde la preocupación del poeta está más dedicada a poder ver su libro que a elaborar verdaderamente una estética y un tono que den cuenta de los asuntos de siempre con nuevas luces, que se acerque a las experiencias vitales del hombre de hoy y a nuestras realidades.
Por eso mismo vale la pena celebrar la aparición de este libro que ha sido, además, reconocido con el premio nacional de poesía de la Universidad de Antioquia. Winston Morales Chavarro (Neiva, 1969) explora el mundo de la historia sagrada, con sus personajes emblemáticos, a través de una visión completamente optimista y mediante un tono festivo que canta la humanización de estos personajes y que redescubre un sentido nuevo de cada leyenda. La tradición católica, y cristiana en general, que se poetiza deja ver sentidos más próximos al hombre mismo, con lecturas luminosas sobre el hecho histórico mismo.
Los datos de la tradición se sincretizan con la belleza de la poesía. Los versos no "pecan" de profundos en su conocimiento de la historia sino que son pretexto para el acto poético, son virtud para redescubrir la humanidad de la historia, para acercar a la experiencia vital de cada cual el dato histórico, a través de un tono y un ritmo bien logrados.
Se nota además una arquitectura del lenguaje, una elaboración con la palabra. El discurso poético transcurre de manera brillante, a través de imágenes bien elaboradas y sutiles, que nos pasean por la historia y la mitología de manera agradable, sin juicio moralista, y nos permite encontrar belleza por todas partes, iluminando incluso los sinsentidos de lo anecdótico y de lo histórico.
CAÍN
Mi quinto nombre es Caín
Soy la reencarnación del polvo
El hermano mayor de los caballos marinos
El barro que echó raíces
Hasta volverse un hombre...
No creo en los señalamientos
En las culpas
Tampoco en el azar
Las cosas están escritas,
Prefijadas,
Soy agricultor
Y aunque a mi padre azul no le gusten mis cosechas
Hoy,
Después de tanto tiempo,
Vengo a ofrendarle mis poemas.
Un libro escrito en un tono que reconcilia la historia con la vida, que recrea en el universo poético de la palabra los personajes míticos de la historia sagrada: Eva cantando la belleza de su amante, Lázaro reivindicando el milagro el milagro de la resurrección y de la vida, Judas asumiendo su sentido de contrapeso de la historia. O Abel justificando su muerte a manos de su hermano:
ABEL
Caín
Hermano de vientos, nubes, diluvios y ríos
Un mar de luces opalinas gravita
En los guáimaros de la ciénaga...
Bello Caín
La quijada de burro con la cual me mataste
Tenía el olor de las encinas y los pisos,
De tus labios venían hasta mi norte
Unos chopos amarillos
Que enhilaban mis pétalos melancólicos
En el hilo de la muerte...
Ante el golpe subceleste
Que yo he encontrado sutil y generoso
Y que tú asestaste con sabiduría infinita
Yazgo en la orilla de tu río, pensativo...
Caín
Hermano de mis antepasados
Hay en ti un pretexto para silenciar la historia
Como si la memoria de las dagas
No aceptara la muerte de Goliat
Como una templanza de David,
Mi muerte es una templanza tuya.
Amado Caín
Por tu golpe y tu palabra
He conocido el paraíso.
Como vemos con estos dos fragmentos de poemas, el libro conversa consigo mismo. Un poema lleva al otro, y el otro al siguiente, desde el origen mismo de todo —A Eva en el destierro— pasando por historias fundacionales y patriarcas, hasta el último poema que conduce al hombre como tal, sin divinidad —El hombre—.
Hay en todo el libro un sentido cronológico que es mecanismo de coherencia para la lectura pero además, como dije, un componente conversacional. Primero Adán canta a Eva y luego Eva a Adán, Caín habla con Abel. Hay cartas que parecen ser respuestas a temas en poemas anteriores, y así va haciéndose el libro, que no sólo es suma de poemas sino sentido que se alcanza con su lectura total, como visión de conjunto. Exploración de un universo poético es el libro.
Llama la atención también el nombre mismo del libro: Memorias de Alexander de Brucco. Brucco está detrás de los poemas, se esconde en cada verso pero nada nos lo deja ver. No hay datos ni introducción al personaje, no hay cifra que nos permita encontrarlo en el tiempo, en la cronología misma del libro y su lectura. Pareciera mejor un personaje no nombrado que resguarda al poeta, que es también Morales Chavarro, con una tarea de volver a pasar sobre la historia sagrada, de desmitificar al personaje y recalar en el hombre —Eva, Abraham, Moisés, Job, Jesús, Lázaro, Judas, Lucifer, entre otros —, de resignificar las acciones en el campo de lo terrenal. Son todos ellos ahora protagonistas del poema, que sufren y se angustian pero que a la vez están cargados de esperanzas y de luz, que ya no es la sagrada, sino la que emana de la placidez de sus acciones humanas, de la lucidez de entender lo vano, del esfuerzo mismo que implica vivir:
LÁZARO
...Soy Lázaro
tengo setenta nombres
música, viento, pájaro, Buey, lluvia,
son algunos de ellos
creo en la resurrección
en la pervivencia,
en el soplo cálido que trasciende
más allá de estas tribus.
Me he levantado del barro nueve veces
Y ahora
Soy el polvo que no vuelve al polvo...
Soy Lázaro
Y en este viaje al final de la vida
Me sentaré sobre otra roca
A hilar el cordón sagrado
El pedazo de río
Que me devuelva a otra corriente
En donde todas las voces clamen,
Todos los músicos canten,
Todas las lluvias digan:
"Lázaro, ¡levántate!"
Con la lectura de estas Memorias de Alexander de Brucco, asistimos a la creación de un mundo que se apoya indiscutiblemente en la mencionada historia sagrada pero que no se define allí. Se precisa ahora a través del poema mismo y de la escritura del verso, la define y defiende el autor mismo a través de sus imágenes, de sus metáforas, a través del lenguaje poético y del tono que alcanza, a través de su mundo propio y de su particular concepción de la historia y el mito.
Un libro de poemas que ilumina, que está lleno de luz y de colores y de los matices que se producen cuando la palabra pasa a través del prisma que es el verso.
Santiago Tobón