César Pachón se dio cuenta muy temprano que la vida era muy dura. El cultivo de papa y la crianza de un puñado de vacas y de ovejas, le daban lo justo a su familia para mantenerlo en Ubaté, en donde aspiraba a graduarse de bachiller en el Gimnasio Moderno. Pero la separación de sus padres lo llevó a aplazar el sueño de tener un diploma y, empacando lo poco que tenían, él, sus hermanos y su madre dejaron atrás la tierra que habían cultivado y se fueron a probar suerte en Tunja.
A punta de paletas de chocolate y prendas tejidas en Croché, la mujer supo dar la pelea por la familia. Los muchachos completaban el magro sueldo familiar trabajando como coteros en La plaza de Mercado. Muchas de las personas que hoy se pararon a la entrada de la fiscalía de Tunja, lo conocen desde esa época y saben que, aunque no ha pasado por la vida invicto, siempre ha muerto con las botas puestas.
Y esas peleas casi siempre las ha dado por los campesinos. A pesar de estar recién llegado a la ciudad, su relación con el campo seguía viva y cuando acompañaba a un primo suyo en una finca del municipio de Tuta, entendió que definitivamente las cosas allí no iban bien. Esa conciencia social se le exacerbó en los pasillos de la Universidad Tecnológica de Tunja, en donde gracias a su esfuerzo y tenacidad, pudo estudiar ingeniería agroindustrial. Campesino hasta los tuétanos, viajaba hasta las fincas, a escuchar a los labriegos. Al ver esta injusticia, organizó en la Universidad charlas sobre lo perjudicial que serían los TLC advirtiéndoles por ejemplo, que Bavaria les había dejado de comprar cebada porque la que le llegaba de otros países era más barata.
Tras graduarse, Pachón fue vinculado a una empresa japonesa de semillas en la que debía supervisar cultivos de hortalizas y frutas en diferentes regiones de Colombia. Esta experiencia, asegura, le proporcionó una visión más clara del país y del sector agricultor.
El joven emprendedor, rentó tierras para cultivar cebolla cabezona, tomate, papa y arveja. Con las primeras ganancias le pudo cumplir a su madre el viejo sueño de conocer el mar. Sin embargo esa rara prosperidad tuvo un final. Pachón no pudo continuar sembrando ya que como a tantos otros campesinos, le fue imposible adquirir los insumos por lo costosos que eran. Para colmo le tocaba vender sus productos mas barato de lo que costaba la inversión: La carga de cebolla que vendía a 175 mil ahora tan solo se la compraban en 8 mil. Resultado de este desequilibrio es la deuda de más de 50 millones de pesos que tiene con los bancos. Los gastos en su hogar corren por cuenta de su esposa. Este cambio abrupto de la situación se debe a que, debido a los Tratos de Libre Comercio, la producción fue desplazada del mercado nacional por cebolla de Perú, Estados Unidos, Holanda y España. “Sembrar hoy es como comprar un billete de lotería, no sabe si se va a ganar o a perder”, señala
Cesar conversaba constantemente con muchos agricultores y en todos percibía frustración tras la época de cosecha. Por ello, un día se reunieron y acordaron bloquear la vía Tunja – Bogotá. Era el 6 de noviembre de 2011. Desde esa fecha, campesinas y campesinos ven en la movilización social una medida para llamar la atención del Gobierno sobre la difícil situación que se vive en las tierras que alimentan a medio país. Productos que, incluso, algún día tuvieron que haber comido congresistas, gobernantes y presidentes.
Pachón, representante de Dignidad Papera (un sector de Dignidad Agropecuaria), dice que su relación con este movimiento surgió a partir de la necesidad de unificar las luchas del campo. Conoció a los demás líderes en el Congreso de la República luego de su elocuente intervención en mayo de 2013. Salió aplaudido y el vídeo no deja de verse en internet. Con relación a la etiqueta de “oportunista”, puesta por la opinión pública hace algún tiempo, Pachón recuerda que fue precisamente durante las reuniones con los campesinos, donde ellos le pidieron que liderara la conformación de un partido político en defensa de la gente del campo. “Lo habríamos logrado de no ser por la cantidad de dinero que eso implicaba”, declara.
La denuncia que le hizo la DIJIN acusándolo de efectuar daños al ecosistema y que lo puso hoy ante los implacables ojos de la justicia, no es el primer señalamiento que se le hace. A principios del 2014 algunos medios de comunicación indicaron que César se había quedado con cerca de 7.000 millones de pesos de los campesinos, pero su explicación argumenta que esa suma no es siquiera similar a la compra total de papa que hizo el Gobierno por medio de la Corporación Colombia Internacional. “Entre los acuerdos después del paro del año pasado no estaba la famosa compra de papa, pero nosotros enseguida empezamos a organizar la logística para que gente de todos los municipios tuviera participación aunque ese beneficio no fue para todo el mundo; ni al 2% de los agricultores le compararon papa, mucho menos sus cosechas completas”, manifiesta y remata con este dato revelador: “Ahí empezaron los problemas entre los campesinos de Boyacá pues era imposible que todos pudieran participar (…) El Gobierno dijo que los rubros de logística para la recolección de papa en todo el Departamento los pedimos para nosotros y eso no es cierto. Hay una investigación abierta sí, pero no se refiere a mí”.
A raíz de los paros agrarios que dirigió, la DIJIN dice tener pruebas en donde se ve quemando llantas, talando árboles y dañando el ecosistema. Él, en un video difundido por Youtube dice no tener miedo y amenaza a los poderosos de este país, con que en cualquier momento la situación de indignación se desborde y aparezca una manifestación popular como la que hoy recorre España o Grecia. “Ellos, son los que deben tenernos miedo” dice sin temblarle la voz.