Salgo a comprar alimentos y las calles vacías me permiten dejar las historias y reflexionar ahora sobre la realidad y la economía. En este terreno la fantasía de lo absurdo se esconde tras la cordura lógica de la institucionalidad. Se vuelve lógica y se institucionaliza la pobreza, la muerte por hambre, la esclavitud del mercado y la riqueza infinita. Se acumula, se explota y se forman grandes cantidades de bocas hambrientas que se acallan con un poco de asistencia social, con migajas de los poderosos, que son adulados en su generosidad.
Las políticas de pobreza, propiciadas por los organismos internacionales, son una muestra de ello: se prestan recursos para ayudar a los pobres, mientras se aceita el sistema que los vuelve miserables y enriquece a unos pocos. ¿De qué vale seleccionarlos y darles un apoyo de subsistencia si se acrecienta el hambre y la miseria? En Colombia, a pesar de las ayudas, siguen muriendo más de 5.000 niños de hambre al año. Además, existen 13.5 millones de pobres, mientras la opulencia se sigue concentrando: según datos del Banco Mundial, el 10% de los más ricos gana 4 veces más que el 40% más pobre.
Y eso no es todo, el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad, se sitúa en 0.55. Uno de los más concentrados entre todos los países. Nuestro país posee el honroso segundo lugar en desigualdad en América Latina y el cuarto lugar en el mundo. Y si mejor hacemos las preguntas primigenias: ¿por qué hay pobres?, ¿por qué las muertes por hambre?, ¿por qué acumuladores de tesoros y desgracias?, ¿por qué tanta destrucción del ser humano? Muchos acudirán en su respuesta a la religión o a la cultura de castas, a la meritocracia de los más capaces y a la pereza de los de abajo o al desarrollo natural de los mercados; pero creo que son fantasías para encasillar una realidad que nos hunde en la desesperanza.
Los países utilizan la tributación para obtener ingresos y desarrollar sus políticas públicas. Dependiendo a quién, cómo y cuánto se cobre a través de los impuestos, estos pueden ser progresivos o regresivos y contribuir o no al incremento de las desigualdades. Uno de los impuestos más regresivos y que generan mayor desigualdad es el IVA:
Pese a todos estos esfuerzos, este impuesto continúa siendo regresivo, en la medida en que la contribución como porcentaje del ingreso disminuye a medida que aumenta la capacidad adquisitiva de los contribuyentes… El IVA tiene un carácter regresivo que impacta el principio de equidad tributaria, dado que no tiene en cuenta la capacidad de pago del contribuyente (Conpes 3986 de marzo de 2020).
Si esto es así, como lo plantea el mismo gobierno, ¿por qué se continúa incrementando este tipo de impuesto, hasta convertirlo en una de las principales fuentes de la tributación? En efecto, el IVA representaba en 1970 solo el 8% del recaudo tributario total y pasó alrededor del 30% en el 2019. Inició como un impuesto a las ventas en 1963 con el 3%, pasó luego al 10% en 1975, al 14% en 1992, 16% en 1995 y al 19% en 2016. Y si es regresivo, ¿por qué se incentiva? Mientras se daba este incremento de la regresividad, el impuesto progresivo a la renta y complementarios pasaba del 53% al 45% entre 1970 y 2019, dadas las continuas exenciones a la tributación empresarial; el impuesto a la actividad externa del 33.6% a la mitad (16.7%) por efectos de la apertura de mercados.
Por su parte, los impuestos al patrimonio y a la riqueza, instaurados hace pocos años, tan solo representan el 0.5% y 0.05%, respectivamente. En conclusión, la tributación en el país se basa cada vez más en la regresividad del IVA que afecta a los pobres, y menos en la tributación empresarial, la renta, el patrimonio y la riqueza (como remedio populista, el gobierno propone devolverle a los pobres el 1% del IVA). No en vano las ganancias de las grandes empresas y sector financiero, superan los $100 billones en el año, lo que equivale al 10% del valor del actual PND para sus 4 años.
¿Por qué no se grava en forma efectiva esta riqueza? Comprendo que no lo hacen para poder continuar con la fantasía de lo absurdo y la perfección de los modelos. Regreso pensativo con una bolsa de frutas y le doy una de ellas a un mendigo, quien me hace sentir un gentilhombre.
