Pastores de diferentes tintes han estado haciendo presión para que se haga una apertura pronta de los templos para realizar cultos. De hecho, el sector religioso tiene una interlocución directa con el Ministerio del Interior y eso, sumado a su poder político y económico, lo ha usado para pedir la normalización de sus prácticas.
Sin duda, en Colombia existe el derecho a practicar un culto y este es uno fundamental. Sin embargo, cabe recordar que ningún derecho es absoluto. El legítimo derecho al culto no puede estar por encima del derecho de los demás a no ser contagiados en una crisis de salud como la actual.
Los hechos muestran que los lugares de culto son, por el hecho de generar congregación, especialmente útiles al virus para poderse propagar. En marzo de este año, en Corea del Sur, el principal punto de contagio fue la iglesia de Grace River de Seongnam. Allí 135 fieles dieron positivo al COVID-19, incluido el pastor y su esposa.
El brote más grande del coronavirus en Francia se dio precisamente en un templo. En la iglesia evangélica de Mulhouse, en el este de Francia, donde tras un culto en marzo, 800 personas resultaron contagiadas. De hecho, el pastor de esa iglesia pidió perdón públicamente por haber llevado a cabo este servicio.
El pasado 2 de mayo, el gobernador de Texas permitió la apertura de las iglesias en ese estado, lo que llevó que a los pocos días de iniciados los servicios religiosos el señor Donnel Kirchner, un cura de la iglesia El Espíritu Santo, falleciera. Luego, cinco miembros de la parroquia dieron positivo de COVID-19.
En Chile, Mario Salfate, un pastor evangélico, asistió a una reunión religiosa con unas 300 personas el 16 de marzo, cuando en su país ya había advertencias y medidas por la peligrosidad del virus. A los pocos días, él dio positivo de COVID-19, junto a otros tres participantes del culto. Murió a mediados de abril.
En un Estado laico como lo es Colombia, las iglesias son todas iguales y están sujetas a las normas civiles. Todos los templos, desde el punto de vista de la salud pública, están en la misma categoría que los cines, bares, discotecas, y teatros, lugares de mucha concurrencia y elevado riesgo de contagio.
El argumento de la necesidad espiritual del culto no puede ser motivo para privilegiar la apertura de los templos sobre los bares, por ejemplo. Para un no creyente, reunirse con sus amigos en un bar es una experiencia humana y social igual o tan importante como la de quien va a un culto a escuchar un sermón y entregar su diezmo. Para un Estado sensato deben primar las medidas sanitarias emanadas del conocimiento científico antes que las consideraciones subjetivas de los ciudadanos.
Los líderes religiosos pueden decir que van a seguir protocolos de seguridad. Sin embargo, caben elementales preguntas logísticas: ¿quién tiene derecho a participar en los servicios religiosos si la capacidad de los templos no permite el ingreso de todos?, ¿se harán reservas?, ¿con base en qué criterios?, ¿qué harán cuando lleguen a sus puertas mayores de 65 años o la asistencia sea mayor al aforo, justo cuando la población más religiosa en Colombia es justamente la mayor en edad?
Los líderes religiosos no han mostrado ser especialmente cuidadosos con el acatamiento de las medidas sanitarias. El pasado Jueves Santo el sacerdote de la Parroquia Santa Mónica de Pasto abrió las puestas a los servicios religiosos, generando aglomeraciones. Esto fue justo al frente de un CAI, aunque no hubo intervención de la Policía (¿cómo esperar que lo haga cuando los policías son formados bajo la influencia de un obispado castrense católico llevando a ignorar que somos un Estado laico?).
El pasado 10 de mayo, el pastor Rich Vera lideró un culto evangélico de The Center Arena en Orlando, Florida, llamando a los asistentes a sentarse más cerca de él: "No hay coronavirus aquí", sostuvo, sin prueba científica alguna.
Y las pruebas científicas están especialmente fuera de los templos. El mismo pastor Rich Rivera, que se hace llamar “profeta y ungido con el poderoso don de milagros”, afirmó en su cuenta de Facebook: “El temor y la manipulación es peor que el virus. ¡La iglesia de Cristo somos la única entidad que tiene la solución! No está la respuesta en los médicos, ni en la ciencia, ni en los políticos. Pero en la iglesia viva de Cristo”.
En Brasil, los evangélicos se han puesto de lado del presidente Jair Bolsonaro en su irresponsable manejo de la pandemia y relativización de la gravedad de la pandemia. Grandes líderes evangélicos y millonarios del diezmo como Edir Macedo, de la Iglesia Universal del Reino de Dios, y Silas Malafaia, de la Iglesia Asamblea de Dios Victoria en Cristo, han hecho públicas sus críticas a las medidas de aislamiento social en Brasil, estando en línea con el presidente brasileño.
En esta emergencia “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos somos susceptibles al Sars-Cov2”.
La libertad religiosa no da derecho a poner la vida de las personas en riesgo. ¡Templos cerrados hasta que la pandemia sea superada!