Dice el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, que Colombia es la mejor noticia del mundo. Lo manifestó durante una rueda de prensa, debido a la dejación de armas de la antigua FARC, el cese bilateral del fuego acordado entre el ELN y el Gobierno de Colombia y a la visita de su santidad el papa Francisco.
No obstante, las palabras de la ONU no tuvieron demasiado eco en Colombia, pues las empresas informativas de nuestro país no les prestaron demasiada atención.
Hay una desmedida inclinación a seguir divulgando informaciones como si todavía estuviéramos en el pasado pisado, quiero decir, antes del más reciente acuerdo de paz firmado en Colombia.
A las multinacionales de la información les gusta someterse a las leyes de la inercia. No quieren cambiar su chip, están programadas como robots para producir en serie las mismas noticias.
La visita del papa Francisco generó mucha esperanza en unos, pero también degeneró en demasiado odio en otros.
Las palabras del obispo de Roma produjeron ronchas en los súper, híper, mega católicos, apostólicos y romanos.
Cuentan en las redes sociales que los ultraconservadores prefirieron no recibir el rocío del agua bendita de su santidad por temor a que su piel de bebé resultase con quemaduras de cuarto y quinto grados, es decir, pérdida total del hueso por calcinación.
Las palabras del jefe de el Vaticano han servido para todo. Hubo un chiflado por ahí que lo tildó a Francisco de orate, otros no han podido olvidar la palabra cizaña y su relación con el pasaje bíblico de la parábola del trigo y la cizaña, la misma que Jesús le contaba a sus seguidores, del hombre que cultivó trigo, y otro infame vino de noche y le sembró cizaña a fin de dañarle la cosecha.
El papa nos instó a que no dejemos sembrar cizaña entre nosotros. Hay que arrancar la discordia de la vida de los colombianos.
No debemos aceptar que nadie venga a dividirnos, ni los medios de comunicación, ni los líderes políticos, ni los líderes de opinión.
Yo juzgo la visita de Francisco como un acontecimiento necesario.
Para mi consideración, la idea principal de la visita de su santidad es que los colombianos volvamos a ser hermanos.
La loca violencia no puede brindarnos nada diferente, solo daño. Todos en Colombia tenemos sed de justicia en menor o mayor grado por el motivo que se quiera esgrimir, porque nos mataron a algún primo, tío, hermano, papá o mamá.
Yo pienso que ni el resentimiento ni la cizaña son buenos consejeros.
Siempre preservo en mi mente las palabras de San Agustín: “Solo pide justicia, pero sería mejor que no pidieras nada”. En ocasiones la justicia de los hombres es muy humana y carece de rectitud o ecuanimidad. El ser humano es una cosa ondeante, como quería Montaigne.
Una de las formas de complacer la vanidad es olvidarnos del sufrimiento que nos causaron, y no hablar de venganzas ni de perdón, como hablaba Jorge Luis Borges.
Lo único que desean los sembradores de cizaña es disfrutar viendo cómo nos revolcamos en nuestro propio veneno. Ese no es nuestro destino.
El nuestro es un porvenir de sobreabundante prosperidad, porque los pueblos siempre han sabido crear sus propios milagros cuando los han necesitado.
¡Basta ya de tanto odio, de tanto rencor y de tanta cizaña!