El canal RCN se quejaba de estar injustamente señalado en las redes sociales y decía que las opiniones que allí se dan están expresadas al tenor de la insensatez y la injuria. No tardaron los internautas en recordarle al canal que su ejercicio periodístico debe estar del lado de la verdad y no con la defensa manifiesta de un clan político que se despacha con invectivas que reflejan una ruindad que no conoce el límite.
La directora del andamiaje informativo de ese canal se ha convertido en la energúmena defensora de un clan político de extrema derecha y sin ningún asomo de objetividad ha centrado su accionar en la dispensa apologista de su visceral dictado. Ella usa un tono peyorativo con aquellos que defienden un proceso de reconciliación nacional, pero su tesitura se vuelve afectuosa con aquellos que hacen de la guerra, su único ideario político. Su panel informativo e ideológico no admite disensos, el consumo esta orquestado desde la perspectiva del interés y no desde la responsabilidad social con sus usuarios. El fin es la de desestabilizar gobiernos que no comulguen con su rencoroso y mentiroso discurso o la defensa sin maquillajes de administraciones que le dispensen una receta de negocios, cuyos beneficios económicos y tributarios, le den la estatura de ser el cuarto poder.
El ejercicio periodístico contiene unos códigos de ética que le dan a su accionar, una regulación y una normatividad cuya responsabilidad social esté dirigida por la veracidad, libertad de expresión e información, independencia y respeto por la dignidad de sus usuarios. Dignidad que no toman en cuenta estas empresas informativas y que moldean a la coyuntura del próximo negocio. La libertad de expresión e información se deben entender como un derecho fundamental y deberían estar blindados y protegidos en lo jurídico, porque es allí donde la verdad gobierna y el oprobio languidece.
La parrilla audiovisual del canal RCN le ofrece a sus usuarios un compendio de espacios informativos y teleseries que han pretendido legitimar y glorificar el legado nefasto de unos actores violentos cuyas actividades transitan en el narcotráfico y con la autodefensa ilegal de empresarios y políticos que maquillan sus emporios con la excusa baja de un estado fallido. Es allí donde estas empresas informativas y de opinión deberían reflejar que su producto debe estar con el ideario democrático del colectivo y no con la codicia manifiesta de sus accionistas.
Hoy las redes sociales le permiten expresarse, opinar, disentir y visualizarse a aquellas personas que un pasado no muy extenso, estaban secuestrados por un anonimato que propiciaban unos oligopolios informativos comprometidos con el ideario inequitativo de sus accionistas y no con la deformada e inexorable verdad. Actualmente, esas redes sociales le permiten a sus usuarios regirse por un aura de libertad a cuentagotas y castigar el mentiroso recetario de apologías aviesas que venden de manera subrepticia, estos conglomerados perniciosos.
Mucho de los usuarios que se manifiestan en esas redes sociales saben que los contenidos ideológicos que se emiten desde allí, parecen no respetar el interés publico, y que las opiniones que se transmiten, responden a calculados propósitos políticos y económicos. Usan un guion que no está exento del abuso y cuya finalidad es el empoderamiento de un deformado sentido de libertad, empoderamiento que se compadezca con su anhelado interés y que silencie el criterio colectivo de sus usuarios.
Al final, la responsabilidad social de estos conglomerados no es más que un canto a la bandera, y la reclamada sensatez y moderación ni siquiera hacen parte de sus cuantiosos activos. Debería entender el canal RCN que su ejercicio como empresa no debe estar del lado de aquellos que han usado su espectro como el laboratorio de sus infamias, y que su extensa trayectoria hoy no está cobijada por un actuar honesto y objetivo, sino que sus instalaciones son un verdadero garaje, donde solo se fabrican mentiras.