Pese a que Álvaro Uribe Vélez dejó la presidencia con un índice de popularidad del 80% y Juan Manuel Santos, apenas con el 22%, no es nada claro que el primero represente un legado lo suficientemente bueno como el que sus seguidores le adjudican: está rodeado de escándalos graves en su presidencia y sus posturas políticas, por decir lo menos, son cuestionables.
Posiciones sobre libertad personal
Es conocida la visión conservadora y paternalista del líder antioqueño, el cual, olvidando su faceta de presidente y ejerciendo la de cura, optó por exhortar en un discurso a los jóvenes para que aplazaran la sexualidad o el “gustico”, en lugar de fomentar la enseñanza sobre este tema sin tapujos, para evitar problemas como los embarazos no deseados, que justamente se dan por ignorancia.
También, por medio del Acto Legislativo 02 de 2009, pretendió entrometerse en la intimidad de las personas, prohibiendo la dosis mínima, aun cuando sustancias legales y socialmente aceptadas como el tabaco matan a más de ocho millones de personas al año, sin haberse aún producido en el mundo la primer muerte por otras drogas como la marihuana, cuya persecución policiva fue una de las primeras medidas de su pupilo: Iván Duque, que disfrazaba su ignorancia en el tema con el ardid de proteger la juventud.
Así mismo, él y su partido apoyaron el infame referendo de Viviane Morales, que pretendía mediante las urnas imponer lo que los estudios científicos no han demostrado sobre que solo una forma de familia es idónea para la crianza. El propio Kyle Pruett, psiquiatra infantil de la Universidad de Yale, cuyos estudios usaba la aludida senadora, la desmintió afirmando que solo tergiversaba sus conclusiones con fines políticos, denotando la poca sostenibilidad de estas posturas camanduleras y fanáticas.
Por su parte, sería el expresidente Santos, quien mostrando una inusual y acertada postura sobre el tema, se mostró internacionalmente como uno de los voceros a favor de cambiar el enfoque de la nefasta guerra contra las drogas, cuyos únicos resultados han sido el incremento de la corrupción y la delincuencia, trayendo solo muertes en nuestros países, mientras el consumo no para de aumentar, simplemente mutando a nuevas sustancias como las drogas sintéticas, financiando a males colombianos como las guerrillas o los paramilitares, siguiendo el fallido camino que en el pasado engendró a gente como Al Capone, cuando EE. UU. pretendió de forma ridícula prohibir el consumo de alcohol.
Y respecto a la postura gubernamental sobre temas como la eutanasia, matrimonio o adopción igualitaria, fueron defendidos por ministros del gobierno como Juan Fernando Cristo (Interior) o Alejandro Gaviria (Salud), siendo además el propio presidente Santos quien pidió al Congreso hundir la iniciativa de la senadora Morales antes referida.
Respeto por las instituciones y la oposición
Hay que mencionar como otro punto neurálgico de comparación la nefasta relación de Uribe con la Corte Suprema de Justicia, la cual fue continuamente atacada e incluso chuzada ilegalmente. Incluso, se llegaron a límites enfermizos como la persecución, en hechos como el montaje contra el magistrado auxiliar Iván Velásquez, acusado falsamente por el paramilitar alias Tasmania de haber sido sobornado para declarar contra el expresidente y su primo Mario Uribe. Siendo una gran mejoría el que comenzando el gobierno Santos, la Corte Suprema aceptara finalmente elegir fiscal de la terna presidencial, que no sería otra que Viviane Morales, la cual pese a permanecer poco tiempo en el cargo, ejercería una gran labor llevando a cabo la formulación de cargos contra el condenado Andrés Felipe Arias, quien de forma infame sigue siendo visto por el Centro Democrático como un perseguido político.
Igualmente, es relevante el trato con la oposición del gobierno Uribe, quien similar a las dictaduras “castrochavistas” que tanto dice repudiar usó a la inteligencia del Estado (DAS) como instrumento de seguimiento y hostigamientos ilegales a sus opositores, incluyendo congresistas y periodistas (cuyos asesinatos se jacta el expresidente de haber reducido), que como en el caso de Daniel Coronell tuvieron que soportar recibir coronas fúnebres, cartas amenazantes y las llamadas telefónicas anunciando el propósito de asesinar a su hija, pretendiendo matar en vida a aquellos que destaparan los escándalos gubernamentales, que como se probaría por la justicia eran fundados, siendo condenados por las “chuzadas” la exdirectora del DAS, María del Pilar Hurtado, y el antiguo secretario de Presidencia, Bernardo Moreno.
Y si bien existieron episodios poco claros en el gobierno de Santos, como la salida de Vicky Dávila de la W Radio o de Hassan Nassar de Cable Noticias, siendo ambos críticos del gobierno, jamás se compararán a los actos cometidos durante la presidencia paisa.
Guerra en Colombia
Frente al conflicto armado en Colombia, la postura uribista siempre ha sido negarle su existencia, en contraposición a la múltiple evidencia histórica y académica, haciendo inoperante garantías como el Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra de 1949 que protege a las víctimas de conflictos armados no internacionales. Del mismo modo, frenó iniciativas como la Ley de Restitución de Tierras, en un país donde los grupos ilegales se convirtieron en los grandes despojadores de terrenos, ante la inoperancia del Estado en muchas regiones. Siendo justamente el gobierno Santos quien apoyó esta iniciativa (ley 1448 de 2011) que a la fecha cuenta con más de 380.832 hectáreas con sentencia resolutiva.
A eso hay que añadir que fue el gobierno de este último el que dijo de baja a dos miembros del secretariado de las Farc (alias Alfonso Cano y Mono Jojoy) y después de un largo proceso de negociación logró llevar a esta guerrilla a la vida civil y de esta forma librarnos de un lastre de más de cincuenta años. Y si bien el gobierno de Uribe Vélez fue vital en impedir que las guerrillas marxistas se siguieran expandiendo, mermando enormemente sus capacidades, no pudo derrotarlas, produciendo en el proceso miles de muertos como los llamados “falsos positivos”, cuyo posible incentivo también se ha denunciado en el gobierno de Duque, o la colaboración con grupos paramilitares, siendo ejemplo la llamada Operación Orión, haciendo que no se pueda considerar la “seguridad democrática” el camino a seguir en la actualidad.
Así pues, se puede decir como colofón que la principal razón por la que Santos fue mejor que Uribe es que mientras los cuestionamiento al primero se limitan primordialmente a sus medidas políticas o ejecución, en el caso del segundo, pese a sus evidentes méritos, las conductas criminales propiciadas o ejecutadas desde el Estado son de tal gravedad que hacen de su legado algo imposible de reivindicar, salvo que se acepte, en palabras del propio Álvaro Uribe, que el Estado de derecho debe palidecer ante el consenso de las masas o “Estado de opinión”, que como la experiencia ha demostrado ha llevado a las peores opresiones (teniendo Hitler aceptación popular igual que Chávez), que es justo lo que el respeto por la legalidad como límite certero al gobernante, por muy popular que sea, tiene que impedir.