Si el conocimiento es poder, saber lo que no sabemos es sabiduría. Abrazando la alegría de estar equivocados, es sano no creer todo lo que pensamos o todo lo que sentimos. Valorar la flexibilidad y la curiosidad sobre el actuar en consecuencia con las propias ideas, o sobre el consuelo de la convicción de lo que se piensa, es posible si se evita el malestar de la duda.
Las habilidades cognitivas de repensar y desaprender, de actualizarse buscando nuevas experiencias y conocimiento, son positivas en un mundo que cambia rápidamente y podrían ser muy importantes para adquirir la capacidad de cuestionar nuestras propias opiniones. Solo es posible encontrar el centro escuchando las ideas que nos hacen pensar mucho y viendo el desacuerdo como una oportunidad para aprender a pensar conscientemente. Así mismo, gravitando hacia aquellas personas que desafían nuestro proceso de pensamiento y no hacia las que siempre están de acuerdo con nuestras conclusiones, en un proceso cuyo principio rector es el de dar y recibir, siendo aprendices de por vida. Decir "no sé" no revela necesariamente ignorancia, sino que refleja una humildad confiada que nos da el valor para hacer preguntas.
La flexibilidad mental que es la llave de la inteligencia, pues nos capacita para ver múltiples perspectivas de nuestra realidad gracias a las funciones que impulsa el pensamiento complejo, que nos ayuda a reaccionar de manera innovadora en un mundo lleno de resistencias e incertidumbres. Estas perspectivas son una garantía de equilibrio y de afrontamiento cognitivo de todo tipo de situaciones, que nos permiten tolerar mejor los errores y los cambios imprevistos de planes. Así, habrá mayor facilidad para ponerse en lugar del otro y llegar más rápidamente a acuerdos comunes, sin tener en todo momento que comparar nuestro presente cómodo.
Esta capacidad para responder rápidamente a las demandas cambiantes de una situación tiene un componente de adaptación muy valioso para nuestro desarrollo, ya que toma los errores como oportunidades de aprendizaje y genera adecuadas estrategias o alternativas de cambio; atendiendo varios aspectos inesperados o cambiantes de la realidad, en un cerebro como el humano que busca siempre reducir la incertidumbre. Cerebro cuya actividad de los lóbulos prefrontales tiende a pensar abstractamente y a disfrutar del conocimiento, pero en el que la reiteración de acciones supuestamente efectivas que no se ajustan al logro de los objetivos actuales puede asociarse a una rigidez cognitiva.
Tal rigidez nos aleja de nuestro verdadero yo, aquel que es capaz de crear nuevas y genuinas soluciones, y de mantenernos focalizados "para no sucumbir en automatismos del pasado que en la vida nos frenan". Así, está la posibilidad de romper paradigmas para prepararse a alcanzar un potencial ilimitado, adquiriendo la capacidad de controlar el propio pensamiento y suprimir algunos estímulos irrelevantes en los cuales la seguridad psicológica comienza con la bienvenida a las críticas de los demás, y entender que somos mucho más que nuestras mentes lineales.
"La división de los humanos entre «nosotros» y «ellos» –su yuxtaposición y antagonismo– ha sido un rasgo inseparable del modo humano de estar-en-el-mundo durante toda la historia de la especie. Creando un clima de desconfianza mutua, recelo y competencia a degüello y, en medio de ese clima, las semillas del espíritu colectivo y de la ayuda mutua se asfixian, se marchitan y decaen (si es que sus brotes no han sido ya arrancados a la fuerza)": Zygmunt Bauman.
Referencias
Kahneman, Daniel. Thinking, fast and slow
Grant, Adam. Thinking again
Dispenza, Joe. You are the placebo y Becoming Supernatural
Bauman, Zygmunt. El gran retroceso