El pasado 2 de mayo finalizó la Feria Internacional del Libro de Bogotá y Rayuela fue uno de los libros más vendidos. En el pabellón de Argentina su edición especial del 50 aniversario ocupó el primer puesto y el segundo, su edición de bolsillo.
No es de extrañar que la novela más importante de Julio Cortázar siga siendo uno de los libros más vendidos, porque desde personajes con dificultad para adaptarse a la realidad hasta grandes charlas en torno a temas como el jazz o el tango hacen de este libro una obra fascinante.
Pues bien, en 1963 fue publicada Rayuela, cuando Julio Cortázar estaba a punto de cumplir 50 años. Lo que él pensó que iba a ser un libro para personas de su edad, se convirtió en una obra referente para las generaciones futuras.
En una entrevista realizada a Cortázar en el programa de televisión español A fondo, él planteó: "A mí se me ocurrió —y sé muy bien que era una cosa difícil, realmente muy muy difícil—, intentar escribir un libro en donde el lector, en vez de leer la novela así, consecutivamente, tuviera en primer lugar diferentes opciones. Lo cual lo situaba ya casi en un pie de igualdad con el autor, porque el autor también había tomado diferentes opciones al escribir el libro”. De forma que, la manera cómo está escrito el libro va exigiendo del lector desarrollar un papel “activo” y obliga a las personas a alejarse de ser ese “lector hembra” que le gustan las novelas ordenadas y consideran la parte final de una novela como su esencia.
Es a medida que pasan los capítulos cuando se van encontrando las diferentes técnicas narrativas renovadoras como el vértigo en la cotidianidad de los personajes (sentimiento que el lector termina asumiendo), el lenguaje propio de los enamorados (glíglico), un humor constante, sin olvidar los símbolos y metáforas con las que se expresan los sentidos más profundos de Rayuela. Lo anterior, mantene al lector en ese juego constante con el libro.
Si bien esta obra al mostrarnos la búsqueda persistente de los personajes puede ser considerada por muchos expertos como existencialista, no solo nos podemos quedar en ese deseo de Horacio Oliveira por lograr el centro o por sus ganas de lograr el Kibbutz del deseo, porque más allá de las búsquedas y las dicotomías este libro también ofrece unos personajes con psicologías características, un repaso por la literatura universal, conversaciones de los personajes en torno a grandes pintores como Mondrian. En mi opinión, esta obra trasciende en tantas formas que no podemos encasillarla solo en el ámbito metafísico.
Para finalizar, se puede afirmar que las grandes ventas de este libro no se deben exclusivamente a la imposibilidad de adaptación de los personajes a la realidad o de la nostalgia que genera en los adultos recordar las renuncias constantes de su juventud, sino a las técnicas narrativas innovadoras de Cortázar que aún se mantienen vigentes y le permiten al lector una constante interacción con un libro que a su vez ofrece una infinidad de lecturas.