La vida de todos los seres humanos transcurre con normalidad durante el día, pero la de nuestro buen amigo Raúl Gómez Jattin era una existencia nocturna de poeta bendito, más que la del típico modelo de marihuanero maldito con cabellos sin recortar y la cara sucia. Incluso más que el esnobismo de cualquier generación de poetas. Su aliento era el de un lírico capaz de componer poesía como la de la inspiración de Dios y hacerse pordiosero; no tener más que el día y la noche, sobre todo la noche ajena. Vivió sumergido en sí mismo como un personaje kafkiano, dantesco. Raúl fue él y su propio adversario. Ser autodestructivo. Contrario y contradictorio. Constituir la habitación de la oscuridad brillante. Ser un absurdo cual la flor de fango, que es bella a pesar de su contexto de hedor. O tal vez gracias a su fea verdad.
A ratos parece que el mar anhelara ser la esencia de un poema de Raúl, o por lo menos el material para tejer una metáfora o un verso suyo; por su ímpetu, por impredecible. A veces amable, admirado, y otras veces no tanto. En cierto modo, peligroso, pero con un corazón de mango cultivado en un patio del Sinú. Tierno. Por sus venas fluía una cultura milenaria y de primer orden. Raúl Gómez Jattin pudo haber nacido a orillas del Caribe, por allá en Cereté o en Cartagena de Indias o en el Oriente Próximo. Sin embargo, él mismo era de ascendencia semita y era un importante lector de Constantino Kavafis.
Para las personas normales sería escandaloso y protestarían si sus torpes ojos pudieran ver los fantasmas que lograba distinguir Raúl Gómez Jattin. Huelga decir que él iba más allá, porque en realidad Raúl los inventaba para luego asesinarlos con sus manos. Este hecho por sí solo nos revela la robusta imaginación con que fue provisto el vate, su costado todavía infantil e inocente.
Mi Raúl Gómez Jattin es alguien apenas personal y subjetivo. Es un poeta que desbordó la vida que lo contenía, ese envoltorio frágil, además de horrible. Fue su actor principal y su libreto. Existió como se lo dictó su soberana voluntad. A Raúl es difícil atraparlo y recluirlo en un escrito con paredes de voces. Es prácticamente imposible de comprimirlo en un texto de más o menos 500 palabras. Fue un insondable creador y destructor de habitantes de la imaginación, con un corazón dulce. Es un seductor lírico de mujeres y de hombres, el propietario de una poesía feliz, con todo y su gran tragedia humana. También fue una persona a quien la visitó el estremecimiento y la alta sensibilidad que produce la áspera realidad, el cruel mundo y el peligro que significa estar vivo, como canta Fito Páez.