Siempre que tropiezo con Aullidos el poema inmortal de Allen Ginsberg me acuerdo de mi primo Raúl. Bueno, de él y de la relación escabrosa que mantuvimos en esos caminos pedregosos de droga y de poesía. Claro, por supuesto que él odiaría ese retrato que hago de su imagen con el poema beat, como odiaba todo lo dicho por mí en esa época de oscuras profundidades metafísicas. Por eso tal vez, la asociación certera que hago sea también una manera inconsciente de paliar sus injustas agresiones de las cuales fue víctima junto a sus otros cercanos amigos...Supe tiempo después, leyendo sus poemas que lo advertía, pero distraídos no nos dimos cuenta en un principio: "Los poetas, amor mío, son/ Unos hombres horribles, unos/ Monstruos de soledad, evítalos / Siempre, comenzando por mí...". O en este otro que pareciera su carta de presentación: "Yo tengo para ti mi buen amigo/ un corazón de mango del Sinú/ oloroso/ genuino /amable y tierno / (Mi resto es una llaga /una tierra de nadie/ una pedrada/ un abrir y cerrar de ojos / en noche ajena /unas manos que asesinan fantasmas)/ Y un consejo/ no te encuentres conmigo".
Pero ahora, que ha pasado el tiempo y sabiendo del valor artístico que me dio su cercanía, intento hacerle una breve reseña como homenaje a su obra para conciliar un poco con el poeta que nació en mayo.. Con el pariente jamás podría conciliarme, no porque ya no esté en este mundo, sino simplemente porque no congeniamos cuando anduvimos por caminos infernales de destrucción y muerte. Ahora menos.
Había escuchado a mi padre hablar con especial cariño de su primo Raúl y de las reseñas y fotografías que por esos días publicaban los periódicos de provincia, pero fue aquella tarde soleada de diciembre que lo vi por primera vez. Sobre sus eternas sandalias romanas caminaba por una de las calles que llevan a la placita de San Diego, con la cabeza ladeada como el Calígula de Camus, se sentó en una de las bancas del parque, entonces me le acerqué y le dije: ¡Ajá primo y qué!. Después de identificarme y de escuchar sus anécdotas familiares me comentó que en esos días acababa de venir de una presentación exitosa de La poesía tiene la palabra en Medellín y esperaba ansioso su libro Hijos del tiempo que se estaba imprimiendo donde los Pinaud. Yo que por esos días tenía un programa cultural en la radio con mi amigo Iván Barboza, le comenté a éste del encuentro con el poeta que llamaba la atención en las páginas culturales de la prensa. Barboza que ya era ducho en esas lides consideró entonces que sería bueno hacerle una entrevista. Y fue allí, desde esa vez, que comenzó toda una serie de encuentros y desencuentros con Raúl Gómez considerado por muchos como uno de los mejores poetas del país.
En esa época que lo conocí era nombrado por su libro Tríptico cereteano, compuesto por tres poemarios: Retratos, Amanecer en el valle del Sinú y Del amor. A mí siempre me gustó Retratos ( hace tiempo no lo leo), allí Raúl muestra su capacidad humanista "calcando" amigos, parientes, pobladores de su "aldea" de una manera hermosa, pero en términos generales Tríptico es el libro que muestra lo más íntimo de su personalidad: sus angustias existenciales, su erotismo, sus alegrías, sus pasiones, sus querencias y malquerencias, y fue definitivamente el libro que lo hizo conocido a nivel nacional, tanto así, que su primer libro Poemas vino a conocerse después. Así pues, cuando salió su tercer libro Hijos del tiempo, el poeta ya era reconocido teniendo rápidamente gran acogida en la crítica oficial. Me acuerdo que lo acompañé una mañana de ese diciembre a una invitación que le hacia el crítico literario Germán Vargas, El tipo había venido de Barranquilla especialmente a hablar con el poeta y bueno, más de lo que hablaron ese día, me acuerdo del suculento desayuno y que fueron los primeros diez libros que de un solo totazo le había comprado el señor para regalarle a sus amigos de navidad ¡Era un billete largo! No me acuerdo muy bien pero seguro participe de ese botín, y por supuesto, de su rápida desaparición.
Hijos del tiempo es un libro culto contrario a esa voz provinciana de Tríptico cereteano. En una de las interminables tertulias nos confesó alguna vez que una de sus motivaciones para escribirlo fue la preocupación que tenía de ser tildado por los cachacos solo como el poeta provinciano autor de la La burrita (poema muy conocido del libro Poemas) y de las cosas que había escrito de su pueblo natal, que Hijos del tiempo era una muestra de su aliento grande y su conocimiento de la historia y del mito, en especial del mito griego aprendido en la docencia que ejerció muy joven y del teatro que practicó brillantemente siendo estudiante universitario en Bogotá. Este conocimiento de la historia soportaba con lucidez casi trágica a Hijos del Tiempo, siendo la muerte el hilo conductor de los tiempos históricos: personajes históricos universales y mitológicos con sentimientos eróticos, celos, ambición de poder, que una y otra vez se repiten en cada poema como arquetipo de la condición humana...
Cuando publicó su cuarto y último libro El esplendor de la Mariposa en Cartagena, ya yo me había venido a vivir a Bogotá. Así que no pude ver de cerca ese breve esplendor en venta que fue el libro. Me dicen que fue una sensación, y fue por unas semanas, según el periódico El Tiempo el libro más vendido en Colombia. Me dicen también que por esa época andaba por las calles casi desnudo y completamente loco, y nosotros los cartageneros, que somos muy dados a clasificar o a colocar ranking, le habíamos metido en la cabeza que él era uno de los mejores poetas del mundo...tanto así que muchos lectores se lo creyeron y él, por supuesto, también. El esplendor de la mariposa lo leí meses después cuando acá en Bogotá, un poeta samario que conocía de nuestro parentesco, me lo llevo una mañana a mi papelería…
Pues que les digo... En El esplendor ya no era el mismo Raúl que conocí en Hijos del Tiempo que recordaba al río Sinú como su metáfora del tiempo y la historia humana. Ni mucho menos el Raúl de Tríptico cereteano cultivando en la intemperie. Ni menos que menos el valeroso de la contracultura criticando irónicamente al psiquiatra en Retratos…
Ya era otro Raúl. Ya no era el poeta. Ya era el atormentado y dócil paciente del hospital de caridad.