¡Cuántas emociones nos han deparado los acontecimientos de Panamá! Hemos estado al borde de las lágrimas viendo a ese egregio presidente, Raúl Castro, abrazándose con los demás jefes de Estado de América, incluido el de los Estados Unidos, Barack Obama.
Se está festejando la reconciliación de Cuba con todo el continente. Esto es maravilloso. Nunca lo vieran nuestros ojos. Raúl, depositario de todas las grandezas de su hermano Fidel, tratado ahora como un héroe. El gran héroe de la magnífica democracia cubana. ¿No es para llorar de alegría?
Desde luego que no en plan de aguafiestas, ni más faltaba, queremos compartir con nuestros lectores algunos detalles biográficos de Raúl y Fidel, estos campeones de la justicia, del progreso, de la paz.
Fidel, el gran triunfador de la jornada, inició su fulgurante carrera en Bogotá. Miren que ser la cuna política de ese portento, no es cualquier cosa. Lo decimos para que los presentadores de los noticieros no dejen escapar el dato.
En el año de 1948, se celebraba en Bogotá la Conferencia Panamericana en la que se crearía la OEA. Vinieron el gran Marshall, sí, el mismo del plan que con su nombre salvó a Europa entera, y todos los representantes de los países de América. La ocasión estaba que ni pintada. Stalin quería hacerse sentir en ocasión tan maravillosa y encomendó a algunos gángsteres comunistas de Europa Oriental la tarea de sabotear la Conferencia. Todo listo, pero se necesitaba alguien sin escrúpulos ni miedo que ejecutara el plan. Y es cuando aparece el joven comunista cubano Fidel Castro, quien vendría acompañado de tres amigazos, Rafael del Pino, Enrique Ovares y Alfredo Guevara, para hacer lo suyo.
A la una de la tarde del 9 de abril, llegó al clímax la campaña. Asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán. Cuando estalló una bien planeada revolución nacional, Fidel no se contentó con lo que había hecho. Había que conducir el pueblo a la victoria, tomándose el Palacio Presidencial para instaurar el primer régimen comunista de América. Trotsky no lo hubiera hecho mejor.
El resto de la historia lo conocemos bien. Mariano Ospina salvó a Colombia, con la insuperable compañía de su esposa, doña Bertha Hernández, pero las heridas sangrantes de Gaitán desencadenaron la violencia política entre los partidos, que al decir de los entendidos nos costó trescientos mil muertos. Trescientas mil razones poderosas para amar a Fidel, sin duda.
El personajillo había conseguido un lugar en la historia revolucionaria de América. Lo vemos luego asaltando el cuartel de Moncada, juzgado, condenado y perdonado luego. Lo sabemos en México haciendo amistad con otro prócer, el Che Guevara, consiguiendo un buque, el Granma, internándose en la Sierra Maestra y entrando triunfante en La Habana en los primeros días de enero de 1959, con la ayuda decisiva, claro está, de los Estados Unidos.
Luego siguieron el paredón, los fusilamientos implacables que dirigían el Che y Raúl Castro, el que ponía la crueldad mientras su hermano se ocupaba del verbo. Nunca se sabrá con exactitud cuántos fueron los cubanos asesinados por los Castro a comienzos de su revolución. Se sabe mejor cuántos fueron los que salieron a un destierro que hoy no termina y que no terminará jamás. Se cuentan por millones.
Como los Castro hicieron profesión de fe comunista, confiscaron toda la tierra, todos los ingenios azucareros y siguieron con todos los medios de comunicación, todos los bancos, toda la propiedad urbana. En suma, con todo.
Como se pusieron a las órdenes de Moscú, por poco desatan un conflicto nuclear entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Y como tenían que traer la revolución a Suramérica, armaron las guerrillas de Venezuela y después, una a una, las colombianas. Las FarC, el EPL, el ELN, el M-19, todos quedaron armados y adiestrados en Cuba. Por donde se ve que la sangre vertida en Colombia en estos 50 años de terrorismo tiene partida natal en la isla de estos “comandantes”. ¡Cuánta gratitud les debemos!
Cuba es espejo de democracias, como Don Quijote era espejo de caballeros. Los partidos políticos funcionan a la perfección. Las elecciones parecen organizadas por Smarmatic, porque se sabe siempre quién las va a ganar y por cuánto. La prensa es tan libre, que no necesita rotativas ni emisoras. Para qué. El que quiera expresarse libremente, lo hace cuando le da la gana. La primera vez, obviamente, porque no hay una segunda. Nadie ha sido puesto preso por razones políticas. Los que pueblan los calabozos son, sin excepción, traidores a la patria. Y lo mejor de todo, es la rotación en el poder. Fidel y Raúl se sustituyen, el uno al otro, hace 56 añitos. ¡Cuánta falta nos hacían los Castro! Gracias a Dios, están con nosotros. Y que no se vayan. ¿Quién enseñaría buen castellano en cada Cumbre?