Resulta increíble pensar que en pleno Siglo XXI un grupo fundamentalista islámico haya secuestrado a más de doscientas niñas de un colegio en Nigeria, las haya sometido a abusos sexuales y ahora amenace con venderlas "porque así lo ha ordenado Alá". ¿El pecado de estas niñas?: tener la osadía de estudiar y formarse académicamente, contrariando así los postulados de una religión para la cual las mujeres sólo existen para vivir en función de su marido complaciendo todos sus caprichos. Pero no nos extrañemos: no sólo la religión islámica propende por reducir a su más mínimo expresión a la mujer restringiéndole sus derechos a educarse, crecer personal y profesionalmente y, por qué no, llegar a tomar el mando de una empresa, una organización, o un país. Casi todas las religiones durante décadas han promovido la homofobia, la entronización del poder del macho dominante, y la acumulación de poder y riqueza por parte de unas minorías privilegiadas.
Acaso no es la hipócrita Iglesia católica la misma que ha condenado por siglos la homosexualidad, el derecho de las mujeres ha abortar y hasta ha tenido el descaro de exaltar la pobreza como un estado digno de admiración. (Recordemos aquella cita bíblica según la cual "es más fácil que un camello entré en el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de las cielos". En pocas palabras los ricos están condenados al infierno, mientras que los pobres deben considerarse unos privilegiados porque su miseria es una garantía para recibir la vida eterna. Entonces es legítimo que un país la riqueza esté concentrada en una minoría, mientras la inmensa mayoría sufre la exclusión y la pobreza.
El fundamentalismo religioso hace mucho daño y ello no sólo se ve reflejado en el asqueroso rapto de la niñas nigerianas que ocurre ante un mundo que es testigo impasible de todo. Ahí tenemos a un Procurador que "invierte" todo su tiempo y energías en perseguir a cualquier gay que quiera formalizar su unión con su pareja o a cualquier mujer que quiera practicarse un aborto en alguno de los tres casos que despenalizó la Corte. No está lejos el día en que a este Procurador le dé por perseguir a las mujeres que ocupan cargos públicos, pues a fin de cuentas la misma biblia dice que ellas fueron creadas simplemente para procrear y atender al marido. El fanatismo ciego del señor Ordoñez llega a tales extremos que alguna vez leí que éste se opone a la protección del medio ambiente porque según él dicha defensa se asimila a la adoración de la "diosa Gaia". Abrase visto tanta estupidez.
Y los evangélicos. Esos son los peores de todos ya que son felices lucrándose con la fe y la ignorancia de las personas. Ahí tenemos a la señora Piraquive que ha acumulado una inmensa fortuna a través de sus prédicas llenas de oscurantismo. Según ella un discapacitado no puede acceder al púlpito y llega a esa conclusión guiada por lo que dice la Biblia. ¡Señora, no se tome tan a pecho lo que dice ese libro ya que según él hasta una mujer cuando está menstruando es impura! Gente peligrosa son los cristianos evangélicos que con una mano sostienen la biblia y con la otra cometen crímenes. Dicen que la Piraquive repudio a uno de sus hijos sólo por ser homosexual y hasta la sindican de presuntamente haber tenido que ver en el deceso de su marido. Por eso poco caso le hago a los pastores cristianos que andan en lujosos carros y presumen de sus relojos marca casio. No me interesan sectan que hablan de espiritualidad y al mismo tiempo promueven el materialismo.
Pésimo invento ese de las religiones. No concibo que una persona debe actuar bien sólo por temor a un dios todopoderoso arrellanado en un nube en lo alto del cielo. La gente debería actuar con rectitid por convicción y no por miedo. Menos creo en religiones que perdonen los pecados más infames sólo por el que los cometió muestra un supuesto arrepetimiento. Tampoco creo en sectas que reduzcan a la mujer a la condición de esclava del varón y vendan la pobreza como un estado ideal mientras por debajo de cuerda acumulan enormes fortunas.
Ciertamente Marx tenía razón cuando pronunció su frase más célebre "la religión es el opio del pueblo".