En la noche del martes 9 de julio el periodista Charles Castro llegó a su casa en el barrio Ospina Pérez de Cúcuta. Dejó la camioneta del medio de comunicación al que pertenece en la calle y le pidió a su sobrino que la metiera al garaje. Charles Castro es conocido por las denuncias que ha hecho sobre el dominio que aún tiene Ramiro Suárez con la imposición de decenas de fotomultas y el apoyo desmesurado a políticos como Mario Figueroa quien aspira al Concejo. Esto le ha traído amenazas que, según Castro, se cumplieron esa noche cuando dos sicarios dispararon siete veces sobre el muchacho a quien confundieron con él. Inmediatamente el periodista en su página de Facebook transmitió en vivo frente a su casa. Sin temblarle la voz señaló como los perpetradores del crimen de su sobrino a Ramiro Suárez y al aspirante al Concejo Mario Figueroa.
Cúcuta vivió un falso esplendor hace 10 años. El Cadivi de Chávez llenó de billete a la ciudad que empezó a vivir un apogeo de construcciones entre las que se destacaron los centros comerciales Unicentro y Ventura Plaza, además de un intercambiador y el primer título del Cúcuta Deportivo sumado a la llegada a semifinales en Copa Libertadores. El pueblo cucuteño asoció todos esos logros con Ramiro Suárez a quien terminaron atribuyéndole poderes divinos. Ni siquiera su condena por asesinato minó la confianza de los cucuteños en su santo patrón.
Ahora está preso en La Picota pagando una condena por asesinato y desde allá sigue siendo el amo y señor de Cúcuta. Sus fichas en las próximas elecciones así lo afirman. Tiene a Jorge Acevedo enrutado a la Alcaldía. Lo conozco personalmente, es un buen muchacho, obediente, una marioneta perfecta. En el Concejo cuenta con Nelson Ovalles y César Arbey Torres. La chequera la tiene intacta en la Picota y por eso compra conciencias. Incluso la Universidad Francisco de Paula Santander no se salva de su nefasta influencia. El hecho de que Héctor Parra sea rector desde 1999 tiene que ver con el apoyo que recibe de Suárez. Parra es una ficha más en el entramado ramirístico. La crisis eterna que vive la universidad se debe en buena parte al manejo político. Gianpiero Rojas, sobrino de César Rojas, alcalde de Cúcuta, títere de Ramiro, tiene cada vez más poder dentro de la universidad.
Exceptuando a Gabriel Angarita y al gran John Jairo Jácome
es difícil encontrar un medio que no se doblegue al más poderoso,
que denuncie, que no alcahuetee el reinado de Suárez
El periodismo en Cúcuta es un asco. Exceptuando a Gabriel Angarita y al gran John Jairo Jácome es difícil encontrar un medio que no se doblegue al más poderoso, que denuncie, que no alcahuetee el reinado de este asesino. El resto no son más que brazos de Ramiro. Ellos son los culpables directos de que la ciudad esté sumida en la peor de las crisis de su historia. A principios de enero publiqué en este espacio mis diez razones para jamás regresar a Cúcuta. Una de ellas, la principal, era el cansancio que me producía lo poco inteligente que era el cucuteño promedio, siempre condenado por su ignorancia a votar en contra de sus intereses, a ver con buenos ojos la corrupción, a ser consecuente con una herencia eterna de contrabando y narcotráfico. Ya saben lo que dice Charlton Heston en Sed de Mal, las ciudades de frontera resumen lo peor que puede tener un país.
La reacción de la gente en redes sociales fue tan fuerte que casi me linchan en un sitio público al que fui después de su publicación y tuve que llegar al aeropuerto escoltado por la policía. Mi familia también tuvo que irse, no tanto por las amenazas sino por la situación económica que vive la ciudad. Anoche, cuando vi el video de Charles Castro me asusté, me sentí identificado, me pudo pasar a mí, le puede pasar a Gabriel que está amenazado. También, al leer los comentarios contra Castro, me acordé de la poca solidaridad que tuve de periodistas de la región como Cristian Herrera, cuya esposa trabaja con Alejandro Carlos Chacón, quien me atacó de la peor manera en redes. En Cúcuta los periodistas se dividen en tres grupos: los muertos de hambre, los amenazados o la gran mayoría, los comprados. Entre ellos está el espécimen más ruin de todos, el periodista que finge estar amenazado para que le den una triste cuatro por cuatro y un escolta. Así se sienten justificados
Ay Cúcuta, como dueles. En ningún lugar he sido más feliz que allá. En ese lugar conocí a Mónica, la mujer de mi vida, la mujer con la que me voy a morir, en esa ciudad recibí la influencia de la familia Perozzo, mis vecinos de mi primera juventud. Al lado de Wanda, de Elizabeth, del mismo Jaime conocí los libros, el bossanova, el cine europeo mientras los muchachos normales bailaban el Meneíto. Por ellos supe que había una novela, Hasta el sol de los venados, de Carlos Perozzo, que hablaba de mi ciudad. Siempre fue un hueco Cúcuta, siempre mataron gente, de niño asistí a más de un levantamiento de cadáver en el Barrio Ceiba II que no era precisamente un barrio popular. Seguro todavía hay gente maravillosa, gente culta, gente honesta. Ojalá esa gente se levantara, ojalá esa gente fuera por una vez en la vida mayoría y pudieran borrar para siempre el legado nefasto de Ramiro Suárez Corzo.