Ramírez Villamizar, el escultor de la naturaleza
Opinión

Ramírez Villamizar, el escultor de la naturaleza

Un largo recorrido por la geometría que lo hace ser una estrella en el firmamento del arte latinoamericano

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diciembre 23, 2017
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Desde el 20 de noviembre en la Galería Durban Segnini en Miami se realiza una importante exposición de Eduardo Ramírez Villamizar. Pintor y después escultor y que nació en Pamplona (1923) y murió en Bogotá el 24 de agosto de 2004.

Eduardo Ramírez Villamizar cursó unos años de arquitectura en la Universidad Nacional de Bogotá, entre 1940 y 1943. Siempre es el camino mediático que se encuentra tímidamente al interesado por las artes plásticas.

El paso definitivo al arte abstracto lo dio en París, poco después de su llegada a esa ciudad en 1950. Siempre vinculado al arte geométrico, Ramírez realizó una obra personal, caracterizada por la relación estrecha de unas formas planas presididas por la línea recta.

Entre 1959 y 1964, Ramírez Villamizar realizó numerosos relieves. Los de 1962 fueron dedicados a la geometría americana.  El artista le interesaba la orfebrería precolombina, y era un estudioso del Museo del Oro, donde fue descubriendo el diseño y la organización de las formas.

Desde antes de sus primeros relieves, el artista ya había realizado incursiones en el campo de la escultura. En 1963, en medio de su producción de relieves, trabajó la escultura que hizo como su Homenaje al poeta Jorge Gaitán Durán. Entre 1964 y 1966 Ramírez realizó otras esculturas: una dedicada al poeta Eduardo Cote, Saludo al astronauta y otra Reliquia.

Ramírez Villamizar vivó en Estados Unidos desde los primeros años cincuenta. Vivió en Nueva York de 1967 a 1974 y trabajó al lado de Edgar Negret. Allí comenzó a trabajar láminas de plástico, inclinó los planos que siempre se habían mantenido como paredes, y estableció la dinámica del espacio interior dentro de la escultura.

De 1967 a 1968 aparecen las Construcciones de donde salen los Círculos intersectados, “Construcciones suspendidas”, las Construcciones topológicas. Pese a sus diversas morfologías, todas estas series están íntimamente relacionadas. En 1971 Ramírez Villamizar realizó cuatro torres en concreto en una autopista de Vermont. A partir de esta obra trabajó la Columnata en Fort Tryon Park de Nueva York, y las 16 torres en los cerros orientales de Bogotá, a la altura del Parque Nacional con las que pretendía darle un sentido de optimismo al carácter capitalino.

 

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Hexágono, en Nueva York

En 1973 hizo otras esculturas públicas en Estados Unidos: Hexágono, en Nueva York, y De Colombia a John Kennedy en los jardines  del centro cultural de Washington.

En 1974 el artista regresó al país y se instaló en la lejana Suba a trabajar en una casa y estudio que contaba con un bello jardín en donde le buscaba formas a la naturaleza. Allí tenía en un impecable orden sus colecciones y libros de obras precolombinas y cientos de caracoles.  Ese contacto silente y cercano a la naturaleza se manifestó de muchas maneras en su obra. Por esos en esos años realizó su tema de mundo natural como  Peines del viento, Insectos policromados, Caracol-pájaro, Flor-pájaro-caracol.

 


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 Caracol-pájaro- flor

 

A esos años corresponde también, la enorme escultura pública de Bogotá, Nave espacial , inspirada en un pájaro. A comienzos de los ochenta vino una síntesis de las dos fuentes de inspiración con su mundo como Insecto-nave espacial”, Columna-flor, Arquitectura-insecto.

 

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 Nave espacial

 

Cada vez más había una conjetura entre su severa geometría que se acercaba a la estructura de mundo natural.

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Recuerdos de  Machu Picchu 3

Su viaje a Machu Picchu, a fines de 1983, fue definitivo para la producción de construcciones plenas de severidad y poderío. Así aparecen la serie Recuerdos de Machu Picchu, que alude a los muros, terrazas, caminos, canales de irrigación de la arquitectura inca. Después y siendo consecuente, Ramírez Villamizar agregó trabajos como las Piedras cansadas, Los trajes ceremoniales, Los mantos emplumados.

Además de algunos Caracoles, hay que destacar el Espejo de la luna”, construcción pública instalada a mediados de 1990 en la calle 100 de Bogotá. De 1991 y 1992 vinieron  los Aerolitos  (volúmenes romboides que sólo se sostienen  en el piso o los otros aéreos  sostenidos por cables.

 

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 Victoria de Samotracia en Avenida El Dorado, Bogotá

Finalmente, 1994 el artista realiza algunas construcciones públicas como la Victoria de Samotracia en la Avenida El Dorado de Bogotá. Un largo recorrido por la geometría que lo hace ser una estrella en el firmamento del arte latinoamericano.

 

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