Lo dulce, en la vida, no solo es una realidad, sino una necesidad. Me sorprendió ver los relatos acerca de “Nos silenciaron” y todos los supuestos hechos alrededor del impuesto a las bebidas azucaradas. La salud puede ser un buen pretexto, sean ciertos o no los hechos, para promocionar una empresa, un producto o combatir otros.
Centrémonos en lo dulce de la vida. El dulce físico, el azúcar, procesado o que viene de la naturaleza en los alimentos es utilizado por el cuerpo como energía de consumo inmediato para su metabolismo, por eso es indispensable. Para quien quiera adentrase en la fisiología: “La principal forma en que la célula consigue energía para su funcionamiento es mediante la molécula de ATP (Adenosin Trifosfato). Sin embargo, antes de poder disponer de la cantidad necesaria se tiene que sintetizar mediante una serie de reacciones que comienzan con glucosa”.
El cuerpo es sabio si sabemos escucharlo, a veces nos pide alimentos como arequipe, mermelada, cereales del desayuno o gaseosa y en otras ocasiones los rechaza. Es solo cuestión de percibir nuestras necesidades físicas. Claro que el azúcar en exceso daña la salud física y emocional, es innegable. La persona que quiere consumirlo lo encontrará en uno u otro producto.
Las enfermedades del metabolismo del azúcar, como la diabetes,
tienen que ver -desde la medicina integrativa- con:
nostalgia de lo que puede haber sido y una gran necesidad de controlar
Las enfermedades del metabolismo del azúcar, como la diabetes, tienen que ver —desde la medicina integrativa— con: nostalgia de lo que puede haber sido y una gran necesidad de controlar. Desde la medicina del alma, con el amor propio. Allí está el remedio al consumo incontrolado. No tendremos que gravar con impuestos a todo alimento que utilice azúcar procesado.
El dulce emocional, el de las relaciones, como la caricia, el abrazo, el beso, es parte fundamental para expresar nuestro amor. El dulce mental: la palabra de aliento, la idea que soluciona un problema, el apoyo con el conocimiento, es la dulce alianza implícita entre seres humanos. Los libros de autoayuda, la poesía amable, la prosa estimulante, la canción con sentimiento, también son dulce para la vida humana. Siendo irónico, ¿será que los gravamos también?
Encontramos dulce al observar una flor, la pareja abrazada, la puesta del sol o el mendigo sonriente; también el acto de bondad callejero está impregnado con dulce. De pronto, fijarnos más en el “dulce” que la vida cotidiana nos muestra, y asimilarlo, pueda disminuir nuestra necesidad de ingerirlo físicamente, hasta las justas proporciones que necesita el cuerpo. Todo es cuestión de ser mesurado.
Regresando al comienzo de este escrito, la salud todo lo soporta como argumento a favor o en contra de algo. Así como ha soportado tanto acerca de la osteoporosis, el colesterol y el vegetarianismo, entre otros, esta vez es para el azúcar. ¿Qué intereses hay detrás? Cada quien utiliza el terreno de la salud como pretexto para su propio beneficio. No es más que mirar por pocos minutos los comerciales en televisión y observar que, implícito o explícito, la gran mayoría de ellos dan un mensaje de que con su producto usted tendrá un mejor cuerpo o mejores emociones, o más saludable su mente, incluso las relaciones afectivas mejoraran si usted usa determinado objeto, sustancia o enfoque de vida.
La responsabilidad final es de quien consume. No podemos evitarle dañar la salud consumiendo azúcar —u otro alimento— en exceso, a quien lo quiera. Aunque suene a cuña, es como las drogas o el alcohol, es el que las consume, quien es el responsable último de su producción. Si no hubiera demanda, no habría producción.
No podemos seguir dejando la responsabilidad sobre nuestro cuerpo, mente y emociones en manos de otros. Cada quien decide cómo y con que se alimenta, en cuerpo y alma.