Regina de la Hoz vive en un tambo en el sector Villa Hermosa del Barrio Nelson Mandela de Cartagena. Llegó allí hace “años que ni me acuerdo”, como siempre repite. Construyó su casa elevada, a un metro de alto del suelo, porque en ese espacio se acumulaban las aguas lluvias y pasaban varios arroyos.
Su primera casa fue de ladrillo y baldosa, pero se hundió, fue entonces cuando decidió hacer un tambo de madera en el que ahora vive con su esposo.
Regina de la Hoz nació en Santa Catalina de Alejandría, pero sus mejores recuerdos están en Galerazamba. Allí pasó su infancia y culminó su primaria. Eran los tiempos en que las salinas eran prósperas y el negocio de la sal atraía a “los gringos”, apunta con picardía.
Cuando le pregunto por qué se fue a vivir a Galerazamba me dice que su tío Hernando de la Hoz, que era guitarrista, le regaló un paseo a ese lugar y a ella le gustó. “Allí había un colegio de monjitas, un sacerdote que daba unas misas hermosas, y a mí me gustó todo eso, las monjas me preguntaron que si yo quería estudiar en el colegio que ellas tenían y dije que sí. Mi familia estuvo de acuerdo y me quedé viviendo ahí, hasta que finalicé mi primaria”.
Siempre le gustó el estudio. Sus amigas de curso la apodaron “Salomón”. “Todas se burlaban de mí, me gritaban “Salomón”, entonces les respondía: ‘¿Salomón? Estudien tanto como estudio yo’. A mí eso no me molestaba, me gustaba la lectura. Fíjese usted, que Salomón solo le pedía a Dios que le diera sabiduría para gobernar”. Para Regina de la Hoz la sabiduría y el conocimiento lo es todo, tiene claro que no solo se trata de saber muchas ciencias, sino ser amable, respetuoso, ver la vida de otra manera, ser más sencillo y humano.
Cuando le pregunto por los recuerdos más vivos que tiene de Galerazamba, afirma que son dos, que relata al instante: “El primero: cuando mataron a Gaitán. La gente que vivía allí eran o trabajadores de la salina; o gringos, los que se ganaban todo el dinero del comercio de la sal. Los trabajadores se sublevaron. Es que a todos nos dolió la muerte de Gaitán, porque cuando él se subía a la tarima, decía: ‘Yo soy un pueblo’. Ese pueblo fue el que comenzó a protestar, eso fue una injusticia grande. Los gringos que vivían ahí, salieron de inmediato, eso se puso bien miedoso. Tuve que regresarme a Santa Catalina en un bus que le decían ‘El guereguere’, es como una águila, y llegamos a salvo en ese bus. Resultó que los pescadores también se sublevaron, los de Loma Arena, y como ellos pescaban con dinamia, dinamitaron el carro en el que iba el alcalde de Santa Catalina, que cogió pa’ Galerazamba porque creyó que allá iba a estar mejor, pero lo estaban esperando en las compuertas. Se llamaba Pacho Sierra.
“Nosotros siempre hemos sido liberales, mi papá era liberal, mi esposo, liberal, es que nosotros no gustábamos de Lauriano Gómez, que llegó a ser presidente después de la muerte de Gaitán. Lauriano fue el que comenzó a matar gente, era gente que defendía sus tierras. Eso no ha cambiado mucho. El Gobierno le quitaba la tierra a los liberales. ¿Qué hacían los liberales? Buscar gente para que matara a los conservadores abusivos, los laurianistas, que eran quitadores de tierras. Toda esta violencia comenzó fue con Lauriano… Y no ha parado, fíjese”.
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"Dije que bautizáramos a los puercos con los nombres de los gringos, así que a uno le pusimos míster Gerald y a otro míster Thomas, que eran los que manejaban la salina"
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Le digo a Regina de la Hoz, que mencionó dos recuerdos, y solo me ha contado el de la muerte de Gaitán. Guarda silencio, toca con su índice derecho los labios de su boca y exclama: “¡Ah ya, claro! Resulta que la gente hablaba mucho de los gringos que eran prácticamente los dueños de todo allá en Galerazamba, bueno del país, porque se escuchaban que lo del banano, que los trenes, mejor dicho todo, yo era una niña pero me acuerdo, resulta que una puerca parió y comenzaron a bautizar a los puerquitos. Dije que bautizáramos a los puercos con los nombres de los gringos, así que a uno le pusimos míster Gerald y a otro míster Thomas, que eran los que manejaban la salina en aquel entonces”.
Regina de la Hoz suelta una risa sin vergüenza, tanto que el piso del tambo de madera de estibas, craquea al ritmo de sus carcajadas. Asegura que vive feliz, porque a pesar de haber sido desplazada de unas tierras que tenía en Sucre con su esposo, estar hoy en el barrio Nelson Mandela representa aportar a la comunidad esa calidad de gente que la llevó a abrir su casa para que los estudiantes del sector, hagan sus tareas con la ayuda de los pocos libros, enciclopedias y textos escolares con los que ha organizado una biblioteca: “Por aquí me dicen abuelita, y a mí me gusta, porque todo eso es el cariño de la gente. Aquí viene el que quiera y se le ayuda con las tareas, vienen, la verdad de todos los sectores de Mandela, porque no hay lugar adecuado para estudiar”.
Regina de la Hoz quisiera tener una mejor casa, una mejor biblioteca, mejores herramientas para trabajar con los muchachos. Reconoce que puede siempre ofrecer su gusto por el estudio a jóvenes que pasan muchas necesidades para hacer sus labores. El tambo está abierto para todos. Ella les trasmite la disciplina y muchos consejos para que se alejen de los peligros que el barrio engendra.
“Yo he sacado muchachos de las pandillas”, me dice Regina de la Hoz, al momento que se sirve un café de un termo azul, que tiene sobre una mesa de tablas de estibas. Uno de esos muchachos es Andy Paternina, vecino de Villa Hermosa, quien gracias a Regina de la Hoz y a su talento para cantar, pudo salir de la azarosa vida de las pandillas.
Tanto Regina de la Hoz como Andy Paternina, más conocido en Nelson Mandela con el nombre artístico de “Voltage” hacen parte de la exposición Raíces y cultura de mi barrio, realizada por jóvenes del proyecto Cronicando, iniciativa liderada por el Centro Gabo y la Fundación Tenaris.
La muestra hay que ir a recorrerla por las calles de Mandela, desde el sector Las Vegas, hasta la esquina del colegio Jesús Maestro, y desde allí, por la principal que conduce al barrio Policarpa.
Olga Blanco, hace bellos y ancestrales peinados con trenzas. Sixta Julia hace mantas y manteles con retazos. Carlinson Cáceres, de San Basilio de Palenque, despierta a todos con su grito “Tómatelo”, tintos que vende con entusiasmo y gracia. Esos son solo algunos de los protagonistas.
La exposición fotográfica muestra las esencias de un barrio que vibrá de cultura, obras realizadas por jóvenes entre 12 y 17 años, que resaltan esas caras que la prensa regular ha ocultado siempre, una prensa más preocupada por los homicidios o las peleas de pandilla que por la cultura y la gente de un barrio lleno de historias y personajes.