El objetivo del presente escrito es hacer un diagnóstico de la salud macroeconómica de Colombia para ver qué tipo de terapia político-económica requiere. Para lo anterior nos apoyaremos en los valores que arrojan algunos indicadores como saldo en cuenta corriente de la balanza de pagos, deuda externa, déficit fiscal, gasto público, PIB y la IDE (Inversión Directa Extranjera), analizando su evolución para los últimos años.
Empecemos por el déficit fiscal, el cual pasó del 3 por ciento en el año 2015 al 4 por ciento del PIB en el año 2016. En vez de disminuir se incrementó, lo que denota un desfase considerable de los ingresos y gastos de la nación, agravado por un manejo irresponsable de la deuda pública, que pasó de 234 billones de pesos en el año 2010 a 476 billones en el año 2016. Es evidente el deterioro y se acrecienta al observar la evolución del sector externo.
Ahora hablaremos de las exportaciones e importaciones. Las exportaciones fueron de 53.180 millones de dólares en el año 2010 y pasaron a 53.066 millones de dólares en el año 2016. Las importaciones fueron de 61.916 millones de dólares en el 2010 y pasaron a 65.931 millones de dólares en el año 2016. Así pues se puede apreciar que las exportaciones en vez de ser mayores disminuyeron; las importaciones, al contrario, se incrementaron , lo cual no sería problemático si dichas cifras correspondieran con una profundización del proceso de industrialización, el cual requiere de importación de bienes de capital e insumos para alimentar a las empresas manufactureras. Sin embargo, como es bien sabido, Colombia entró en un proceso de desindustrialización por falta de competitividad, cargas tributarias muy altas y reglas no claras que propician inseguridad jurídica, por lo que la disminución de exportación y el incremento de las importaciones sin justificación alguna se torna preocupante, haciendo más frágil y vulnerable la economía.
Con eso en mente, demos un vistazo a la Inversión Directa Extranjera (IDE), que en millones de dólares fue de 6.430 en el año 2010, 16,164 en el 2014 y de 13.723 en el 2016. La evolución de este indicador desanima y hace a Colombia más frágil financieramente. Acá cabe resaltar que la inversión en general es la base que sustenta la actividad económica presente y futura, constituye parte de la competitividad nacional y es un requisito indispensable para alcanzar tasas de crecimiento que sustenten la mejora del bienestar de la población.
Continuando, pongamos la lupa en el PIB. En millones de dólares fue de 287.121 en el año 2010, 378.404 en el año 2014 y de 287.490 en el año 2016, con crecimientos anuales del 4, 4, y 2 por ciento respectivamente; en los 6 años que van desde el 2010 al 2016 el PIB per cápita pasó de 6309 dólares a 5.898. Si proyectáramos cuánto tiempo tardaría Colombia para que el ingreso per cápita de los colombianos se duplicara, tomando como tasa histórica el 3 por ciento, serían necesarios 24 años.
Estas cifras hablan por sí solas (si de riqueza se trata) y evidencian un empobrecimiento incrementado de la población colombiana.
Este es un balance y el estado de la economía colombiana, la foto y la película que deja el gobierno actual y que heredará el próximo. Más allá de ideologías cada lector juzgará a la luz de las cifras anteriores si Colombia goza o no de buena salud económica.
Para cerrar, el interrogante que dejo a los lectores es: ¿cuál de los candidatos actuales a la presidencia tiene la capacidad, más allá de la buena intención, de revertir esta dolorosa enfermedad que padece la economía colombiana?
La terapia de recuperación, en líneas generales, requerirá de un gobierno que incluya en su propuesta a todos los sectores de la sociedad colombiana, primordialmente trabajadores y empresarios en sus distintas presentaciones. Además, se necesitará un gobierno serio, fuerte y coherente, y una administración que no dará por hecha la riqueza, sino que entenderá que la misma hay que crearla y después de eso si se podrá entrar a definir su reparto de una manera eficiente y equitativa, donde se dará prioridad a los medios que permitan una igualdad en el acceso a las oportunidades y ese vehículo será una inversión fuerte en salud y educación.
Pensemos y votemos tratando de desemocionalizar este acto y hagámoslo pensando en las capacidades y competencias de los candidatos, elijamos al más idóneo para empezar el proceso de recuperación del paciente llamado Colombia.
