La realidad es que estos dos sucesos representan el renacer de discusiones que en pleno siglo XXI se supone deberían estar superadas y al mismo tiempo, deja percibir una profunda crisis en la estructura de valores éticos y morales de la democracia.
La reaparición del Ku Kux Klan con su característico discurso racista, no es una casualidad. Los Estados Unidos es una nación que ha escrito su historia con letras de sangre y la comunidad negra ha sido una de las principales víctimas en la lucha por el reconocimiento de sus derechos civiles y políticos. Aunque el país de la “libertad” y las “oportunidades” quiera de manera hipócrita hacer creer que la cultura de la discriminación es una cosa del pasado y que su estirpe democrático es un ejemplo para el mundo, la realidad es otra.
Las expresiones de violencia, discriminación e intolerancia han encontrado el caldo de cultivo perfecto en la figura del presidente Donald Trump. Una sociedad que es capaz de elegir a un presidente que propone como bandera de campaña el levantamiento de un muro como expresión xenófoba, es una sociedad donde no existe piso en los principios básicos de la democracia y muestra de eso es la reciente marcha por la supremacía blanca liderada por el Ku Kux Klan en Charlottesville. En definitiva, parece más vigente que nunca aquella reflexión del líder y activista por los derechos civiles y políticos de los negros, Martin Luther King: “Hemos aprendido a volar como pájaros, a nadar como peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.
Mientras tanto, al otro lado del océano Atlántico, un atentado terrorista en Barcelona deja 13 personas muertas, ya no por racismo, sino por fundamentalismo. Europa hoy en día atraviesa una crisis de seguridad que se manifiesta en 8 atentados terrorista en lo que va del año por parte del denominado Estado Islámico (ISIS). Sin embargo, lo categórico de las expresiones irracionales de violencias por parte del Estado Islámico es que han centrado el debate acerca de las causas de orden político y económico que han llevado a esta oleada de atentados en Europa.
Medio oriente ha sido víctima de la doble moral de las potencias de occidente y la bandera de la democracia ha sido el instrumento para ejercer la dominación de los canales de circulación de petróleo en esta zona. La invasión a Iraq, la política frente al Líbano y Palestina, la destrucción de Siria y Afganistán, el bloqueo a Irán, han fomentado el odio y el resentimiento, lo cual se evidencia en la nueva andanada terrorista.
A lo anterior se suma la política europea frente a los refugiados, lo cual ha servido de estímulo para la construcción de partidos nacionalistas xenófobos y racistas. Ejemplos de estos son Amanecer Dorado, en Grecia; el Frente Nacional de Marine Le Pen, en Francia; el Partido Nacional Democrático Alemán, el Partido Popular danés y el Movimiento por una Hungría mejor, entre otros.
Es así como se evidencia una profunda crisis en la estructura de valores éticos y morales en las sociedades democráticas donde la violencia se ha instaurado a nombre de la supremacía de razas, culturas o fundamentalismos blasfemos de la palabra de Dios.