Si bien el acuerdo de cese al fuego definitivo con las Farc–Ep no es la paz de Colombia --como lo pretenden mostrar los periodistas del gobierno, y el presidente Santos-- tampoco es como dicen los contradictores: un sofisma para regarle el país a los guerrilleros. Habrá miles de razones para decirle “No” al acuerdo de La Habana en el referéndum: desde una youtuber con la camiseta de la Selección queriendo hacernos llorar con el dolor ajeno, hasta el aire de impunidad para los crímenes cometidos por la guerrilla. Se habla de un sueldo de un millón 800 mil para los guerrilleros rasos y un paso al Congreso y entidades del gobierno para sus líderes, como premio en lugar de una cárcel. En la presentación del acuerdo que muchos vimos por televisión o internet el pasado 23 de Junio, no se mencionó nada sobre devolución de bienes, ni liberación inmediata de secuestrados, o justicia por los crímenes de lesa humanidad. Más bien se notó un clima de protagonismo presidencial buscando un segundo Nobel para Colombia.
La verdad que sí sabemos es que quitarle el fusil a 7 mil guerrilleros sí ayudará a que Colombia viva con menos muertes violentas, muertes de jóvenes soldados, guerrilleros y campesinos que fueron llevados a una guerra que nunca entendieron. Esos muertos sí los podremos evitar, los del pasado desafortunadamente no. El fin de las Farc-Ep como guerrilla traerá progreso económico y social en un futuro no muy lejano; la inversión extranjera, la tranquilidad de invertir y viajar por país con menos riesgo de ser secuestrado o ser obligado a pagar “vacuna”, nos llevará a nacionales y extranjeros a descubrir nuevas oportunidades para vivir mejor. Sin embargo, no hay que tener una bola de cristal mágica para saber que también se vienen tiempos muy difíciles: muchos guerrilleros se integrarán a otras guerrillas, se crearán más bandas criminales, pues hay más dinero en el negocio del narcotráfico y la extorción que un millón 800 mil por unos meses.
Sin contar los desmovilizados, Colombia tiene una tasa real de desempleo de 20% aproximadamente. Nuestro país ocupa los primeros lugares en cuanto a pobreza y desigualdad entre los países de la región, según el Indice de Gini. Cada año tenemos paro de maestros, de transportadores, de campesinos, quienes le piden al gobierno de turno justicia, seriedad y respeto. Aunque esos temas se discutieron en La Habana, no tenemos solución, solo sabemos que protestar será más peligroso para los Colombianos porque el ESMAD y ahora la policía con su nuevo código de autoritarismo están listos para responder de inmediato a su propio país. Tampoco tenemos países garantes para que nos ayuden en eso y finalmente no sirven de mucho. La ONU de alguna manera ha fracasado en su labor alrededor del mundo ¿Qué podemos aprender de democracia de los señores Castro y Maduro, garantes del proceso? ¿Cómo apoyarnos en El Salvador que sufre más violencia ahora sin guerrilla que en los tiempos del Farabundo Marti? ¿En qué nos puede ayudar el presidente Peña Nieto de México, si envió a las fuerzas militares al estado de Oaxaca hace unos días para reprimir una protesta de Maestros que exigen una reforma educativa dejando 8 muertos y 45 heridos?
Con todo eso votar “Sí” es darnos la esperanza de arreglar nuestros problemas. No sabemos qué pasará con las cifras de desempleados, cuando los guerrilleros se incorporaren a la vida civil. No sabemos ni tenemos garantías en el campo, ni en la industria nacional, los maestros, la educación, los servicios de salud; no sabemos cómo combatir la desbordada corrupción de nuestro país. Pero decirle “Sí” a este proceso de paz, aunque sea una “paz chiquita” --para usar las palabras de Petro-- es lo más sensato que los colombianos debemos hacer. Los muertos no necesitan resolver problemas. “Unidos Podemos” como el partido de Pablo Iglesias en España.
@MSporColombia