Quise serle infiel a Julio Sánchez Cristo pero fracasé en el intento
Opinión

Quise serle infiel a Julio Sánchez Cristo pero fracasé en el intento

¿Quién iba a pensar que, en medio de nuestra ramplonería, nos guste tanto la radio que hasta tengamos el refinamiento para elegir lo mejor o lo menos pior?

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agosto 10, 2017
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Si por mi fuera me levantaría todos los días con música. Pero no puedo. Trabajo en un medio de comunicación y debo estar conectado las 24 horas del día. Por eso, una vez se va Fernando Bayo, la voz de Julio Sánchez Cristo me anuncia que ha empezado otro maldito día. Son las cinco de la mañana y una fila de artículos por hacer. Con un oído escucho que me boten algo de información. Muchas veces no pasa nada. Muchas veces es Julio hablando sobre no sé qué disco de Jaco Pastorius que acaban de encontrar en una maleta vieja, en el sótano de la casa donde murió en Fort Lauderdale cuando sólo tenía 36 años, la edad de Mozart y me escucho la canción completa y la voz de Julio sigue hipnotizándome y son las 7 de la mañana y me he dado cuenta que una vez más he perdido la madrugada.

No importa lo que diga, el ambiente en la mesa de trabajo es tan jovial a veces como el que puedes sentir en la casa del amigo de la esquina que tiene una colección de acetatos del rock progresivo de los setenta, una botella de Jack Daniels sin destapar, dos chicas con onda y avispadas y tres porritos en un cenicero. Sí, hay mañanas tan agradables como inútiles.

Así que, halado por mi profesión, por el compromiso, tengo que buscar datos e ideas para que en el consejo editorial diario no me pillen desactualizado. Resistí a Darío Arizmendi dos días. En la Básica de Caracol pasa algo completamente diferente: la rigurosidad del director hace que delante de ti pasen, con la velocidad de una locomotora descarrillada, una sucesión de noticias inasibles, escupidas, sin gracia. Es un ruido que te taladra hasta el cerebelo. Como el adicto a la heroína quiero darme una pinchadita más y después huir y volver a la W, pero no, necesito ser fuerte, y entonces me aferro a una posibilidad más, Yolanda Ruíz en RCN, pero ahí se me despiertan los demonios que no veía desde la época del colegio, cuando me pillaban comiendo pasteles de pollo en clase y me llevaban a donde una rectora que siempre reconvenía a punta de moralejas. A mí no me gusta el periodismo que enseña, que alecciona. A mí eso me parece propio de los regímenes dictatoriales. A mí me caen gordas las rectoras de colegio y por eso solo soporté a Yolanda Ruíz una hora. Nunca cambié el dial a la F.M. o a Blu Radio porque tengo a Hassan y a Néstor Morales en Twitter y con eso me basta.

 

 

A veces pasan cosas. Como la entrevista de esta mañana a Piedad Córdoba,
como cuando Félix de Bedout arrincona a Uribe,
o Juan Pablo Calvás se rebela y quiere mandar al carajo a los que nos gusta el fútbol

 

 

No me quedó de otra. Volví a engancharme. A veces pasan cosas. Como la entrevista de esta mañana a Piedad Córdoba, como cuando Félix de Bedout arrincona a Uribe, como cuando una oyente se cansa de que Julito le cuelga, o cuando Juan Pablo Calvás se rebela contra el orden establecido y quiere mandar al carajo a los que nos gusta el fútbol, el ciclismo y se aferra a su Albert Camus y al empalagoso Tropipop. Sí, la implacable Carolina Sanín se los dijo a los de la Tele: Julio intimida, hipnotiza. La radio es voz e ideas frescas y la W tiene eso, así a veces Camila nos harte un poco por lo pacata que es, así se excedan con la pauta de Rolex, de Lamborgini y las referencias a Bangkok que, a mí en lo particular, me tienen sin cuidado, es un buen síntoma que la W arrase en la franja de la mañana. ¿Quién iba a pensar que, en medio de nuestra ramplonería, nos guste tanto la radio que hasta tengamos el buen gusto, el refinamiento, como para elegir lo mejor o lo menos pior?

 

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