La nueva temporada de Protagonistas tiene un casting de lujo que cualquier reality colombiano debería tener; bendecidas, guisos, ñeros, una trans, hijas de Dios, corronchos y hasta una modelo webcam que hace shows eróticos. Con solo haber visto el primer capítulo me atrevo a jurar que será un éxito. Esos son los personajes que nos gusta ver en pantalla únicamente para reírnos de su estrato y sentir que somos superiores a ellos. Ver este programa es casi un placer culposo que se hace en secreto; como el adolescente que ve porno a escondidas de los papás. Lo mismo pasa con Protagonistas. El programa refleja todo lo que somos como país, y que nunca vamos a aceptar que somos. En otras palabras, es el arribismo del colombiano lo que le asegura el éxito de este formato.
Pues bien, en alguna ocasión yo quise estar en esa misma casa estudio. Hice la fila dos veces, llegué hasta el filtro que salía en televisión, hice el oso y no me arrepiento de nada. No solo me gocé cada minuto de la experiencia, sino que conocí gente. Inclusive, algunas de esas personas que conocí en esas filas aún quedan como grandes amigos. La verdad es que si hubieran hecho convocatoria de ir a hacer fila este año, como en los anteriores, creo que yo voy únicamente por volver a hacer la fila. Aquí cuento muy rápidamente lo que viví en la temporada del 2012, cuando me arriesgué a materializar una idea que tenía desde niño: presentarme a un reality.
Era el 2012. RCN anunciaba una nueva temporada de Protagonistas, después del éxito que había sido la de 2010. Yo llevaba un año estudiando actuación al mismo tiempo que terminaba comunicación. Además, estaba terminando una pasantía en el área de libretos de RCN. Realmente, la prioridad era la actuación. La universidad solo me importaba terminarla para sacar el título porque ya faltaba poco. En Casa Ensamble, la escuela de Alejandra Borrero, que además sería jurado del programa, reinaba el pensamiento de que no debíamos presentarnos porque ella no quería gente de la escuela ahí. Además, algunos profesores nos decían que un actor de verdad no tenía por qué estar prestándose para eso. Las advertencias me entraban por un oído y salían por el otro. Tenía muy claro lo que quería y las razones para hacerlo pesaban más que todo lo anterior.
Tan decidido estaba que pagué un pasaje para ir hasta Montería a hacer la fila allá. La idea era presentarme en mi ciudad natal porque en Bogotá la competencia debía ser más dura. Creyendo eso me monté en un avión con mi audición cuidadosamente trabajada durante las dos últimas semanas y un formulario que llené con toda la sinceridad del caso. Al final no hice fila porque me vieron unos técnicos de la producción, me sacaron y me llevaron por toda la ciudad a grabar clips que serían emitidos al aire. Eso parecía ser un buen indicio. Sudé, me mojé y me quemé haciéndolo. Sin embargo, para sorpresa mía y de los compañeros de fila, me descartaron desde el primer filtro.
A Bogotá volví pensando en qué había fallado si la competencia era tan básica. Pudo haber sido los nervios que me traicionaron en la audición, el olor a mico que traía mi ropa húmeda, la ausencia de un disfraz como todos los que sí pasaban, mi sinceridad mencionando mi pasantía en RCN durante el último año, etc. El caso es que lo que haya sido, entendí que para pasar no valía el talento sino la magnitud del show que uno diera. A diferencia de muchos, yo tenía una segunda oportunidad en dos semanas y la iba a aprovechar.
Esta vez fui sin guion, ensayos o preparación. Me disfracé de niño, cogí una tortuga de peluche y me fui a “mamar gallo” al coliseo El Salitre. Cambié todo el discurso que había dado en Montería y después de una fila de siete horas, esta vez sí pasé los dos filtros del lugar. Había sido seleccionado para ir a los estudios de RCN a grabar la audición que salía en televisión. El desafortunado suceso cuando me pararon ante el jurado, no lo recuerdo muy bien. Tales eran mis nervios que si no es porque Sergio Osorio me preguntó por la sangre que recorría parte de mi pierna, a lo mejor no habría notado que al entrar dando un cuajo me corté con un vidrio de la escenografía en el piso.
Recuerdo que estando frente a ellos, después de terminada la audición, me quedé en silencio. Sentí que mientras yo era yo, ellos estaban representando un personaje que se activaba con la voz de un técnico que gritaba “grabando” y “corte”. Hoy entiendo que esas son las dinámicas naturales de cualquier programa. Sin embargo, lo más desafortunado que me quedó de toda la experiencia completa fue el comentario burlesco de Isabella Santodomingo diciendo que yo era “un niño rico dándoselas de actor”. Ese detalle –absolutamente pendejo- fue algo que me quedó grabado de por vida, porque no había nada más lejos de la realidad. De hecho, fue la oportunidad que vi en el programa de mejorar la situación de ese momento, lo que me hizo presentarme. Aunque el comentario haya sido desde el personaje de una vieja inmamable en una escena, ese día murió cualquier tipo de admiración que tenía por la señora Santodomingo. Con Alejandra Borrero tuve la oportunidad de hablar luego en la escuela, y por ella siento un aprecio muy especial que persiste hasta hoy.
La depresión post – protagonistas que sufrí durante la semana entrante a ese fracaso, fue cediendo junto con el nerviosismo que me producía la posibilidad de someterme al escarnio público en televisión nacional. En un punto se me pasó la pena y tuve ganas de ver cómo salió mi audición. Sin embargo, nunca la pasaron en tv. Años después intenté conseguirme el vídeo pero me dijeron que el canal había borrado todo eso porque no tenía capacidad de almacenar cada cosa que produce.
De ahí en adelante seguí con la prioridad de la actuación por un par de años más. Me involucré más con la producción de teatro que con la tv. Poco a poco una cosa fue llevando a la otra y sin darme cuenta terminé alejado del medio. Digamos que con menos esfuerzo se me abrieron puertas en otros lados y uno no puede ser ciego ante los mensajes de la vida.
En este momento ya no me metería a esa casa estudio. Ya quemé esa etapa de la vida. Sin embargo, gozo con cada temporada de Protagonistas desde afuera. Anoche viendo el primer capítulo me sentí como viajando cinco o siete años en el pasado, cuando la tv me despertaba emociones que hace rato dejó de transmitirme. Aquí donde estoy no puedo esperar para ver las mechoneadas y los cuchillos voladores nuevamente. En todo caso a Protagonistas tengo mucho que agradecerle; es la manera más efectiva de hacer que aflore el guiso que hay en mí.
Por @enriquecart