La singularidad es un elemento fundamental en la vida, no solo a nivel de biodiversidad en donde la naturaleza ha mostrado que la convivencia de seres diversos es posible y sobre todo necesaria, sino en las sociedades que en medio de la mixtura de razas y culturas crecen más sanas, más interesantes y más democráticas.
Ahora, la diferencia no se enseña, sino que se admite y se fomenta, aún en las plantas y en los animales. Cuando, por el contrario, se impone una especie sobre otra el total de la comunidad empobrece, pierde dinámica y puede llegar a extremos peligrosos de extinción.
Lo que sí se impone es la uniformidad, los clones, las sociedades igualitarias desde el punto de vista de la “norma”, del “deber ser”. Y para estas imposiciones hay que ejercer la fuerza bruta o la fuerza de ley, que prohíbe lo diferente supuestamente por ser un peligro.
Quienes así piensan, y fácilmente incluyo allí a Viviane a Carlos Alonso, con su recua de seguidores, pretenden establecer el monopolio de la paternidad y la maternidad en lo que ellos llaman la familia, sin tener ningún sustento científico, ni histórico, ni ético. Con esto quieren darle un golpe de gracia a una sociedad que estaba empezando a liberarse de tabúes y mentiras.
Empecemos por dejar sentado que para procrear no se requiere el matrimonio, ni ahora, ni nunca. Esta institución es más bien reciente en la historia de la humanidad que ha logrado crecer y multiplicarse desde las épocas del homo sapiens sin que un cura, ni un notario diera la bendición. Para tener hijos se necesita un ovulo y un esperma provenga de donde sea. Y debemos reconoce que en muchos casos no se tiene idea de donde salió el espermatozoide.
Para procrear no se requiere el matrimonio, ni ahora, ni nunca.
Para criar hijos tampoco se requiere que un cura o un notario de permiso
Para criar hijos tampoco se requiere que un cura o un notario de permiso. Los hijos e hijas se han criado en toda la historia de la humanidad por parte de diversos grupos. Muchas veces los infantes parte de una tribu era criados en colectivo o en otras situaciones provenían de un solo padre que tenía muchas madres para hacerlo, o de ayas que aportaban su alimento natural pero no eran madres biológicas.
En toda la historia de la humanidad lo que se buscó para el crecimiento balanceado de la población lo que se buscó fue un buen complemento entre la gestación de un menor y su protección, aportando a esta tarea las parejas como quiera que fueran y la comunidad o el Estado.
Pero en algún momento apareció la religión con sus dogmas y sus imposiciones a tratar de establecer como modelo lo que en el nuevo testamento se llama la “divina familia” que fácilmente podría equipararse a la “divina comedia” porque no es familia, no existió y se conformó por lo menos con tres o cuatro personas; la santísima trinidad que en ese momento no era de tres sino de dos (Padre y Espíritu Santo), el maltratado San José y María (Ninguno de los dos seres humanos de la Divina Familia fue padre o Madre biológica de Jesús. Si la Divina Familia pudo tener a José y María como padre adoptivos, no veo por qué no se pueda tener en Colombia una familia hecha de padres o madres no biológicas.
La tal familia que quieren imponernos Viviane y su ilustre segundo o tercer marido, no tiene sustento científico ni religioso. Es un invento establecido muchos siglos después de que los seres humanos habitaron la tierra y su existencia (la de la familia) no ha hecho que seamos mejores.
Y finalmente, aunque este asunto merecería una larga disquisición, queda el tema ético que se refiere a si los derechos del niño o la niña son a ser adoptados por una familia casada y constituida por hombre y mujer, o si esos derechos son tener una familia, conformada con personas en condiciones de dar amor y protección.
Esto es lo que busca prohibir el proyecto de la Senadora Viviane Morales, como nueva inquisidora o nueva Sabonarolla ya no de la iglesia Católica Apostólica y Romana sino de una que queda encima de una Roca. De esa familia no quiero ser, yo quiero ser diferente.
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