Ante el nacimiento de su primogénito con Clementina, Leandro Díaz ora a Dios en una de las escenas más preciosas que he visto en televisión; en el capítulo 46 Leandro agradece a ese buen Dios y lo hace sumergiéndose en un arroyo de aguas cristalinas.
Se entrega a ese Padre bueno y se hunde totalmente en Él. A pesar de la ceguera, del maltrato en su infancia, es capaz de descansar en Dios y a Él entrega el nacimiento de su hijo para que éste nazca con un corazón "alegre y conforme" , y pueda enfrentar este mundo hostil y agresivo para algunos.
Quien es agradecido por lo que recibe, como un regalo encuentra siempre algo nuevo por lo que puede dar gracias. La persona ingrata tiene siempre demasiado poco, nunca obtiene suficiente con lo que recibe. Leandro Díaz tiene siempre algo por que puede dar gracias. En él fluye la vida, la imagen del arroyo en movimiento es una metáfora de una existencia que se renueva y entiende que todo lo que está a nuestro lado posee una finalidad de aprendizaje.
El Talmud de Babilonia pide al ser humano que no piense sólo en lo bueno, sino también en lo malo con que se ha encontrado en la vida: “el ser humano tiene que dar a Dios tantas gracias por las cosas malas como por las cosas buenas que le suceden”. De hecho, sólo puede ser agradecido quien se detiene a pensar. Por eso Leandro, en un flash Back revive desde su nacimiento, hasta los momentos hermosos y difíciles de su vida.
Los desagradecidos no se acuerdan de los dones que han recibido, no hacen un alto en el camino para rememorar su devenir. Leandro en esa oración de reconocimiento da gracias y su devenir se transforma en el nacimiento de un ser que será el receptor de todo el amor que este cantautor tiene en su interior.