Las verdaderas preferencias sexuales de muchos ídolos vallenatos son un secreto a voces entre los conocedores de la cultura vallenata. Sin embargo, se trata de una música proveniente de una región machista, donde la homosexualidad es vista igual o peor que un crimen. Bien recordado es aquel incidente donde el hijo de un reconocido cantante vallenato se declaró homosexual y el ídolo tuvo una temporada sumido entre el alcohol y la depresión. En efecto, lo peor que le puede pasar a un padre vallenato es que un hijo le salga gay. Es tan grave ser homosexual en la región vallenata que prefieren un hijo ladrón o asesino antes que homosexual.
Es tal el rechazo de la cultura vallenata a la homosexualidad que en más de una ocasión para desprestigiar a un artista vallenato ponen a correr rumores sobre su posible homosexualidad. Todavía resuenan los gritos de Silvestre Dangond en Uribia: "Yo no soy marica, soy un varón, varón, varón" luego de que se corriera la voz de que había un supuesto vídeo donde se declaraba homosexual hace algunos años. El mencionado vídeo nunca apareció. Ni hablar de Fabian Corrales, reconocido compositor vallenato que fue golpeado por las malas lenguas al punto que las ventas de sus discos y presentaciones decayeron por cuenta del chisme. Bastante paradójico que Corrales sea quizá uno de los autores con tinte más machista en sus letras. Ni Diomedes Díaz, recordado por sus amoríos, se salvó, porque en su momento se llegó a decir que era pareja de su acordeonero, el Cocha Molina. Hasta al fallecido Martín Elías, después de muerto, le inventaron un supuesto amante que nunca existió. La información salió de un blog y fue atribuida a la periodista Graciela Torres. La mujer tuvo que salir a desmentir que ella había hecho tal afirmación.
Teniendo en cuenta lo anterior, es entendible que los verdaderos enclosetados del vallenato guarden su homosexualidad tras una imagen de mujeriegos y bebedores. Es como si su mismo público les obligara a hacerlo. A diferencia de lo que sucedió con cantantes como Ricky Martin, Juan Gabriel o Miguel Bosé, que después de declarar públicamente su homosexualidad sus carreras no sufrieron ningún daño, no hay certeza de que esto ocurra en el mundo del vallenato. Por lo tanto, les toca crear casi que un personaje público que, al mejor estilo de Diomedes Díaz, va enamorando fanáticas de caseta en caseta.
Sin embargo, los más grandes conocedores del vallenato saben que entre acordeones y tragos la homosexualidad es algo tan común como el fogaje de mediodía en la alta Guajira. Negarlo es como pretender tapar el sol con un dedo pero nadie se atreve a hablar de eso. Es como si la sola mención a esa posibilidad ya incomodara. La sociedad costeña quiere crearse una verdad para creérsela ella misma y se rehúsa a aceptar que la homosexualidad es algo tan antiguo como la raza humana y que está presente en todos los estratos, culturas y regiones del mundo. Ojalá que en algún momento las cosas cambiaran pero si eso ocurriera es algo que ninguno de nosotros vivirá para ver porque la región vallenata sigue enclavada en una homofobia tan ridícula como absurda.