Katia Burgos, la mamá de Nicolás Petro, siempre ha sido una mujer de bajo perfil. De su familia, aprendió a odiar cualquier tipo de ostentación. Sin embargo, al ver la mansión que Nicolás estaba construyendo en Villa Campestre, uno de los lugares más lujosos de Barranquilla, y por la que había desembolsado 1.600 millones de pesos, no dudó en afirmar que él tenía “gusto de traqueto”.
Durante todo el tiempo que demoró la construcción, Nicolás Petro mantuvo en secreto esta adquisición y en parte, por eso, las acusaciones de enriquecimiento ilícito de la Fiscalía General de la Nación en contra del también diputado a la Asamblea del Atlántico, fueron un golpe durísimo para Katia a sus 64 años de edad.
Nicolás Petro Burgos acababa de nacer cuando su padre militaba con el M-19. En un retén del Ejército en la ardiente Barrancabermeja, Gustavo Petro Urrego, quien contaba con 24 años, había caído preso. Estuvo unas cuantas semanas en esa ciudad antes de ser trasladado a La Picota en Bogotá. Hasta allí, Katia Burgos, una niña bien de Córdoba, iba cada domingo para ver al padre de su hijo.
Se habían conocido desde cuando eran niños en Ciénaga de Oro, el pueblo natal de Katia y Gustavo. El único abolengo que tenía el actual Presidente era ser el nieto de un rebelde garibaldiano que había arribado a Colombia a principios del siglo XX. Los Burgos, en cambio, tenían peso en ese Municipio.
Precisamente, uno de los lugares más bonitos de esa ciudad es la emblemática casa Burgos-Brun, que hoy en día, a pesar de su valor histórico, pertenece a la familia del hijo del presidente Gustavo Petro.
El hecho de haber quedado embarazada del muchacho guerrillero, le sirvió de excusa a la familia para defenestrar a la joven quien sólo tuvo un recurso: pedirle ayuda a su suegra, la mamá del hoy presidente, Clara Nubia Urrego, quien vivía en Cajicá, en ese clima de páramo que contrastaba y de qué manera con la calidez tórrida de Córdoba. Ella fue la mano que necesitaba y con su cuñado Juan Fernando, se convirtieron en su gran familia.
Petro le contó a su amigo Hollman Morris, en esa larga conversación que terminó convertida en el libro Una vida muchas vidas, que es lo más parecido a unas memorias, que siempre se sorprendió de esa relación porque era, según sus palabras, la historia de amor “del guerrillero que se lleva a la niña de clase alta”.
Los 18 meses más duros de la vida de Katia Burgos fueron los que estuvo Petro preso en La Picota. Hasta allá llevó a su hijo para que su padre lo conociera. En la conversación con Hollman Morris, Petro recuerda el momento en el que conoció al bebé: “Cuando lo recibí en brazos, sentí una impresión profunda. Me sorprendió que su mirada de bebé era muy triste”.
Al salir de la cárcel, Gustavo Petro fue asignado para operar en Santander. Hasta allá lo acompañaron Katia y su hijo. Sin embargo, la relación no funcionó. Ya Gustavo se había enamorado de otra mujer, Mary Luz Herrán. El resto sólo fue dolor. Petro tuvo otros cinco hijos más y en el momento en el que la justicia señaló a Nicolás Petro de haberse enriquecido ilícitamente, el actual Presidente de la República, fue tajante: “Yo no lo crie”. La brecha entre los Burgos y Gustavo Petro vuelve a ser ahora, más honda.