En la más reciente discusión creada por el trino del expresidente Álvaro Uribe, en la que calificó al periodista Daniel Sámper de "violador de niños" entró a terciar el Pastor carismático Oswaldo Ortíz.
El líder evangélico, quien no solo es defensor de la doctrina protestante, sino de la política de derechas presentó en un par de tuits su opinión pastoral sobre el incidente entre Uribe y su crítico de la prensa: "Si Daniel Samper es capaz de violar nuestra fe y nuestra libertad de conciencia es capaz que se atreva a violar cualquier otra cosa", afirmó Ortiz.
Si @DanielSamperO es capaz de violar nuestra fe y nuestra libertad de conciencia, puede que se atreva a violar cualquier cosa!
— Oswaldo Ortiz (@SuperOOTv) July 14, 2017
El tuit emitido el 14 de julio muestra tres aspectos preocupantes de la propaganda evangélica de derechas, que presentaré a continuación:
1. Satanización del no creyente
Para Ortíz y decenas de creyentes como él, las personas no religiosas, ya sean ateos o agnósticos, son carentes de toda regla moral y como afirma el Pastor Ortíz «es capaz que se atreva a violar cualquier otra cosa». Esta estigmatización y falsedad la repiten una y otra vez porque necesitan convencer a los electores que los religiosos en política son mejores, a pesar que los hechos nos muestran que ser religioso no necesariamente te hace un mejor ciudadano.
Basta recordar los cientos de casos de sacerdotes abusadores de menores de edad y encubiertos por la cúpula eclesiástica. Es así como la Diócesis de Líbano, Tolima batalla para evitar pagar indemnización económica por la violación a dos niños desplazados por la violencia y cuyo sacerdote Luis Enrique Duque fue escondido tras muros de la Iglesia en Ibagué por un año. Súmesele un caso similar en Cali, ventilado este año, y que sin duda influyó para que el Papa Francisco evitara visitar esta ciudad. El mundo evangélico no está exento de casos de abuso sexual, como lo atestigua el caso del pastor Álvarez Gámez en el 2015 en Nariño, o más recientemente, tan sólo cinco días, en la ciudad de Huancayo, Perú, donde el pastor evangélico Fernando Matos Paucar secuestró, violó y mató a una niña de ocho años.
Cabe señalar que ante los reclamos a la Iglesia Católica para que indemnice a los niños abusados por el sacerdote William Mazo, el pastor Ortiz salió a defender a su hermana iglesia bajo el flojo argumento de la “cristianofobia”.
Por otra parte, es importante mencionar que miles de personas no religiosas llevan sus vidas con honestidad siendo miembros positivos de sus comunidades.
Vale la pena señalar aquí unas palabras del Premio Nobel de Física Steven Weinberg “Con o sin religión, la gente buena hará el bien y la gente mala hará el mal, pero para que la gente buena haga el mal hace falta la religión”.
2. Confusión sobre la libertad de conciencia
La libertad de conciencia permite que cada ciudadano pueda actuar libremente conforme a sus convicciones sin poder ser coaccionado a lo contrario por terceros o el Estado. Así pues, ¿En qué momento las declaraciones de Daniel Samper han obligado a un evangélico a practicarse una eutanasia, dejar de asistir a su culto o negar la divinidad de Jesús?
El pastor Ortíz, y la inmensa mayoría del mundo evangélico y de clérigos católicos confunden la libertad de cultos con una inmunidad a ser cuestionados, y es aquí donde paso al tercer punto.
3. La militancia evangélica busca limitar la libertad de expresión
La carta de los sentimientos heridos sale a flor cada vez con más frecuencia por los evangélicos. Por medio de la censura a las columnas de opinión, caricaturas, obras de arte y demás, se busca crear un aura de invulnerabilidad a la crítica. Y es que aquello que no puede ser defendido por la razón, sino con la fe, ha encontrado en el inventado delito de la blasfemia, la mejor manera para callar a sus críticos.
Los temas sagrados y vedados solo lo son para aquellos que libremente han aceptado esos dogmas. En pleno uso de la libertad de expresión puedo criticar a las iglesias, como se crítica a los partidos políticos, a los dogmas religiosos como a las teorías económicas, a los pastores como a cualquier otro personaje de influencia. Un pueblo no es una democracia si no existe la libertad de criticar, e incluso burlarse abiertamente, de quienes ostentan el poder.
Puede que a los hinduistas les ofenda, pero comeré carne. Puede que a los testigos de Jehová les moleste, pero seguiré diciendo que tienen tantos cúmulos de profecías falsas como cualquier charlatán, y que su norma de prohibir las transfusiones de sangre es ridícula. Pueden que se ofendan todos, pero diré que la Biblia, Torá y el Corán son libros como cualquiera, y que aferrarse a ellos para crear normas es anticuado y estrecho de mente.
No existe el derecho a no sentirse ofendido. Los derechos son para las personas, no para las ideas. Las ideas y doctrinas todas se puede analizar, criticar, reformular, aceptar y rechazar. Las ideas no se respetan o se irrespetan, simplemente se analizan y debaten. Si las ideas fueran respetables, nunca podríamos haber cambiado nuestra concepción de que la Tierra era inmóvil porque había que respetar esa idea, y más aún sin textos de la Biblia, como la leyenda de Josué mandando a detener el Sol, lo enseñan.
Mientras no se impida a los religiosos la reunión para que celebren sus cultos o prediquen, no hay violación de la libertad de culto.
Nadie está violando los espacios “de la fe, de los cristianos, de los pastores” por disentir libremente de ellos, como tuiteó el Pastor Ortíz. Similar situación se vivió en Argentina donde el famoso sacerdote Jorge Gómez (llamado padre Pato) interrumpió una obra del grupo coral Lutherieces, llamado “educación sexual”, porque a su parecer insultaba su fe católica. Días después, y convergiendo en opinión con las recientes declaraciones del pastor Ortíz, afirmó: "La violación de la fe es peor que un delito, si una sociedad empieza a reírse de la fe, esa sociedad ya está destruida. La violación de la fe es diez mil veces peor que la violación de una hija".
El periodista danés Flemming Rose decía sobre el particular “Si un creyente exige que yo, un no creyente, respete sus tabúes en el dominio púbico, no está pidiendo mi respeto sino mi sumisión, y eso es incompatible con una democracia laica”.
Poder disentir de las religiones es un derecho, así para Oswaldo Ortíz y sus colegas sea blasfemia. Lo que si queda muy mal es rebajar los debates con las ofensas personales como lo hace el expresidente Álvaro Uribe, y cómo ahora sus defensores de las iglesias, apoyan y replican.