En Estados Unidos, según reciente informe del Wall Street Journal Américas, hay tanto queso que cada uno de sus habitantes necesitaría comer 1,36 kilos adicionales este año para balancear el mercado. A su vez la Unión Europea es el mayor contribuyente a los excedentes lácteos mundiales con un alza interanual de más de 5 % en la producción de leche desde la eliminación de las cuotas a finales de marzo del año pasado. “Los agricultores habían tenido todas las razones para expandirse debido a la sólida demanda global”, dice Shayle Shagam, analista de ganado del Departamento de Agricultura de EE.UU. “Pero ahora tenemos muchos productos buscando destino en una cantidad más pequeña de lugares”.
En otras palabras, tanto los estadounidenses como los europeos se están ahogando en queso. Pero no sólo en queso: en mantequilla y en leche en polvo. Y como es obvio, la pregunta que se hacen todos estos productores es ¿quién se va a comer mi queso? La respuesta que dan sus gobiernos para evitar todo tipo de recriminaciones o descontento por parte de los productores es: “Estos excedentes se los vamos a embutir, a las buenas o a las malas, a todos y a cada uno de los países con los que hemos firmado ‘Tratados de Libre Comercio’.” Muy seguramente las importaciones de los lácteos subsidiados y de sus derivados como el queso van a quebrar a los productores de queso de los países que se van a ver obligados a recibir las exportaciones de EE.UU y de la Unión Europea. Esto tiene sin cuidado a los gobiernos de estas naciones. Las reglas del comercio son inflexibles, y aquellos países que se atrevan a defender a sus propios productores serán marginados y multados. Lo que pretenden los que nos van a obligar a importar sus excedentes es que comamos queso y mantequilla, y tomemos leche en polvo, aunque terminemos tan pobres que difícilmente vamos a tener con qué pagarlo.
No sólo de queso nos quieren inundar,
sino de etanol subsidiado
que no tienen capacidad de consumir
Pero no sólo de queso nos quieren inundar, sino de etanol subsidiado que no tienen capacidad de consumir. Hoy en día se puede importar etanol (que se usa para mezclarse con la gasolina), solo en caso de que el país registre algún tipo de déficit. Sin embargo, las presiones de las autoridades comerciales de EE.UU. para colocar sus excedentes son gigantescas y algunos funcionarios dentro del Ministerio de Comercio de Colombia buscan abrirle las puertas a la importación del etanol, lo que no solo afectaría al sector industrial sino también a las metas de reducción de gases contaminantes. El gremio de los biocombustibles explica que la industria maicera de EE.UU. recibió subsidios del Estado por US$50 billones en los últimos 10 años, razón por la cual no compite en las mismas condiciones que la industria colombiana.
Andrés Espinosa, connotado experto del sector agroindustria, en su reciente columna de Portafolio, afirma: “En general, la propuesta del Ministerio de Comercio desconoce que las políticas de apoyo a la producción y la promoción del uso de biocombustibles en el país son de interés público, social y de conveniencia nacional; en particular, el proyecto soslaya los efectos positivos en materia de abastecimiento energético, sostenibilidad ambiental, desarrollo y empleo rural, relacionadas con el etanol producido en Colombia. La resolución en comento igualmente olvida que el alcohol de caña de azúcar colombiano, de acuerdo con un estudio contratado precisamente por el Ministerio de Minas y Energía, reduce en 74 % los gases de efecto invernadero, mientras que el etanol de caña brasileño los disminuye en 65 % y el etanol de maíz estadounidense los aminora en un irrisorio 10%”.
