Durante el periodo de aislamiento preventivo obligatorio en Colombia, el gobierno nacional expidió el decreto 507 para otorgar pautas a la Superintendencia de Industria y Comercio para hacer efectiva la regulación en los precios de alimentos de primera necesidad y elementos de aseo.
Si bien en la práctica esta medida ha funcionado, pues los precios tendieron a regularse, se debe considerar una visión más amplia en temas de especulación, porque se está presentando en todos los sectores de la economía un alza de precios de manera abrumante, la cual afecta directamente el poder adquisitivo del consumidor. Su nivel de utilidad y satisfacción se ven reducidos porque ahora con su ingreso monetario puede adquirir menos bienes y servicios.
A pesar de que el Banco de la República ha mantenido de manera controlada la inflación, los precios siguen subiendo y subiendo sin control alguno, bajo el modus operandi de “hay que recuperar lo que se perdió en la pandemia”. ¿Pero qué tan contraproducente puede ser para el consumidor final tener que soportar incrementos de toda índole para impulsar una economía estancada? Es muy perjudicial.
Al consumidor le toca el sacrificio de deshacerse de parte de su ingreso para cubrir la crisis económica generada por la pandemia, las malas decisiones en materia fiscal tomadas por el gobierno, la corrupción generada en el aislamiento obligatorio, la inflación especulativa, el incremento de servicios públicos, el incremento de útiles de aseo y el incremento en el valor de los alimentos.
¿Por qué únicamente estos agentes económicos son los que les toca los platos rotos de la crisis?
Se está viviendo lo mismo que se vive anualmente cuando se define el nuevo S.M.M.L.V. Se dispara el nivel de precios de la economía de una manera totalmente diferente y desproporcionada al incremento del salario, y lo que representaba un aumento en el ingreso para el trabajador, no alcanza para alivianar toda la carga que se recibe en egresos.
Hay claros ejemplos como los negocios informales, arriendos, alimentos, transporte, servicios públicos, entre otros. Muchos incrementos no se ajustan al incremento del salario.
Es por ello que urgen medidas de control. La especulación usurera se está convirtiendo pan de cada día y en una economía tan frágil como la colombiana, afectada por el más mínimo cambio del barril de petróleo o del dólar, pocos son los que resultan beneficiados, mientras que el común le toca subsanar las cargas económicas.