Ante la realidad de la pandemia del Covid – 19 que aumenta exponencialmente en el país, se ha desenmascarado la trama mentirosa sobre la cual se sustenta la vida en cotidianidad de la población: una guerra de clases sociales que lentamente se desata; desde las políticas de Estado, hasta el actuar inhumano en sociedad. Es por ello, que requieren especial atención las medidas tomadas por el Estado para afrontar y controlar la crisis nacional, que resultan inoperantes para las clases menos desfavorecidas, pero que, adicionalmente, generan un actuar ciudadano que reproduce la indiferencia social.
Aunque controlar la movilidad de las personas en las principales ciudades del país resulta, sin duda, la medida más aceptada para evitar la propagación y el contagio del virus; en la realidad cotidiana, la actuación de los gobernantes y sus palabras viscerales, pero no racionalmente prácticas, han derivado en la incredulidad y no acatamiento por parte de la ciudadanía. Pretender disminuir la libre circulación en Colombia, al igual que permanecer en “aislamiento preventivo”, si bien son políticas que pueden ser acordes a las necesidades de salud pública, requieren analizarlo desde una distinción de clases importante, en tanto un país que cuenta, tan solo en Bogotá, con 9.538 personas en condición de indigencia, según el DANE (2018), y que, para el 2016, se presumía eran más de 40.000 en todo el territorio nacional, no puede pretender que todos sus ciudadanos se abstengan de circular por las ciudades sin contar con ayudas económicas y sociales que lo posibiliten.
Es por esto que, ante dicha cifra, el numeral #YoMeQuedoEnCasa, ¿cómo opera? Esta, sin duda, es una de las incógnitas que el gobierno nacional, acompañado del ministerio de salud y de integración social, deberán responder y prever en una posible crisis epidemiológica que no puede ser indiferente ante las poblaciones desfavorecidas. Es por ello que impera destacar las medidas económicas y sociales, así como las posibles restricciones, que se adopten en función de prevenir y contener la propagación del virus en poblaciones vulnerables como habitantes de calle, personas en extrema pobreza y adultos mayores, particularmente aquellos que se encuentran en hogares de atención a la tercera edad.
Estos últimos, no pueden pasar desapercibidos, en tanto el informe del Instituto Superior de Sanidad señala que la media de edad de los fallecidos por Covid-19 es de 80 años, lo cual resulta normal debido al deterioro biológico del sistema inmune y respiratorio que pueden ocasionar efectos graves o decesos en esta población. No obstante, ¿deben las medidas gubernamentales hacer especial énfasis en el adulto mayor? ¿qué medidas ha optado el gobierno nacional para proteger y salvaguardar la vida de nuestros abuelos? Esta es una respuesta inconclusa por parte del gobierno nacional y que no pude pasar indiferente para la ciudadanía en general, y al cual requiere un análisis particular de los organismos estatales y de la comunidad nacional en pleno.
Desde hace varias semanas, los medios de comunicación han generado una cadena de pánico en la ciudadanía que parece ser incontrolable, sin embargo, lo que mas resulta angustiante es la forma en que se calma a la población en donde diferentes titulares, anuncian que la letalidad del Covid -19 se presenta, en la mayoría de los casos, en personas que hacen parte de la tercera edad; no obstante, ni el gobierno nacional, ni la sociedad colombiana, han mostrado señales de alerta, ayuda o solidaridad por nuestros abuelos. Una actitud indiferente que responde el individualismo de supervivencia propiciado pro la histeria colectiva.
De la misma manera, quiero dedicar especial atención al sistema de salud colombiano que, en ninguna medida, tiene la capacidad de respuesta, ni es comparable con el aparato hospitalario del gigante asiático. China, en medio de la crisis epidemiológica, dio una lección al mundo entero al demostrar que la inversión en materia de salud, ciencia y educación puede prevenir efectos catastróficos en seguridad pública, tanto para las poblaciones más vulnerables como para los mayormente favorecidos.
Sin embargo, para nadie es un secreto las deficiencias, casi inhumanas, que persisten en algunos hospitales de Colombia: trabas administrativas, insuficiencia médica, falta de insumos y equipos médicos por el desfinanciamiento, entre otras circunstancias que debilitan el aparato hospitalario, son aspectos que preocupan y condenan a los enfermos de nuestro país. Bajo ese panorama ¿Cuenta el país con la respuesta y cobertura suficiente para combatir un virus que aumenta exponencialmente?
En absoluto. El infectólogo Guillermo Prada (2019), en entrevista para noticias caracol, afirma que el país no cuenta con la capacidad de respuesta en el caso hipotético de una expansión de la pandemia al interior del territorio nacional. En su explicación, Prada plantea que “tenemos un problema grave porque no tenemos un numero de pruebas para el diagnostico disponibles”, al mismo tiempo que plantea dos puntos fundamentales sobre los cuales evidencia una problemática en el sistema de salud: En primera medida, anunciando que lo peor está por venir y solicitando la conciencia ciudadana, hace un llamado urgente al gobierno nacional para “que se haga acopió de respiradores” en tanto aquellas personas que padezcan sintomatología grave requerirán de un respirador y un equipo de cuidado intensivo, y de los cuales no se cuentan con suficientes. De la misma manera, plantea la necesidad de tener “hospitales de campaña” en tanto los hospitales en Colombia son insuficientes y “se van a necesitar en caso de que la pandemia se expanda como en España, Italia o Corea”.
Lo anterior, lo reafirma el científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo en entrevista con revista Semana (2019), en la cual menciona que el problema más grave de la pandemia radica en su aumento exponencial, pues denudaría la incapacidad de respuesta y posterior colapso del sistema de salud. Sin embargo, también rescata que la seguridad pública no solo pasa por el aparato hospitalario sino, además, por las medidas sociales que eviten el contacto social, el cierre del circulo epidemiológico de los infectados y la identificación de la red de contactos que ha tenido la persona contaminada con el Covid-19.
En ese sentido, la información anterior desnuda grandes brechas en las medidas optadas por el aparato estatal colombiano, el cual podría suponer incoherencias y poca razón en las medidas optadas; ejemplo de ello, radica en la capital colombiana en donde se adoptan medidas de aislamiento preventivo, se solicita evitar el contacto social a no menos de 2 metros entre personas, con un sistema de transporte absolutamente precario como Transmilenio, el cual es la fuente principal de transporte de los capitalinos, genera aglomeraciones constantes, satura de personas sus articulados y, además, según Red+, transportó cerca de 2’400.000 pasajeros diarios el año pasado.
Por su parte, estrategias como el teletrabajo, representan, también, otro claro ejemplo de desconocimiento de la realidad colombiana pues, al parecer, el Gobierno nacional ignora la imposibilidad de muchos colombianos para trabajar desde sus casas pues, en un gran número, dependen del “rebusque” y el sustento diario que consiguen para ellos y sus familias. Es incoherente, plantear propuestas que desconozcan realidad que anteriormente han presentado entidades el DANE, en las cuales se evidencia, según cifras presentadas por RCN radio, que para el 2019 se contaba con 5,6 millones de personas trabajando en la informalidad, además de las más de 3,5 millones de personas en condición de extrema pobreza y las cerca de 13 millones en pobreza monetaria como lo enuncia también la revista dinero.
En esa misma línea podríamos plantear un sinfín de estrategias que, desde la óptica de un ciudadano, y en el uso del “sentido común”, parecen no tener una razón en el seno social sino una obediencia a la improvisación y la emoción de la histeria colectiva. Sin embargo, no solo el gobierno nacional parece no estar a la altura, pues la pandemia a desnudado en la ciudadanía colombiana algunos aspectos que responden a la falta de información en el tema, pero, también, a la inhumanidad frente al más desfavorecido.
El acaparamiento de los alimentos no perecederos, las enormes filas en supermercados y las múltiples discusiones por conseguir algún producto de aseo retratan una escena que pareciera anteceder una guerra nuclear; sin embargo, no lo es. No se trata de un conflicto bélico en el cual la ciudadanía debe proveerse de alimento suficiente por años, tampoco se hace necesario acaparar los elementos de aseo como jabón, gel antibacterial, desinfectantes y papel higiénico. No acudamos a la histeria colectiva que desata lo más perverso de nuestra inhumanidad porque, en una realidad pragmática, son los adultos mayores quienes requerirán de manera imperante de mayor asepsia en sus rutinas diarias.
Ahora bien, no malinterpreten lo aquí mencionado, no se trata de evitar comprar los elementos necesarios, sino, por el contrario, de ser racionales en su adquisición, pues, si se quiere prevenir el contagio, se hace necesario que toda la población colombiana, o por lo menos en su gran mayoría, tengan acceso a elementos de desinfección. De la misma forma, parece salir a flor de piel, por parte de algunas farmacias y farmacólogos del país, aquella “malicia indígena” que tanto nos caracteriza y que, lastimosamente, tanto daño nos hace; para la realidad actual, se ha convertido en un común denominador escuchar las denuncias que realizan los colombianos frente a la elevación de los costos en materiales como tapabocas, antisépticos, antibacteriales, alcohol, entre otros, que reduce significativamente el poder adquisitivo de aquellas clases menos favorecidas que, al igual que los demás colombianos, requieren y merecen contar con los elementos preventivos para esta pandemia.
Es por esto que, desde el aislamiento preventivo que venimos cumpliendo algunos ciudadanos y ciudadanas del país, hago un llamado al gobierno nacional a tomar las medidas correspondientes al favorecimiento de las clases menos favorecidas, respondiendo a sus necesidades básicas y priorizando en la protección y defensa de su vida. Por otra parte, también pretendo llamar a la reflexión por parte de la ciudadanía para que no desatemos, de manera inhumana, la pandemia de la indiferencia y falta de solidaridad social; más que nunca, este es un momento para crecer como nación, donde debemos fortalecernos en colectivo, acudiendo a los llamados y directrices que hace el Ministerio de Salud, pero también respondiendo a nuestra humanidad con los más favorecidos.
No debemos recaer en la histeria colectiva. Pensemos como país, evitemos acaparar en gran masa los elementos de sanidad requeridos y acudamos a la colaboración y humanidad que como pueblo nos pueda caracterizar porque la individualidad será siempre autodestructiva para cualquier grupo social. “Nuestros miedos no detienen a la muerte sino a la vida” (Elizabeth Kúbler).