En Colombia, hasta hace pocas generaciones, tuvimos héroes americanos y, en los últimos siglos, instaladas en nuestras mentes, la moral de familia y de religión; todo importado. Que eso sea bueno o no daría para un tema a tratar en banal discusión o desde un hemiciclo.
Hemos vivido en un país violento, de variopintos grupos extremos patrocinados por minas de oro blanco con manejadores invisibles que aún yacen impunes.
Hoy, con los acontecimientos de Afganistán y una de sus tribus guerreras imponiendo la teocracia islámica con su ley sharía, sentimos cierto miedo irradiado por las noticias diarias que hasta nos hacen creer en un devenir de “estar más aterrorizados”.
La verdad es que nada sabemos de esa metástasis afgana hacia el mundo, lo que aquí sí se siente es el tufillo distinto de estar menos protegidos o no escuchar ese eco de "hay un policía del mundo que enfrenta las cosas de este tipo".
¿Y eso por qué? Porque el gringo se desganó. Entonces, pareciera que ya no podemos descansar de esa búsqueda protectora, como lo hacíamos en nuestros juegos infantiles, contando con Batman y su Robin, Superman u otros.
Ante tal desnudez causada desde la distancia, solo nos queda evocar a nuestro único héroe latino, ¡el chapulín colorado!, diciendo: ¡Oh! ¿Y ahora quién podrá defendernos del tal-iban?