Cuando leemos un texto distinguimos por un lado las ideas desarrolladas y por el otro, la forma en que se exponen. A la unidad indisoluble entre forma y contenido apelamos en infinidad de ocasiones; por ejemplo, cuando hablamos del ser humano, para algunos un compuesto de cuerpo y alma y para otros simplemente un individuo, una persona. En la antigua Grecia, los atenienses se preocupaban más por el desarrollo de la inteligencia mientras los espartanos lo hacían por el cuerpo. En mi juventud se enfatizaba más en la forma de expresar o redactar las ideas que en la esencia de las mismas. Si cada persona es un todo, no debe anteponerse la forma al contenido y viceversa. Veamos otros casos concretos:
Lo que habitualmente ocurre en la sociedad capitalista, en su afán de fabricar mercancías, es que se privilegia lo adjetivo a lo sustancial, lo superficial a lo esencial, la forma sobre el contenido. Aquí es más importante la apariencia física que la salud: mucho mejor un busto conquistador o una cola atractiva que una sana alimentación; si no hay dinero para adquirir un libro, por lo menos que lo haya para un peinado bien sofisticado o unas uñas bien decoradas o un tatuaje original y llamativo, para la blusa que vi en Falabella y para unos zapatos altos que me hagan parecer más alta; no se practica el deporte como beneficio para la salud humana sino porque hay que competir para superar a otros a cambio de una beca, de una medalla o de un premio. La misma lógica para todo, hasta para escoger un candidato presidencial, como “en tierra de ciegos el tuerto es rey”, interesa más la coima, por pequeña que sea, que el programa de gobierno.
Esta enseñanza viene desde el Estado, desde arriba, desde la institucionalidad mercantilista, capitalista. Todos sabemos que las abejas polinizan lo cual es necesario para la reproducción de las plantas, en la actualidad ya ha desaparecido en Colombia un tercio de ellas, ¿le importa eso al gobierno? Ni m… Lo primordial es fumigar los cultivos comerciales (café, plátano, cítricos, …), que se mueran las abejas, bien duro que pican. ¿No sería preferible fumigar con drones en vez de hacerlo con avionetas, o investigar más sobre insecticidas y fungicidas y utilizar sólo los inofensivos para las abejas? ¿O le obedecemos ciegamente a Monsanto, Bayer…? Los ambientalistas no son escuchados cuando insistentemente rechazan la tala indiscriminada de los bosques, la permisividad con los cultivos de coníferas exóticas, perjudiciales para nuestros ecosistemas, la excesiva potrerización del territorio, el uso de la técnica del fracking para extraer combustibles fósiles, la arrasadora y contaminadora minería a cielo abierto, la peligrosa agricultura transgénica. Si existen alternativas ecológicas, saludables, ¿por qué no emplearlas, así no se logren elevados ingresos monetarios?, ¿por qué los economistas no cuantifican los daños causados al medio ambiente y cortan cuentas con los ingresos obtenidos a costa de dichos daños antes de calcular los presupuestos?
La ambición de acaparar antepone siempre lo superficial a lo esencial. El huracán Irma nos dejó varias lecciones, entre ellas la diferencia entre la prevención de los cubanos y la de los gringos, los primeros más humanos que los segundos. Todo desde la filosofía de sus respectivos sistemas socioeconómicos.
Es obvio que toda persona quiere diferenciarse de los demás, resaltar su individualidad; que la lúdica es una forma de superar la vital monotonía cotidiana, que nuestra cultura analógica tradicional se está derrumbando, que los empleos tradicionales están desapareciendo en el mundo electrónico y digitalizado de hoy, que cada nuevo día es más incierto el mundo que les tocará vivir a los humanos dentro de pocos decenios. Por estas razones no deberíamos acelerarnos tanto, frenar el desarrollismo, armonizarnos con la naturaleza, disminuir el crecimiento demográfico, evaluar y prevenir por anticipado las consecuencias de los nuevos inventos y tecnologías. Hagamos un alto, meditemos y resolvamos estos problemas antes de continuar nuestro viaje terráqueo.