“A mi me duele mi comadre Carmen Quintana, porque a su hijo en este barrio yo lo vi nacer, pero llegaron unos asesinos y acabaron con él. Cuando Orlando estaba vivo, tenía amigos a montón, y ahora que está muerto, no van al cementerio ni a llevarle una flor. Por eso es que yo digo, que esta vida no vale nada, porque la vida comienza llorando, y así llorando se acaba”.
Así canta Maria Charris, una humilde anciana oriunda de Tenerife (Magdalena), recordando a Orlando “el Negris” Sandoval, el segundo alcalde asesinado de ese municipio (el primero fue Anwar Rivera en 1992), cuando le faltaba tan sólo una semana para entregar el cargo.
Era el 23 de diciembre del año 2000, y el Negris estaba celebrando la navidad en Barranquilla. La version más difundida indica que un grupo de amigos lo fue a buscar, saliendo vía marítima hacía Tenerife, y de allí arrancaron por carretera hasta Chivolo, para darle el pésame a su alcalde, apellido Orozco, por la muerte de su padre.
Entre Plato y Chiná, unos encapuchados que se identificaron como de las autodefensas, detuvieron el auto y se llevaron secuestrado al Negris. Eran las 5:30 de la tarde. Su cadáver maniatado apareció a las 10 de la mañana del día siguiente cerca a Apure, corregimiento de Plato. Un tiro en la cabeza acabó con la vida del alcalde de Tenerife. Tenía tan sólo 43 años.
Nada presagiaba ese triste final. El Negris, quien era llamado así por ser el más morenito entre sus hermanos, nació en el popular Barrio Abajo, y fue visto como un ejemplo de superación, ya que siendo de extracción muy humilde, logró llegar al más alto cargo del municipio. Estudió licenciatura en física y matemáticas en la Universidad del Atlántico y entró muy joven a la política, llegando al concejo municipal durante cuatro periodos consecutivos. Es recordado por los tenerifanos como una persona que no generaba oposición alguna por su carisma y afán de equilibrar fracciones contrarias. Era jocoso, cariñoso, jugueton, familiar, y parecía no tener enemigos.
Todas las fuentes consultadas coinciden en que era una persona muy alegre, muy divertida, con sentido del humor, mamador de gallo. En las parrandas era el alma de la fiesta, tocando la guacharaca y cantando canciones de Los Hermanos Zuletas, de Alfredo Gutierrez y muy especialmente El Viejo Miguel, su favorita. Afiliado al partido conservador, era hijo de Juan Sandoval y Carmen Quintana.
Estaba casado con Maria Nina y tuvo dos hijos varones, ambos llamados Orlando, como él.
Obtuvo la candidatura del MIM (Movimiento de Integración Municipal), en una consulta popular, derrotando posteriormente a Moises Ospino, quién quería repetir alcaldía.
Se cuentan entre los logros de su administración, la construcción del parque San Sebastian, que ahora está en ruinas; la saneación financiera del municipio; la instalación de las maquinarias y albercas que prestan actualmente el agua potable; la construcción del polideportivo, de la escuela El Carmelitano, la pavimentación de dos calles largas del municipio y sus respectivos callejones. Instaló dos terminales fluviales a modo de muelle (que se hundieron por falta de mantenimiento de sus sucesores). Firmó un convenio con la Universidad del Atlántico, para instalar el programa semipresencial de estudio en el municipio.
Construyó la avenida del Estudiante y la urbanizacion Villa Lya, que fueron 30 casas de interés social entregadas sin cuota inicial.
Ejerció una inusual alcaldía con política de puertas abiertas para todo el mundo, tanto en la oficina como en la casa, por esto la gente entraba y salía permanente y libremente como “perro por su casa”, sin guardias que impidieran acceder al alcalde, incluso lo importunaban con peticiones, quejas y reclamos cuando desayunaba, cuando se estaba duchando, de día y de noche. Si no tenía una solución inmediata, su respuesta era: “Te tengo pendiente”. La petición más común era la de dinero. Se dice que llegaba al extremo de dar siempre hasta lo último que tenía en los bolsillos.
Las teorías de su crimen son muy variadas, desde que sus enemigos políticos lo calumniaron y lo indispusieron con los paramilitares para sacarlo del camino, hasta que sencillamente fue ajusticiado porque no le pagó vacuna a las autodefensas. Pero la verdad es muy difícil saberla, ya que 12 años después no se ha podido aclarar la identidad de los autores materiales e intelectuales del crimen.
A pesar de la multitud de pedigueños que día a día se apostaba a las afueras de su casa a pedir favores, muy pocas personas acompañaron el cadáver del Negris hasta su última morada. Sus restos mortales fueron trasladados a Barranquilla vía marítima, velados en la funeraria Los Olivos y enterrados discretamente en Los Jardines del Recuerdo, donde actualmente reposan.
“Ya no se escucha el canto de dos amigos, el uno se llamaba Orlando y el otro Ramiro”
Siete meses después, murió abaleado en la ruta entre Plato y Tenerife el defensor del pueblo, Ramiro Hernandez, amigo entrañable de toda la vida y compañero de parranda del Negris Sandoval. La vida jamás fue la misma de allí en adelante. Algo murió para siempre en el alma de los tenerifanos.
Si Anwar Rivera y Ramiro Hernandez eran considerados las dos mentes más brillantes de esa generación, El Negris era la única figura moderadora y conciliadora, capaz de unir fracciones irreconciliables, con la que contaba la política local.
En Tenerife (Magdalena) lo peor no es el miedo, sino la ferrea ley del silencio. Paz en sus tumbas.
