“Una vez vi a Santiago, mi hijo de cuatro años jugando con pistolas imaginarias y diciendo ‘yo voy a matar a los malos, voy a matar a los malos’. A mí eso me movió el corazón y le dije: ‘¿Cómo así que vas a matar a los malos? ¿Cuáles? ¿Quiénes son los malos?’. Entonces me respondió: ‘A los que se llevaron a mi papá, yo los voy a matar’, respondió mientras seguía jugando. Yo me quedé pensando, no quiero hijos con resentimientos en el futuro. Pero para vivir sin rencor hay que sanar y perdonar y para lograrlo primero tiene que haber verdad y justicia. Necesitamos que se sepa ¿qué fue lo que pasó? y ¿quiénes fueron? Porque en este momento ni siquiera sabemos a quienes perdonar”, Dice María Isabel, esposa de Jairo Alberto Zapa Pérez, exdirector de regalías del departamento de Córdoba, quien desapareció el 27 de marzo del año 2014.
El cuerpo de Jairo Alberto fue hallado el 6 de agosto de ese mismo año con señales de estrangulamiento en zona rural del Pueblo Nuevo muy cerca de una de las fincas del papá del gobernador Alejandro Lyons. Jairo empezó a trabajar para la gobernación en el año 2012, primero como asesor y luego por su intachable hoja de vida fue escogido como director de regalías del departamento de Córdoba, uno de los más beneficiados del país con un presupuesto de 120 mil millones de pesos. “Jairo entró a trabajar feliz -recuerda su esposa- para él fue todo un reto porque la oficina le tocó crearla, estaba tan contento que estudiaba súper juicioso, se leía todas las normas, se leyó los planes de desarrollo del departamento, la agenda de competitividad, todo el plan que tenía Alejandro Lyons para la gobernación”.
Después de completar un año en el cargo, Jairo Alberto Zapa llevó a Córdoba a ser uno de los departamentos con más proyectos aprobados en el país. En la oficina se sentía un ambiente de mucha confianza y sobretodo solidaridad, pues le ayudaban a todo el que fuera a pedir ayuda. A Jairo no había quien le refutara algo en los proyectos que formulaba y si por alguna razón no le aprobaban alguno, hacía las correcciones que fueran necesarias y volvía a sustentarlo hasta lograr la aprobación.
Pero lo que más lo emocionaba de su trabajo era lo que estaba por venir, Jairo estaba lleno de expectativas, soñaba con ayudar a Córdoba que junto a Chocó son los departamentos con mayor índice de pobreza según el Departamento Nacional de Planeación. “Él me decía: ‘la ejecución nena, la expectativa se define es en la ejecución, ahora viene lo bueno, lo que realmente va a pasar, si logramos hacer realidad todo lo que estamos proyectando para el departamento esto tienen que cambiar’, pero hasta ahí le llego el sueño”, recuerda la viuda.
A partir de ese momento no volvió a contarle nada del trabajo a su esposa. Se apartó, empezó a verse nervioso, bajo mucha presión e invadido por el desasosiego. María Isabel empezó a sospechar que algo pasaba. Jairo viajaba cada 15 días y cuando estaba en la casa, la situación era tan tensa que ni podía conciliar el sueño. Se despertaba entre las dos y las tres de la mañana y se ponía a leer revistas pues no volvía a conciliar el sueño, otras veces le pedía a su esposa que rezara un rosario. Pasó así semanas enteras.
“Jairo era un hombre de mucho carácter, lo que se proponía lo lograba, era perseverante, sagaz y muy inteligente, organizado y juicioso con sus cosas. No lo iban a manejar como un muñeco tan fácilmente porque Jairo Alberto era bien fregado, tenía su carácter, por eso pienso yo que lo sacaron del medio”, cuenta María Isabel, para describir al hombre que conoció en 2005 trabajando en temas ambientales donde encontraron la afinidad que se transformó en amor y que sellaron con su matrimonio un año después.
Fue más técnico que político y eso acrecentaba su frustración porque todas las expectativas que él tenía en la ejecución, realmente no interesaban. Aunque seguía sin contarle a su esposa nada del trabajo pero un domingo cualquiera no aguanto más y le dijo: “Estas son las vainas que a mí no me gustan. Estas son las güevonadas que me decepcionan. Es que siempre prevalece la política sobre lo técnico”, decía mientras colgaba furioso el teléfono.
En esa ocasión le contó lo decepcionado que se sentía pues lo estaban presionando para desviar el dinero de un proyecto de telemedicina y destinarlas a un proyecto que beneficiaría al senador Bernardo “Ñoño” Elías, cuñado del gobernador. María Isabel le sugirió a Jairo que renunciara como intuyendo que algo malo podía pasar. Su esposo ya no era el mismo. Pero Jairo pensó en el porvenir de sus cuatro hijos y no se atrevió.
La intuición se convirtió entonces en el arma de María Isabel y sus hijos para buscar respuestas. El día que Jairo desapareció, ella aún sin saberlo empezó a llorar desconsolada mientras escuchaba la canción Al final de Lilly Goodman. Desconfió siempre de cualquiera que se atreviera a decir algo de Jairo con la única esperanza de mantenerlo vivo, hasta intentó buscarlo, pues personas cercanas a su grupo de oración le decían que Jairo estaba rodeado de agua. Buscó y buscó pero Jairo no apareció. Hizo múltiples duelos con cada versión que contó el equipo de trabajo de Jairo, “su gente de confianza”, quienes al parecer lo traicionaron y se atrevieron a decir que su muerte se debía a un crimen pasional para desviar la investigación y salvar su pellejo.
María Isabel aún confía en la honradez de su esposo y por eso decidió atar cabos por su cuenta. Habló con Jesús Henao, uno de los implicados y favorecido con jugosos negocios pagados con el dinero de las regalías. Henao un día se acercó a ella para ofrecerle 2000 millones de pesos para que le diera a conocer si tenía en su poder los archivos digitales que guardaba su esposo en alguna parte. Así mismo le insinuó, cuando aún Jairo seguía desaparecido, que no lo buscara más porque ya estaba muerto. Henao hoy está en la cárcel. María también habló con el gobernador Alejandro Lyons, quien se le ofreció seguridad llenando su casa de cámaras de vigilancia. Habló con Mara Bechara, quien postuló a Jairo para el trabajo de director de regalías. “Metiendo la agujita para sacar agujón empecé a darme cuenta de qué tan grave era la situación, era más grave de lo que pensé”, cuenta María Isabel.
Ella entonces recogió toda la información que pudo entre los papeles que Jairo, tan organizado siempre, había dejado y decidió entregarlos a los investigadores del caso. Los primeros días de mayo del 2014 hizo una ampliación de su declaración y entregó toda evidencia posible. Tan solo 20 días después fue amenazada. Y yo estaba entrando a misa en la iglesia de Las Clarisas, cuando fui abordada por un hombre en una moto, con un casco y unas gafas que no permitían ver su rostro, y me dijo que retirara la denuncia del caso de mi esposo porque de lo contrario mi abogado y yo seríamos asesinados”. María Isabel con sus cuatro hijos tuvieron que huir lo antes posible de Montería, atrás quedó su casa, los amigos, el colegio de los niños y hasta los juguetes. Atrás quedó su vida. María Isabel ya no solo era víctima sino también testigo.
Periodistas de la región se acercaron a la viuda y le contaron de supuestas presiones para acelerar el preacuerdo que beneficiaría a Joycer Hernández, confesó asesino, para ser condenado por homicidio simple a cambio de dar información sobre el paradero del cuerpo de Zapa. También le hablaron de dineros que empezaron a aparecer para bajarle el tono al caso y archivarlo. Hasta le insinuaron que había un magistrado involucrado.
María Isabel quien hoy es padre y madre, víctima y testigo, tiene claro que se enfrenta a algo comparado con un monstruo de mil cabezas. Los nombres exactos de los implicados en el asesinato y desaparición de su esposo no están del todo claros, pero es seguro que el apellido es “corrupción”. A pesar de la lentitud de la investigación se presume que la muerte de Jairo está relacionada con un “carrusel” de contratos similar al ocurrido en Bogotá.
A su lado está Carlos Arcila, abogado de la Mesa de Derechos Humanos del Valle de Aburrá y de la Corporación Jesús María Valle quien sabe más que nadie las dimensiones del caso. “Lo que estamos buscando es que no haya impunidad. Desde que el caso Zapa llegó a Bogotá ha habido cambios importantes aunque no se ha logrado avanzar mucho”, dice el abogado Arcila. Hace apenas unos días se dio respuesta a la apelación instaurada tres meses atrás por la defensa del confeso asesino, lo que da a la familia de la víctima la esperanza de más avance en la resolución del caso.
Pero la preocupación continúa. Para el abogado Arcila: “Hay un poder económico y político que trasciende el gobierno de Córdoba y alcanza al gobierno nacional. El caso es de interés nacional y aunque han intentado desviar la investigación aludiendo a un crimen pasional, queremos llegar a la autoría intelectual de la muerte de Zapa y lograr que se investiguen otras personas que siguen con el carrusel de la contratación y la corrupción en ese departamento”.
Ya se cumplió un año del asesinato de Jairo Alberto Zapa Pérez. A su viuda las lágrimas le brotan pero aún le brillan sus ojos cuando habla de Jairo. Esta mujer fuerte y valiente ha mantenido su sonrisa en medio de la adversidad y cada día que pasa le explica a sus hijos por qué los policías los siguen a todas partes, por qué no pueden salir tranquilamente a montar en bicicleta, por qué su papá ya no puede estar en los cumpleaños, ni en los partidos de fútbol, ni se puede sentar con ellos a jugar o a hacer tareas. “Hay cosas más valiosas que el dinero, pues el dinero podrá comprar momentos de alegría pero nunca la felicidad. La felicidad es un proceso que se construye todos los días. Eso lo he aprendido con mis hijos en este proceso” dice María Isabel mientras recuerda a su esposo.