En el 80 aniversario de la tragedia, que rodea la muerte de Federico García Lorca, no falta una compleja trama de quiénes fueron sus ejecutores. Miguel Caballero, autor de la investigación “las 13 últimas horas en la vida de García Lorca”, recuerda a Público que “el asesinato del poeta tuvo su origen en rencillas privadas, lejanas a posicionamientos políticos y a otras causas más impersonales y más frías, macerada en la cuba de los odios y las venganzas familiares”. Aunque el poeta tampoco pudo librarse, en medio de tales circunstancias, de su fusilamiento, por aplicación de bando de guerra, en la madrugada del 18 al 19 de agosto de 1936. La actuación de cada uno de los implicados comienza el 16 de agosto, día de la detención. Aquella Granada, sumida en el terror, llevaba tomada casi tres semanas cuando Federico es detenido en la casa de los Rosales.
Los ordenantes de la detención: Velasco Simarro y Valdés Guzmán
Nicolás Velasco Simarro estaba retirado al inicio de la sublevación. Con el alzamiento militar en Granada, es nombrado por el nuevo gobernador, Valdés Guzmán, secretario particular. Caballero apunta, en su investigación, que su mano de hierro permitió que “fuera de facto gobernador civil durante muchos días en el período que va desde el 21 de julio de 1936 a noviembre de ese mismo año, meses en que la represión, los fusilamientos y las desapariciones alcanzaron su punto álgido”. Se caracterizaba por su extrema dureza, teniendo una importante cercanía con la familia Roldan, primos rivales de los Lorca.
Simarro fue “dueño del destino del poeta en el tiempo que medió entre su detención y su traslado a Víznar” tal y como apunta el investigador, permitiendo además la participación de miembros de las Escuadras Negras falangistas en el momento de su asesinato con la participación de un personaje tan relevante como fue Trescastro.
La figura del gobernador civil Valdés Guzmán sembró de dolor y muerte la ciudad de Granada. Tal y como demuestra el registro en el cementerio municipal entre el 20 de julio del 36 y marzo del 37, ordenaría el fusilamiento casi 4.000 personas.
Históricamente se ha sostenido que fue Valdés quien dio la orden de ejecución del poeta, sobre la base de una denuncia del político Ramón Ruiz Alonso. Otras versiones, tal y como apunta Caballero, descargan a Valdés de responsabilidades. “Se puede pensar que no tuvo participación en la detención del poeta, lo que no quiere decir que no tuviera conocimiento días antes, ya que se había reunido con la familia Roldán (rivales históricos de Lorca) y había decidido molestar y amedrentar al poeta” en la Huerta de San Vicente, lo que provocó que se refugiara definitivamente en la casa de los Rosales el 9 de agosto.
Los que efectúan la detención: Ruiz Alonso, Martín Lagos y Trescastro
Ramón Ruiz Alonso pertenecía al partido de Acción Popular, liderado por el derechista Gil Robles. Caballero recuerda que “permaneció en Granada preparando lo que ya sabía que sería la sublevación militar”. En 1956 reconocería al primer investigador lorquiano, Agustín Penón, que “la orden de detención del poeta se la da Velasco Simarro en ausencia del gobernador Valdés”.
Ruiz Alonso no estaba al tanto de las viejas rencillas familiares que mantenía la familia Lorca. Uno de sus acompañantes en el momento de la detención, el falangista Trescastro, sí era consciente de toda la trama, lo que hace pensar que Ruiz Alonso fue, según señala Caballero “manipulado, aunque la detención de un personaje público como Lorca le motivara por puro afán de protagonismo”.
La documentación encontrada señala que Ruiz Alonso redactaría previamente en el Gobierno Civil una denuncia con el paradero del poeta, lo que dejó luz verde a Simarro para ordenar la detención y posterior fusilamiento de Lorca.
Alonso se personaría, a primera hora de la tarde del 16 de agosto en la calle Ángulo número 1, domicilio de los Rosales. Llevaría personalmente, en un coche Oakland al poeta desvalido a Velasco al Gobierno civil. No se conoce a día de hoy que lo llevó a tal acción en contra del poeta, aunque sus rencillas con Fernando de los Ríos pudo ser determinante por su importante unión con Lorca. El investigador Gibson, apunta que en aquella supuesta denuncia diría de Federico: "Había hecho más daño con la pluma que otros con la pistola".
Trescastro, fue otro de los protagonistas de la histórica detención, junto al falangista Martín Lagos. Caballero apunta que “es de dominio público que se vanaglorió de haber asesinado a Lorca”.
Su entorno cercano a la familia Roldan lo hacen una figura no poco relevante en la muerte del poeta. Además era miembro de las conocidas “escuadras negras” falangistas en el momento de la ejecución. “Actúo de forma autónoma y responsable sabiendo la repercusión posterior de sus acciones”, señala Caballero. La participación de Trescastro, según los testimonios recogidos, fue más allá, participando en el fusilamiento de Lorca. Un testigo aseguró una frase que aún resuena en el terrible cerco de muerte del poeta. “Yo mismo le he metido dos tiros por el culo”.
La “vinculación” de los hermanos Rosales
La familia Rosales estaba compuesta por cuatro hermanos, José, Luis, Miguel y Gerardo Rosales. José fue el falangista más significado de todos los hermanos. El mismo Primo de Rivera le nombró jefe provincial de Falange. Caballero apunta que “no solo participó en la sublevación, sino que con anterioridad fue el enlace directo del jefe de Falange Primo de Rivera con los sublevados granadinos, principalmente con Valdés Guzmán, con el que mantenía una buena relación de amistad y camaradería”.
El hermano más cercano a Lorca fue Luis Rosales, también poeta, que ingresaría en Falange el mismo día de la sublevación. En declaraciones al periodista Molina Fajardo en 1969, éste relataría todo lo relacionado con la detención de Lorca. Caballero recoge que “en el día de su detención, 16 de agosto, él se encontraba en Motril. Esa noche fue al Gobierno Civil para interesarse por su amigo el poeta, en unión a sus hermanos José y Miguel. Mantuvieron una discusión con Velasco Simarro y realizaron una declaración sobre la permanencia del poeta en su casa”. Aquel desencuentro tuvo un alto precio para Luis, ya que estuvo a punto de costarle la vida. La investigación relata que “el propio jefe de Falange le pediría que se quitara la camisa azul, paso previo a la detención”.
Caballero afirma que “la figura de Luis Rosales ha sido tratada injustamente en relación al asesinato de Lorca, ya que puso en peligro su vida por atender a un amigo, con el traslado a su domicilio, sin ninguna dilación”.
Los que se encontraban en el Gobierno Civil: Romero Funes, José Mingorance y los Jiménez Parga
En el Gobierno Civil de Granada, mucho de los funcionarios y militares “trataron de dar legalidad a la ilegalidad de la situación” que se estaba viviendo.
La orden de traslado de García Lorca a Víznar la realiza Julio Romero Funes, considerado por muchos, autor material del asesinato de Lorca. Funes enviaría hasta este paraje al poeta para ser fusilado. Seguramente, en aquellos instantes, Federico conocía las terribles circunstancias en las que se encontraba.
El otro policía que fue destinado al Gobierno Civil fue José Mingorance. Valdés lo consideraba “un hombre de extrema derecha” en sus informes. No se conoce con exactitud su participación en la detención del poeta, lo que sí alega Caballero es que “fue un testigo excepcional de la detención del poeta y quizás el que iniciara el informe que se remitió a la Dirección General de Política Interior años después relatando todo lo sucedido”.
Los Jiménez Parga integran el último grupo que se encontraban aquella noche en el Gobierno Civil. Los hermanos Manuel, José y Antonio Jiménez Parga participarían en la “camarilla del Gobierno Civil”, integrada por “individuos responsables de las detenciones y ejecuciones de las personas que llevaban a Víznar”. En octubre de 1936, Manuel Jiménez Parga fue nombrado delegado de las JONS en la provincia de Granada. Otro de sus hermanos, Antonio redactaría con Romero Funes, las “listas de detenidos” de aquellos días.
Sin saber a ciencia cierta los últimos movimientos, previos a su traslado, Federico llegaría a la zona de fusilamiento, el barranco de Víznar la noche del 16, casi ya de madrugada. En la conocida carretera de la muerte, a pocos kilómetros de la capital granadina, continuaría la planificación para el asesinato del poeta.
* El artículo fue publicado originalmente en el portal Publico.es en alianza con Las2Orillas