Los Feminicidios, son asesinatos de mujeres por el hecho de ser mujeres. En tanto violencia extrema, el feminicidio constituye la más brutal manifestación del patriarcalismo que subyace en los resortes fundantes de la sociedad. En un país de multitud de violencias, el asesinato de las mujeres hace parte de esas gravísimas violencias porque no se trata de un asesinato que se pueda reducir a las dinámicas socioeconómicas, ni que se restrinja tan solo a una clase social o algún sector poblacional, ni que obedezca de manera exclusiva a las violencias armadas, ni que su explicación se agote en la criminalidad. No, nada de eso. El feminicidio es la forma extrema de violencia porque en la saña con que se destruyen los cuerpos de las mujeres y en la muerte, se busca el objetivo de comunicarle a todas que son subordinadas, que tienen que obedecer, y que sus ejercicios como sujetos de derechos, de personas autónomas, se pagan con la muerte.
El país se conmovió en el 2015 con el asesinato de Rosa Elvira Celys en Bogotá. La indignación ciudadana se hizo sentir con fuerza al punto que desató una serie de acciones que llevaron a que se legislara de tal manera que el establecimiento legal colombiano tipificara el feminicidio como crimen autónomo. La retórica jurídica colombiana lo define como el asesinato de una mujer por su condición de mujer. Con ello, los engranajes legales y sociales avanzaron en el reconocimiento de la vida de las mujeres como un bien que se debe proteger y que para ello se requieren garantías para que la vida de las mujeres no dependa de la violencia ni del capricho masculinos.
Al respeto de la sacralidad de la vida y autonomía de la mujer, la antropóloga Rita Segato señala dos ideas. La primera, la supremacía masculina se expresa en el control sobre las mujeres. La segunda, la hermandad masculina que se expresa en “a mí no me la hace”, cuando el estatus de masculinidad se ve amenazado, se defiende con toda la violencia, incluso llegando al asesinato. Dice ella que en un sistema en el cual poder y masculinidad son sinónimos e impregnan el ambiente social de misoginia; el odio y desprecio por el cuerpo femenino y por los atributos asociados a la feminidad marcan las dinámicas de las relaciones entres los dos géneros. Siguiendo a Segato cuando reflexiona en torno a la violencia contra la mujer en Ciudad Juárez, se diría que, además de ratificar soberanías, que lo masculino se ha atribuido sobre lo femenino, la autonomía de la muerte violenta, ese ordenamiento que busca reestablecerse apelando al crimen. Lo particular, hay que repetirlo, estriba en que el móvil del feminicidio es precisamente la supresión de una autonomía agenciada por una mujer, en su espacio corporal, en su espacio vital.
A lo largo de los años se han consolidado los estudios que muestran que, en la mayoría de los casos, los feminicidios se perpetran de manera preferencia en el ámbito doméstico. Las mujeres tienden a ser asesinadas por sus parejas intimas, en segundo lugar, por sus familiares y otros conocidos. De ahí la importancia de que se adelanten de manera eficaz las investigaciones penales sobre las muertes violentas de las mujeres por razones de género.
Las violencias contra las mujeres han ganado dramaticidad durante las restricciones impuestas por la cuarentena. La reducción del ejercicio de la vida en ámbitos públicos contribuye a que lo privado, tienda un manto de silencio al drama de que una persona comparta con su agresor un espacio reducido 24 horas al día. La declaración de cuarentenas generales, enfatiza el distanciamiento físico como un mecanismo de prevención del contagio por el coronavirus, al contrario de lo que se pudo haber esperado no redujo los indices de violencia de género ni, por supuesto, los casos de feminicidio. Así lo revela el último informe del asesinato de mujeres durante los meses de enero a mayo de 2020 del Observatorio de Feminicidios en Colombia, que informa que 188 mujeres han sido asesinadas
La violencia feminicida es un asunto de la sociedad en su conjunto y en particular es urgente entender las formas en que ha sido legitimada a lo largo de la historia.