Me suena, no me suena... Sí, María del Rosario Guerra de la Espriella, política y economista de la Universidad del Rosario, con maestrías en administración pública de Harvard y economía agrícola de la Universidad de Cornell. Es una más del clan hegemónico de los Guerra Tulena en el departamento de Sucre y una de las fuertes ventrílocuas del expresidente Uribe, esa que dice "yo voto por el que diga Uribe”.
Su familia tiene una larga tradición política en Sucre. Su padre, José Guerra Tulena, fue senador, representante a la Cámara, gobernador de Sucre y concejal de Sincelejo. Su tío, Julio César Guerra Tulena, fue gobernador de Sucre, por cierto estuvo cuestionado por parapolítica y corrupción en la poca vida administrativa del departamento. Por otro lado, su hermano José Guerra de la Espriella, más conocido como Joselito, fue senador y estuvo condenado a noventa meses de prisión por los delitos de enriquecimiento ilícito, estafa y falsedad agravada, la pena más alta impuesta a un político vinculado al proceso 8.000. Se ufana de ser muy cercano a Álvaro Uribe y soterradamente le mueve los hilos políticos.
Adicionalmente está su hermano carnal, Antonio Guerra de la Espriella, quien es senador por Cambio Radical desde 2010 y ha sido cuestionado por supuestos nexos con el paramilitarismo. Igualmente, tiene en su lastre familiar a su primo Miguel Alfonso 'Miguelito' de la Espriella, hijo del recordado exgobernador de Córdoba Alfonso Hernando de la Espriella Espinosa, y carga a sus espaldas una condena a cuarenta y tres meses y quince días de prisión por concierto para delinquir por haber firmado el “famoso” Pacto de Ralito con los paramilitares.
Por el trabajo y amistad del “Junior”, Joselito Guerra, con el Centro Democrático, María del Rosario pasó a convertirse en una de las personas más poderosas en ese movimiento, y como por arte de magia, sin un solo voto, fue elegida para ocupar el segundo renglón de la lista al Senado, detrás del expresidente Uribe. Por tal razón, y por la operación “avispa”, llegaron tres Guerras al Congreso, con su hermano Antonio y su primo Julio Miguel, hijo de Julio César Guerra Tulena y elegido por Opción Ciudadana.
Lo que nos preocupa a los colombianos, ahora que la Dra. María del Rosario Guerra de la Espriella aspira a ser ungida como candidata del Centro Democrático y tener la pretensión de llegar al primer cargo de la noción, es su pésimo comportamiento ideológico. Muy a pesar de ser una persona de altas calidades intelectuales por su historia laboral en el sector público y la academia no tiene en su plataforma y estructura política-técnica e ideológica temas de su resorte y de interés para la ciudadanía. De hecho, solo se limita a desdoblar como buen ventrílocuo estribillos cansones y de mal gusto de su jefe, que solo desea el poder para consolidad su falta de él, conjugado a su latente e imperiosa necesidad hegemónica de una retórica de ultraderecha que tiene dividido al país. Solo para recordar, ella fue directiva activa del Plan nacional de Rehabilitación, directora general del Fondo Financiero de Proyectos de Desarrollo (Fonade), decana de la Facultad de Economía de la Universidad del Rosario y vicerrectora, directora de Colciencias, coordinadora programática en temas económicos y productivos en la campaña de reelección de Uribe, ministra de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones.
A “Charo”, como le dicen de cariño, le aclaramos que el próximo presidente de los colombianos no será el que hable mal de Santos ni de Uribe, mucho menos los que se acojan al estribillo de la “seguridad democrática”, esas son peleas de cocineras faranduleras. Lo que el pueblo requiere son soluciones a corto, mediano y largo plazo de sus problemas sociales-económicos, se requiere un (a) candidato (a) que tenga claro los elementos para el desarrollo del país, la estructura social para el trabajo, sus recursos renovables y no renovables, la formación de capital con sus dueños y los que producen las mercancías para que se siga generando más capital.
Pero no todo queda allí, María del Rosario debe saber cómo hacer que los colombianos vivan sin miedo, con seguridad pública y con inversiones tipo cultura, con un desarrollo sostenible, con buenos salarios, con impulso y costos mínimos a la educación pública profesional, técnica y tecnológica y facilidades laborales para los nuevos. Esto, además de la reducción de la edad para votar y laboral a los 16 años, control a la evasión fiscal y el contrabando, mano dura a los evasores en “paraísos fiscales”, políticas duras y eficaces contra la corrupción y los políticos y empleados públicos corruptos, el estudio profundo a la modificación del IVA y la ley 100, el redireccionamiento sin mermelada del presupuesto general de la nación de acuerdo a las verdaderas necesidades de las regiones, en fin.
Ya no más hablar mal de Santos, ni de las FARC, ni del ELN. Toca cambiar al país y decidir cómo combatir a los que quedan al margen de la ley, pero, por favor, exprese lo que usted piense, no lo que crea Uribe.