Hugo Chávez ya no existe, pero si su nefasto legado en Colombia. Un ejercicio de comparación entre Santos y el primero, podría concluir, que son más los aspectos que los une que los que los diferencia. Hagamos un breve análisis de ello.
De acuerdo a una publicación del periódico The Wall Street Journal de Miami el fin de semana pasado, Chávez es recordado por sus intransigentes posiciones políticas, aspecto en el que Santos lo emula. El presidente colombiano quiere ese mismo poder para cambiar unilateralmente la Constitución, e incluir los términos de un proceso de paz que ha estado negociando secretamente con la Farc desde La Habana.
Chávez en Venezuela destruyó la pluralidad política, erigiéndose como mesías del país. Ahora Santos, de forma parecida, pretende que el Congreso colombiano lo faculte para gobernar por decreto durante seis meses, poder enmendar la Constitución a su antojo y que le sirva a sus interese personales y egoístas. Y es posible que lo consiga.
Cuando Chávez cometía un error, siempre mentía tal cual lo hace Santos en Colombia, donde constantemente dice 'No' a lo que antes dijo 'Sí', o dice 'Sí' a lo que antes dijo 'No'. Por un lado aseguró que no habría diálogo con las Farc hasta que no dieran muestras de dejación de armas. Esto nunca lo hizo: las Farc y el acuerdo, al parecer, ya está concluido de espaldas a la inmensa mayoría de los colombianos.
Chávez siempre decía que “quienes no son mis amigos son mis enemigos”. Santos sataniza la postura que no está de acuerdo como se lleva a cabo el proceso de paz, diciendo que ser contrarios al proceso como él lo concibió es ser complaciente con la guerra, son propiciadores de la guerra. De allí la postura del procurador Ordóñez, quien le pide a Santos no dramatizar más el Proceso de Paz.
Chávez en Venezuela ideologizó la educación, transformó los símbolos patrios en función de exaltar un falso nacionalismo y patriotismo, que finalmente destruyó a Venezuela, usando de manera descarada, indiscriminada y sin control los ingentes recursos del Estado.
Caso similar sucede en la Colombia, donde a través de propaganda política, se disfrazan posgrados, diplomados, eslóganes etc. como instrumentos de promoción del mal llamado Proceso de Paz, adulado por un séquito de personajes que por interés --más que convicción-- avalan dicho Proceso falaz de paz, llegando al extremo de pretender politizar a las Fuerzas Armadas de Colombia, sugiriéndoles que silenciosamente se adhieran al “Si” en el futuro plebiscito.
Chávez chantajeaba a los vecinos y sus seguidores continúan haciéndolo, en el sentido de que se volvían los de la cuarta república si los supuestos beneficios logrados por el pueblo a través de la revolución se perderían.
Hoy Santos sorprende al pueblo de Colombia con el chantaje de que si no se logra el mal denominado proceso de paz --firmado de manera servil e incondicional frente a las Farc-- estas desatarán no una guerra rural sino urbana de consecuencias catastróficas para los colombianos. Esta equivocación de un supuesto líder no ha de lamentarse. Al contrario, son la oportunidad que la vida brinda al pueblo de Colombia para que se dé cuenta de la calidad humana de quien hasta el momento los ha gobernado, pues son el reflejo de la conciencia débil y pusilánime del señor Santos, quien de esta manera promociona la supuesta fortaleza de la guerrilla con la que hace ver al glorioso y honroso ejército de Colombia como vencido, y sin poder alguno frente a la amenaza que sobre Colombia se cierne de no estar de acuerdo con una paz mal negociada.