¿Quién le teme a las Farc desarmadas?

¿Quién le teme a las Farc desarmadas?

"Yo sí prefiero ver a las FARC echando carreta en una tarima que echando balas en un pueblo"

Por: maximo noriega rodriguez
noviembre 24, 2016
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¿Quién le teme a las Farc desarmadas?

Un movimiento guerrillero es, en esencia, un levantamiento de carácter político, así algunos piensen que en el camino se distorsionan los ideales y se olvida porqué se lucha. No obstante, luego que ese movimiento guerrillero negocia un acuerdo de paz, se demuestra que siempre sostuvo sus banderas políticas y que ello implica, obviamente, el deseo de participar políticamente y el derecho de elegir y ser elegido, que curiosamente tiene rango constitucional. Por eso, que luego de firmar un acuerdo de paz las FARC reclamen participación política no es una concesión sino una obviedad histórica. Pero no los dejan, no quieren ¿quién le teme a unas FARC desarmadas?.

Es sintomático que los movimientos radicales opuestos a las FARC acudan a evitar a toda costa la participación política del movimiento en armas, pues si no los pudieron vencer con las balas no lo podrán hacer con las ideas de las que carecen. Aquellos, los temerosos de las FARC sin armas, solo acuden a las mentiras, las manipulaciones y la ignorancia, así como en el pasado no tan lejano -¿presente?- acudieron al despojo, el homicidio y las desapariciones. Quienes se oponen a que las FARC tengan elegibilidad y participación política, no solo se sienten inferiores en las urnas sino incapaces de resistirse al deseo de aniquilación que a duras penas intentan mantener refrenado en su fuero particular. No los quieren ver en las urnas quizás porque planean verlos en los cementerios, con aquello de “las nuevas violencias” que ya anunciaron.

No se trata de que Timochenko sea presidente, sino que se saben incapaces de argumentar y conquistar votos que no sea acudiendo a los temores primarios de electores primarios. Venden miedo para ganar algunos votos, y sin el “coco” con el cual asustar, ya no son nadie. Y mintieron, dijeron que el acuerdo de paz permitía que autores de crímenes de lesa humanidad fueran elegidos. En la página 134 del acuerdo final suscrito con las FARC, está claramente expresado que no habrá indulto para los crímenes de lesa humanidad; en el punto 25 del capítulo “Principios Básicos del Componente de Justicia del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición”, se deja en claro nuevamente que no son amnistiables los delitos de lesa humanidad. Pero aquellos repitieron mil veces la mentira, como les enseñó Goebbels.

Yo sí prefiero ver a las FARC echando carreta en una tarima que echando balas en un pueblo. Pero todo remedo de héroe necesita de su némesis, razón por la cual habiendo desaparecido las FARC como movimiento guerrillero, el de aquellos es un discurso aún más absurdo, porque su discurso de miedo y odio ya no tiene quién lo alimente. No hay Mesías sin el diablo, razón suficiente para que aquellos intenten perpetuar al diablo en beneficio propio, incluso teniendo a los Doce Apóstoles a su servicio. Se sienten incapaces de conquistar en las urnas lo que criminalmente ganaron con falsos positivos.

Otro grupo que no quiere a las FARC sin armas es del zoológico político de nuestras regiones. Los “gatos”, “canguros” y “ratones” solo por citar algunos, ven que con las FARC sin armas y haciendo política peligran sus curules, a las que acceden bien sea coaccionando o corrompiendo al elector. No quieren competencia limpia, máxime cuando para ellos una curul es un ejercicio de compra y venta, de tal forma que con las FARC haciendo proselitismo a ellos se les encarece el voto; en otras palabras, la presencia de las FARC como grupo político les modifica un mercado que ya tienen estudiado y dominado.

Pero que las FARC cambien la lucha armada por la lucha política es urgente. Por eso, porque a pesar de todo creo en la democracia, yo sí defiendo el derecho de las FARC a ir a las urnas, a mutar de organización armada a partido político, a tratar de convencer a los ciudadanos de que les den la confianza de un voto. Lo contrario, es apegarnos a perpetuar la espiral de violencia con dogmatismos cavernarios; es querer que sigamos temiendo al diablo para que ellos sigan siendo Mesías y apóstoles en un terreno de oscuridad. Es hora de dar paso a la iluminación.

 

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