Debo confesar no albergo temor alguno —en una eventual firma de la paz— a que en Colombia se imponga el castrochavismo o el Socialismo del siglo XXI, el régimen económico y social que hoy en día impera en Venezuela. No le tengo temor alguno porque el castrochavismo es un sistema que, con base en sus propias torpezas y desaciertos, se autoasfixia. Este año la economía venezolana se va a contraer en un 10 %. La Venezuela de Maduro es un barco que irremediablemente se desploma.
¿Y en qué consiste la autoasfixia del castrochavismo? En que cada vez que Maduro y su equipo imponen nuevas y drásticas medidas económicas y políticas para atornillarse en el poder, lo que terminan haciendo es apretar el nudo de la soga con la que se están asfixiando. En Venezuela la mayor fuente de corrupción ha sido el diabólico control de cambios que Maduro no ha podido, o no ha querido desmontar. Con diferencias entre el cambio oficial y el cambio negro que superan las doscientas veces, el control cambiario ha servido para enriquecer a los adeptos al régimen, sinvergüenzas a quienes les permiten comprar dólares al cambio oficial y revenderlos en el mercado libre. A las empresas de bienes y servicios no les entregan las divisas para pagar las materias primas que necesitan para sobrevivir. En algunos casos, como casi a la totalidad de las empresas aéreas, les pagan en bolívares los servicios que a su vez estas tienen que pagar en dólares. Incontables empresas, al no poder seguir acumulando pérdidas, han preferido cerrar, asumiendo el Estado el control de dichas empresas. Al pasar a ser entidades públicas, la corrupción, desidia y abandono que suele acompañar la gestión de lo estatal se agrega el que son los mismos empleados y operarios de estas firmas nacionalizadas y expropiadas los que alimentan el mercado negro. Los empleados sustraen los productos, que venden por debajo de la mesa, para complementar salarios de miseria que se esfuman con una inflación que supera el 700 % anual.
En Venezuela la mayor fuente de corrupción
ha sido el diabólico control de cambios
que Maduro no ha podido, o no ha querido desmontar
Pero si la anterior situación no fuera angustiosa, ahora a Maduro le ha dado por entregar el manejo de los suministros, los puertos y el abastecimiento de los alimentos al Ejército. Y si bien en dicha fuerza hay elementos probos, una buena parte del estamento militar ha estado involucrado en actividades ilícitas, como es el narcotráfico y el contrabando de gasolina con Colombia. Maduro, como bien lo señala Armando Montenegro en reciente artículo en El Espectador, “sostiene que la escasez no se origina en falta de producción sino en una conspiración de fuerzas oscuras para hacer desaparecer las mercancías (que, en su opinión, sí existen) que se acaparan o se esconden para debilitar al régimen bolivariano. Como, de acuerdo con ese esquema, no se trata de aumentar la oferta sino de perseguir a los conspiradores, ahora con tanques y fusiles, en las próximas semanas, seguramente, se producirán más nacionalizaciones, atropellos y abusos contra los productores y distribuidores que subsisten en Venezuela. La escasez y el hambre, de esta forma, solo pueden aumentar.”
La China durante muchos lustros financió al castrochavismo, pero que esté dispuesta —o en capacidad— de seguir haciéndolo, es algo que se puede poner en tela de juicio. Sin apoyos del extranjero, el fin del insensato experimento en Venezuela se acerca, y no hay razón para temer que el castrochavismo se exporte a Colombia.
