Hace varios años alguien me recomendó un libro que según él era digno de leer. Me acuerdo bien de esta conversación porque en varias ocasiones cuando me encontraba a esta persona lo primero que hacía era preguntarme si ya había leído el libro. Pensé que era de esa literatura de la "nueva era", en donde el positivismo exagerado, el éxito personal, el camino al triunfo, la superación como individuo y una que otra mezcla con espiritualismo son la meta a seguir.
Es de entender que este tipo de libros cautivan a una enorme cantidad de lectores con frases como "tú puedes", "esfuérzate y lograrás triunfar", "procura estar en paz con tu ser interior", "mañana será otro día", "el éxito está dentro de ti solo pon empeño", "concentra tus energías en tus propósitos", "no olvides que las cosas se dan si las deseas" etc. Debemos reconocer sirven para motivar y dar ánimos (algo importante si se quiere), pero en el mundo real por lo general quedan en solo palabrería, palabrería motivadora. Pero este libro que me recomendaron no era ese caso, realmente era una extraordinaria obra...
¿Pero a qué libro me refiero entonces?
Ese libro es El hombre mediocre del autor Ítalo Argentino José Ingenieros (Giuseppe Ingegnieri), gran personaje nacido en Palermo, Italia, en 1877. Ingenieros fue un médico, psicólogo, sociólogo, psiquiatra, escritor, docente, entre otras profesiones y especialidades, un amante de la ciencia y no muy religioso (como lo podrán apreciar cuando lean el libro). Todo un personaje olvidado en Latinoamérica que nos dejó un enorme legado. Sus estudios y trabajos los realizó en escasos años, ya que desafortunadamente falleció en Buenos Aires Argentina en el año de 1925 a la edad de 48 años.
Ingenieros en su libro nos hace reflexionar de manera abierta, sin ocultar cosas y con un vocabulario muy acorde para su época (1913) sobre temas como la personalidad, la envidia, el carácter, la dignidad, la virtud, la integridad, la maledicencia, la educación, la mediocridad intelectual, la cobardía, el chisme, la honestidad, la moralidad, pero sobre todo "los ideales".
Ingenieros basa su obra en el "ideal" y cómo lograrlo siendo un hombre integro, de carácter, sincero, leal, virtuoso y no cobarde hacia las diversas situaciones que se presentan en la vida, ser firme en las posiciones cuando se basan en la razón y en la manera de actuar así tengamos a todo el mundo en contra.
No es de esa literatura moderna de enriquecimiento o crecimiento personal y no se enfoca en positivismo, energías, amabilidad desbordada, oración, espiritualidad o poner la otra mejilla entre otros y con otros temas por el estilo y que tanto inundan las estanterías de las librerías en el mundo entero o en las tiendas online.
Es importante señalar que para José Ingenieros el éxito o el triunfo en la vida no está basado en el poder o la riqueza, esto último me llamó aún más la atención. Con esto no pretendo desconocer el mundo actual, pero sí reflexionar sobre ese sistema en donde desde niños se nos enseña a depredar, rivalizar, competir, ganar y ganar, todo enfocado a conseguir dinero a montón y en muchos casos de la manera más inconsciente y arbitraria, así seas como persona un "de mala calaña" y en donde lo principal es lograr el objetivo a como de lugar.
Desafortunadamente, no lo leí cuando me lo recomendaron, hace casi una década, probablemente enfocaría de otra manera diversas situaciones vividas en el pasado intentando mejorar, "aunque nunca es tarde para empezar" (carambas ya parezco otro seguidor de esa literatura de enriquecimiento/crecimiento personal y auto ayuda). Lo leí en los últimos meses cuando por casualidad a finales de 2016 lo encontré dando un septimazo en Bogotá. Un vendedor de libros de segunda lo tenía en su muestrario en una feria que había en el lugar. Lo adquirí por tan solo dos mil pesos, ¡sí! dos mil pesos... y puedo asegurar que fueron los dos mil pesos mejor invertidos en toda mi vida! (unos 70 centavos de dolar).
En lo personal considero que debería ser una lectura de primera mano (por no decir obligatoria) en todas las universidades como parte de su programa académico de pregrado. Estoy seguro que es mejor evolucionar a una sociedad con carácter, leal, virtuosa firme en sus ideales esto como base del progreso social. Estamos llenos de corruptos, desleales, hipócritas, falsos y mediocridad por todo lado y a todo nivel, debemos empezar a cambiar el pensamiento, no como modo de adoctrinamiento sino como forma para ser mejores seres humanos y una sociedad menos manipulada, con poder en la decisión y mas educada y consciente de sus verdaderas problemáticas sociales.
Aquí les dejo un capitulo de este libro...
He querido substraer y compartir del libro todo el numeral 4 del primer capitulo denominado también El hombre mediocre para que se hagan una idea del libro y su grandioso contenido no sin antes aclarar que es una obra de "dominio publico" y no entra en conflictos con derechos de autor (después de la nota final). Con esto pretendo motivar a las personas a leerlo y no olvidar su autor y su obra. El hombre mediocre es de esos libros que ya casi no se mencionan pero tiene un grandioso y muy rico contenido, reflexivo e inspirador si se quiere. Es importante aclarar que el libro no está enfocado hacia el sexo masculino, así el nombre lo de a entender, es para la población en general.
Nota: El libro El hombre mediocre de José Ingenieros y tema principal de esta entrada es una obra de "dominio publico" y los derechos han caducado para casi toda Latinoamérica y España debido a que su autor falleció hace mas de 80 años (no en México donde por ley se necesitan 100 años). En internet hay varias paginas donde se puede leer en linea o descargar en versiones que no pertenecen a editoriales.
Capitulo 1. El hombre mediocre
Numeral 4. Concepto social de la mediocridad.
"Ningún hombre es excepcional en todas sus aptitudes; pero no podría afirmarse que son mediocres, a carta cabal, los que no descuellan en ninguna. Desfilanante nosotros como simples ejemplares de historia natural, con tanto derecho como los genios y los imbéciles. Existen: hay que estudiarlos. El moralista dirá, después, si la mediocridad es buena o mala; al psicólogo, por ahora, le es indiferente; observa los caracteres en el medio social en que viven, los describe, los compara y los clasifica de igual manera que otras naturalistas observan fósiles en un lecho de río o mariposas en la corola de una flor.
No obstante las infinitas diferencias individuales, existen grupos de hombres que pueden englobarse dentro de tipos comunes; tales clasificaciones, simplemente aproximativas, constituyen la ciencia de los caracteres humanos, la Etología, que reconoce en Teofrasto su legítimo progenitor. Los antiguos fundábanla sobre los temperamentos; los modernos buscan sus bases en la preponderancia de ciertas funciones psicológicas. Esas clasificaciones, admisibles desde algún punto de vista especial, son insuficientes para el nuestro. Si observamos cualquier sociedad humana, el valor de sus componentes resulta siempre relativo al conjunto: el hombre es un valor social.
Cada individuo es el producto de dos factores: la herencia y la educación. La primera tiende a proveerle de los órganos y las funciones mentales que le transmiten las generaciones precedentes; la segunda es el resultado de las múltiples influencias del medio social en que el individuo está obligado a vivir. Esta acción educativa es, por consiguiente, una adaptación de las tendencias hereditarias a la mentalidad colectiva: una continua aclimatación del individuo en la sociedad. El niño desarróllase como un animal de la especie humana, hasta que empieza a distinguir las cosas inertes de los seres vivos y a reconocer entre éstos a sus semejantes. Los comienzos de su educación son, entonces, dirigidos por las personas que le rodean, tornándose cada vez más decisiva la influencia del medio; desde que esta predomina, evoluciona como un miembro de su sociedad y sus hábitos se organizan mediante la imitación. Más tarde, las variaciones adquiridas en el curso de su experiencia individual pueden hacer que el hombre se caracterice como una persona diferenciada dentro de la sociedad en que vive.
La imitación desempeña un papel amplísimo, casi exclusivo, en la formación de la personalidad social; la invención produce, en cambio, las variaciones individuales. Aquélla es conservadora y actúa creando hábitos; ésta es evolutiva y se desarrolla mediante la imaginación. La diversa adaptación de cada individuo a su medio depende del equilibrio entre lo que imita y lo que inventa. Todos no pueden inventar o imitar de la misma manera, pues esas aptitudes se ejercitan sobre la base de cierta capacidad congénita, inicialmente desigual, recibida mediante la herencia psicológica.
El predominio de la variación determina la originalidad. Variar es ser alguien, diferenciarse es tener un carácter propio, un penacho, grande o pequeño: emblema, al fin, de que no se vive como simple reflejo de los demás. La función capital del hombre mediocre es la paciencia imitativa; la del hombre superior es la imaginación creadora. El mediocre aspira a. confundirse en los que le rodean; el original tiende a diferenciarse de ellos. Mientras el uno se concreta a pensar con la cabeza de la sociedad, el otro aspira a pensar con la propia. En ello estriba la desconfianza que suele rodear a los caracteres originales: nada parece tan peligroso como un hombre que aspira a pensar con su cabeza.
Podemos recapitular. Considerando a cada individuo con relación a su medio, tres elementos concurren a formar su personalidad: la herencia biológica, la imitación social y la variación individual.
Todos, al nacer, reciben como herencia de la especie los elementos para adquirir una personalidad específica.
El hombre inferior es un animal humano; en su mentalidad enseñoréanse las tendencias instintivas condensadas por la herencia y que constituyen el "alma de la especie". Su ineptitud para la imitación le impide adaptarse al medio social en que vive; su personalidad no se desarrolla hasta el nivel corriente, viviendo por debajo de la moral o de la cultura dominantes, y en muchos casos fuera de la legalidad. Esa insuficiente adaptación determina su incapacidad para pensar como los demás y compartir las rutinas comunes. Los más, mediante la educación imitativa, copian de las personas que los rodean una personalidad social perfectamente adaptada.
El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. Así como el inferior hereda el "alma de la especie", el mediocre adquiere el "alma de la sociedad". Su característica es imitar a cuantos le rodean: pensar con cabeza ajena y ser incapaz de formarse ideales propios. Una minoría, además de imitar la mentalidad social, adquiere variaciones propias, una personalidad individual, netamente diferenciada.
El hombre superior es un accidente provechoso para la evolución humana. Es original e imaginativo, desadaptándose del medio social en la medida de su propia variación. Ésta se sobrepone a atributos hereditarios del "alma de la especie" y a las adquisiciones imitativas del "alma de la sociedad", constituyendo las aristas singulares del "alma individual", que le distinguen dentro de la sociedad. Es precursor de nuevas formas de perfección, piensa mejor que el medio en que vive y puede sobreponer ideales suyos a las rutinas de los demás."
(Los términos "el alma de la especie", "alma individual", "el alma de la sociedad" han sido previamente explicados por el autor en un capitulo anterior, si leen el libro comprenderán aun mas el contexto de este numeral 4 del primer capítulo).
