En una casa humilde de Bosa, en el sur de Bogotá, Juan Bautista hace renacer todos los días a Jesús de Nazaret. Es solo coincidencia que comparta nombre con el bautista primo lejano del mismísimo hijo de Dios que lo bautizó en el río Jordán, exactamente hace 1.990 años. El Bautista de Bosa es un exmensajero que en 2009 salió pensionado de la liquidada Adpostal. Hace casi diez años se dedica a elaborar a mano imágenes religiosas de yeso que son vendidas en las afueras de la iglesia del 20 de Julio en Bogotá y en los alrededores de la iglesia de Bojacá, uno de los municipios más famosos del país por su religiosidad.
Juan de Jesús Bautista, hijo de un par de buenos católicos, heredó de sus hermanos el oficio al que se dedica hoy junto con su familia. En la casa de dos pisos marcada con el número 73-24 sur, la cual tras 40 años de construida sigue entapetada en solo cemento, se hacen los cristos, los divinos niños, las vírgenes milagrosas del Carmen, Guadalupe y Bojacá que terminan siendo adoradas en tantísimos hogares de Colombia y el mundo.
La pequeña microempresa de Juan de Jesús Bautista no tiene nombre. Tampoco la tiene registrada en Cámara de Comercio o ante la Dian. Dice que pagaría más en impuestos que las ganancias recogidas mes a mes. Contándolo a él, son cinco trabajadores, todos familia. Trabajan ocho horas al día y aunque no ganan tanto dinero, tienen un sueldo asegurado. El único que no cobra es Juan de Jesús Bautista. Su pequeña pensión de exmensajero le alcanza para sus gastos.
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En el segundo piso de la casa, Luz Cenaida Rojas, a quien Bautista conoció de niño en La Vega, de donde son oriundos y con quien se casó hace ya 40 años, es quien pinta con aerógrafo los tonos fuertes de cada figurita: le pinta la melena y el tono piel al cristo semidesnudo que va a terminar pegado con silicona a una cruz de madera. Pinta también las vestimentas de las vírgenes. Adriana, la hija mayor —de cuatro hijos que nacieron en el hogar— y Yeraldin, una sobrina de ojos claros, son quienes pintan con finos pinceles los diminutos detalles. Ellas hacen a buena velocidad, pero sin afán, ojos, coronas, cinturones, bocas. Al día decoran unas ochenta imágenes religiosas.
El hijo menor, que heredó el nombre de su padre, al fondo del primer piso, en un espacio que está forrado en el polvo blanco del yeso que se ha ido escapando durante años, es quien se encarga hoy de hacer las figuras en yeso, oficio que llaman moldear. Pasados 20 minutos sin uso de hornos o calor artificial desmolda las figuritas de la horma hecha de látex y las acomoda en fila sobre una gran mesa de madera para que luego se vayan al área de secado: el tejado de latas que está encima del segundo piso. El sol y la intemperie son los que ponen a buen término el yeso de las figuritas religiosas. En esta pequeña microempresa todo se hace a mano y al natural.
Juan de Jesús Bautista, un hombre bajito, bonachón y de buen humor de 57 años, no se queda quieto durante toda la jornada. Antes solo moldeaba. Desde que su hijo está en ese oficio, como lo ha estado el otro varón que hoy trabaja por fuera, se la pasa por toda la casa haciendo un poco de todo. Es también quien atiende a los clientes y quien se va en su carro a entregar los pedidos y a cobrar hasta Bojacá o simplemente a la iglesia del barrio 20 de julio, a donde a cada misa van unas mil personas.
Toda la casa de Juan de Jesús Bautista está llena de mesas grandes donde van descansando las figuritas mientras avanzan en el proceso. Lo que más le piden sus clientes son cristos crucificados y cuadritos de yeso que enmarcan tantísimas postales de los santos más reconocidos y de las distintas formas y personalidades de Jesús: Divino niño, Sagrado corazón, Milagroso de Buga y otros más. A la semana se venden entre 300 y 500 figuritas. Hay de distintos precios, pero el promedio de sus costos está en cinco mil pesos. Sus temporadas buenas, en las que puede triplicar las cifras, son Semana Santa; julio, el mes de la virgen del Carmen y, por supuesto, diciembre. Para suplir estos buenos pedidos trabajan desde muchos meses antes, así que todo el año están crucificando a cristo.
El negocio lo empezó hace 35 años su hermana María Cenaida Bautista, luego se lo dejó a su otra hermana Judith y en 2011, dos años después de pensionarse, lo agarró Juan de Jesús. En los inicios del negocio y durante un par de buenos años eran de los que más surtían a los vendedores que se apostaban a un costado de la Iglesia del 20 de Julio, una de las más reconocidas iglesias de Bogotá y de Colombia donde veneran al niño Jesús vestido de batola rosada. Hoy Juan de Jesús no es de los únicos que producen estas figuritas para el gran mercado de creyentes, pero sí es de los últimos que hacen todo el proceso a mano.
Con el paso de los años la competencia y la industrialización ha debilitado los números de sus pedidos. Hoy quienes más surten a los vendedores de la icónica iglesia bogotana son fabricantes cucuteños. Dejan la mercancía más barata de lo que podría venderla Juan de Jesús Bautista. Los cucuteños producen a gran escala. Usando máquinas y hornos pueden quintuplicar la producción de Juan de Jesús Bautista en el mismo tiempo de trabajo.
Aunque los números ya no son tan buenos como antes, Juan de Jesús aún cuenta con clientes que le siguen pidiendo sus figuritas, vendedores que también están en el negocio de íconos religiosos desde hace 40 años y que siguen apostándole a los productos hechos a la forma antigua. Juan de Jesús dice que su trabajo es de fe. Mientras la fe en los católicos esté presente Juan Bautista y su familia tendrán la oportunidad de ganarse unos pesos multiplicando cristos y marías que le hacen milagros a millones de fieles.