La disputa electoral en EE. UU. se ha puesto realmente candente. Biden anuncia que si el “payaso” de Trump sigue gobernando, se agudizarán todas las contradicciones y llegará el caos, Trump señala que el “dormilón” Joe es un incapaz que llevará al país al comunismo, sepultando el sueño americano.
El poder en la primera potencia del mundo lo han manejado desde hace décadas las empresas que conforman el llamado complejo militar industrial, entramado gigantesco de todos aquellos que se lucran de la producción y venta de armas de todos los tipos y que son un alimento indispensable para sostener la economía y la preponderancia de EE. UU. en el mundo. También las grandes empresas tecnológicas, petroleras, automotrices, farmacéuticas y financieras entre otras, que no solamente destinan millones de dólares para elegir e influir en el Congreso, controlan los principales medios de comunicación y, a través de la puerta giratoria entre el gobierno y la empresa privada ocupan puestos claves en todos los niveles de la administración e influyen en sus decisiones cotidianas.
Con el funcionamiento de estos circuitos se conforma el aparato estatal en el cual tienen además gran poder el Pentágono con sus 23.000 empleados, el FBI con sus 35.000 y 15 agencias más que manejan un presupuesto de 70.000 millones.
Los lineamientos básicos de política que guían el comportamiento de EE. UU. en el mundo son definidos en la Estrategia de Seguridad Nacional la cual cada presidente formula y los documentos presentados por las últimas administraciones y aunque entre un gobierno y otro se reflejan diferencias de énfasis en temas como el cambio climático, la lucha contra el terrorismo, las migraciones o el narcotráfico, La estrategia de Trump formulada en 2017 interpreta un acuerdo bipartidista en sus aspectos claves: (1) proteger el territorio y la forma de vida de los estadounidenses; (2) favorecer la prosperidad del país; (3) preservar la paz mediante la fuerza; y (4) promover la influencia de EEUU en el mundo. Además de señalar a Rusia y China como enemigos centrales y los tacha de revisionistas en el sentido de intentar cuestionar la misión histórica que Estados Unidos está destinado a jugar en el mundo. Curiosamente en la elaboración de esta estrategia jugaron un papel clave James Mattis, general de cuatro estrellas, exsecretario de Defensa, quien se opuso al despliegue militar ante las manifestaciones de protesta en varias ciudades y acuso a Trump de ser el primer presidente que quiere dividir al país y no unirlo y H. R. McMaster Consejero de Seguridad Nacional de Trump por todo el 2018, quien en días pasados señaló que Trump está 'ayudando e incitando' los esfuerzos de interferencia electoral de Putin.
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La Estrategia de Seguridad Nacional es cuidadosamente concertada y marca el rumbo de lo que le conviene a los grandes poderes de EE. UU., es la partitura pero cada músico la interpreta a su modo
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Esta estrategia es cuidadosamente concertada y marca el rumbo de lo que le conviene a los grandes poderes de EE. UU., es la partitura pero cada músico la interpreta a su modo.
Pero en el debate actual hay otros ingredientes que le han puesto sal al asunto. Por un lado las grandes corporaciones desean preservar su hegemonía mundial, aprovecharse del mercado chino y asiático y definir un sistema de reglas en la economía mundial a través de las instituciones multilaterales como la OMC y que apoyan a Biden y por otro un grupo de millonarios cuyas empresas están concentradas en casinos, hoteles y bienes raíces que creen que, sin abandonar la búsqueda de una hegemonía global, la mejor forma de asegurarla es atrincherarse en EE. UU. e intentan aprovechar la descomposición social económica y moral para ganar las elecciones aprovechando toda clase de fundamentalismos conservadores para, ganando las elecciones, promover no solo la hegemonía geopolítica y económica sino una predominancia cultural conservadora.
Colin Powell exsecretario de Estado de Bush y 7 de los 15 miembros del gabinete de Bush apoyan a Biden junto con varias decenas de funcionarios de su administración, es apoyado por Grandes compañías de extracción de gas y petróleo como la Beardsley Energy de Texas y para señalar solo un ejemplo cuando Kamala Harris fue seleccionada para la vicepresidencia el Wall Street Journal sacó un titular positivo que decía “ Wall Street respira, exhala con alivio…” y la cereza en el pastel, en el debate vicepresidencial ella señalo que Biden no acabaría con el fracking
Según Forbes el 9 % de los multimillonarios de Estados Unidos, que en conjunto suman un valor de USD 210.000 millones apoyan a Trump y la misma revista aseguró en agosto que 131 estadounidenses con una fortuna personal mayor a los USD 1.000 millones habían donado fondos al candidato demócrata, frente a "apenas" 99 de ellos que se habían inclinado por Trump.
Aunque Trump anunció que traería a los soldados del extranjero de vuelta a casa, ha mantenido el despliegue en numerosos lugares, amenaza por doquier y aplica sanciones a sus enemigos.
Biden se mueve más hacia posiciones conservadoras en asuntos de política interna para consolidar su alianza con los demócratas de derecha y un sector republicano y Trump apela a quienes se han visto perjudicados por la crisis económica larvada hace años y a todos aquellos que están dispuestos a creer que los chinos, los negros y los inmigrantes son la causa de sus penurias. Las encuestas favorecen ligeramente a Biden, pero la base electoral de Trump es más entusiasta y fanática. Si gana Biden será una reedición de los gobiernos de Obama y los Clinton, con un fuerte ingrediente de Bush y si gana Trump, será el segundo capítulo de una difícil, confusa y errática búsqueda de recuperación de la hegemonía. Que Dios nos agarre confesados.