Quien fuera bizco para verte dos veces
Opinión

Quien fuera bizco para verte dos veces

Por:
octubre 07, 2013
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Que me maten mis amigas y amigos feministas, que odian y detestan los piropos —y mi propia porción feminista que hace lo mismo— pero tienen que admitir que ese piropo está muy chistoso.

Tienen que admitir, también, que bien podría decírselo una chica a un chico. Y que, muchos de los que me encontré en mi búsqueda no dejan de ser igual de ocurrentes (agradecimientos especiales a Google):

—  ¿Crees en el amor a primera vista o tengo que volver a pasar?

—  ¿Quién atracó la pastelería que hay tanto bizcocho suelto?

Los piropos son, de hecho, algunas de las cosas que más perturban, preocupan y halagan a las mujeres. Por un lado, hay pocas cosas más incómodas que ir caminando por la calle y que alguno de ellos salga con un “Uy, si me caigo, ya sé de donde agarrarme” o simplemente que chiflen. Digo incómodo pero lo cierto es que muchas veces es sinceramente aterrador. (¿Qué tal que pase de palabras a hechos y el que corre peligro de caerse en efecto cumpla con su palabra?)

Así sea aterrador, algo en nuestra cultura hace que sea mejor ser una niña a la que le echan piropos, al fin de cuentas se supone que esas joyas les caen a las que están buenas (aunque honestamente, prefiero estar bonita que buena). Entre pasarle de largo a un señor que suspira “uis, princesa” al pasarle por el frente y pasarle del lado a miles de hombres sin que ninguno suspire nada de nada, la mayoría de nosotras tendería a preferir el primer escenario.

Claro, ninguna de mis amigas —ni yo— admitiría en voz alta que de vez en cuando un piropo le hace bien (que casualidad, yo lo hago por escrito y lo publico). No admitiría que de vez en cuando esa mirada de ese señor por el que cruzamos de andén nos hace también de alguna contradictoria manera el día, “qué alivio, al menos estoy bonita”, pensamos mientras simultáneamente nos alejamos lo más que podemos de esa persona.

El caso extremo me lo contó un amigo feminista. Me contaba que en Nicaragua un número exagerado de mujeres es víctima de violación antes de los 20 años (pónganle 80% o más) y que, entre ellas mismas, esto se vuelve cuestión de estatus respecto de las afortunadas que no. En un análisis distorsionado y preocupado del asunto, las primeras se consideran/ son consideradas como lo suficientemente deseadas para que un hombre las violara alguna vez. Las otras no.

Esto revela una extraña realidad y es que, de alguna manera, nos complace el reconocimiento externo, de que somos mujeres, de que somos bonitas, de que alguien nos desea. Puede ser un problema de autoestima, de inseguridad de género, complejo de inferioridad, dependencia del sexo opuesto, yo qué se, tantas cosas.

Pero yo quisiera traerlo también a un plano más cercano y práctico. No creo que esa necesidad de reconocimiento sea  exclusiva de las mujeres ni por el hecho de ser mujeres. Creo que todos, hombres y mujeres, necesitamos un poquito de reconocimiento, y vale la pena no solo reconocer esa parte si no también darlo. No creo que la atención del caballero sea de manera alguna equiparable a la del machista.

Justamente esas atenciones (piropos, gestos, miradas) no pueden ser de cualquier manera. No puede ser de cualquier manera porque, no somos cualquier cosa, sino que tienen que ser un reconocimiento digno de lo que somos. En general, esto es algo de lo que debe convencerse cada quien pero, en principio, yo empezaría por decir que no pueden ser ofensivos (de frente o de manera subyacente) ni denigrantes y que, como mujer, no puede ser tampoco instrumentalizar mi cuerpo como si fuera quién sabe qué.

Sinceramente creo que hay miradas bonitas y hay miradas feas y que hay formas de decir “como estás de bonita” que son bonitas o que son horribles. Es una cuestión de tonos distintos (si, a lo mejor las miradas también tienen tonos) y son sensaciones garrafalmente distintas, entre sentirse objeto y sentirse princesa.

Así, hombres, decirle a una niña o mujer “Si fueras barco pirata te comerá el tesoro que llevas entre las piernas” es solo una falta de respeto. Así sea creativo y todo. No creo que crean que así cae una niña enamorada y, si no es para eso, ni para hacerla sentir bien, mejor omítanlo. Más bonito decir “Si yo fuera artista te mandaría un Picasso”, ¿no cree?

Claro, todo cambia si pasa en chiste. Si mi mejor amigo (o chico) me cuenta o dice en chiste que oyó decir “Si estás buscando el tocador de damas, no busques más: soy yo” yo bien podría responderle comentándole con la misma picardía, “Cuando veo tu hardware se excita mi software” o cualquiera de los ejemplos del principio de esta columna. Ahí no está en juego una relación de respeto, porque es tan absurdo que es claro que no va en serio. Es una cuestión de entonación, es un escenario distinto. Totalmente distinto.

 

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0

Bailar

Inteligencia artificial y el futuro de nuestro trabajo

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--