Al hablar de grandes pensadores en la historia universal, uno de los primeros nombres que recuerdo es Georg Wilhelm Friedrich Hegel.
Para quienes leen por primera vez su nombre, les diré: nació en el siglo XVIII, específicamente el 27 de agosto de 1770. La ciudad de Stuttgart (Alemania) fue la sociedad que lo recibió en el yecto existencial.
Ahora bien, para introducirnos a su teoría del conocimiento es necesario entender lo que llamo la metáfora del hombre consciente: el pensador argentino, José Ingenieros, describía en su obra El hombre mediocre a un tipo de sujeto que se perdía en la estructura social, dejando de pensar por sí mismo, siempre guiado por las masas, es decir, sujetos que no tienen voz, sino eco. En contraste, surge un tipo de sujeto con una vida auténtica, quién acepta su realidad, se detiene a pensar el todo y, a pensarse a sí mismo, rompiendo las barreras de la mediocridad: es un idealista. Ese es Hegel. Un hombre que pensó la totalidad, sintetizando, indiscutiblemente, por lo menos, dos mil años de filosofía.
Como el hombre es para sí, entonces podemos decir que el hombre es devenir constante, se realiza a diario, cada elección construye los cimientos de una forma de pensar o ver el mundo. En ese orden, la sociedad forma un papel indispensable en la formación del Ser humano. Hegel, no fue la excepción a esa norma de la fenomenología. Hijo de Maria Magdalena Louisa Fromm y Georg Ludwig, un funcionario de la hacienda pública. Su madre murió cuando tenía trece años. Tuvo una hermana, Christine Luise, y un hermano, Georg Ludwig. Su juventud la vivió en un entorno de rigidez académica, horas de lecturas fueron invertidas en cultivo de razón, a los dieciocho (18) años comenzó sus estudios de formación teológica en el seminario de la Iglesia Protestante “Tübinger Stift" en Wurtemberg, donde conoció al futuro filósofo Friedrich Schelling y el poeta Friedrich Hölderlin, uno de los más importantes de habla germana; Las obras de Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Kant, Rousseau, fueron su refugio, la Revolución Francesa foco de sus sueños, la cual acabó rechazando cuando el terror jacobino hizo de las suyas.
En medio de ese mundo forjó un nuevo ciclo en la estructura del pensamiento. Consciente que ser pastor no era lo suyo, trabajó para la aristocracia hasta que consiguió una cátedra de filosofía en la Universidad de Jena. En 1801 publicó su primer texto: sobre la diferencia entre los sistemas filosóficos de Fichte y Schelling. Seis (6) años más tarde saldría la obra que abrió campo a su armazón teórica: La fenomenología del espíritu. En 1807 nació su primer hijo de nombre Ludwig (Hegel) Fischer, con su amada Christiane Charlotte Johanna Burkhard con quién no vivió en familia.
En 1810 conoció al amor de su vida Marie von Tucher, quién permitiría que su hijo Ludwig conviviera con ellos (incluyendo sus hermanos). Fueron ejemplo de amor, respeto y lealtad.
Posteriormente, varios textos lograron sustentar las abstracciones de su experiencia sensible, como son: La dialéctica del amo y del esclavo, Ciencia de la lógica, Enciclopedia de las ciencias filosóficas, Elementos de la filosofía del derecho; no pretendo hacer específico cada pensamiento expresado en los textos, sino realizar un viaje por su generalidad y aportes, subjetivamente, considero, es lo más acabado en la teoría universal del conocimiento.
Para Hegel, la verdad del alma y la conciencia es el espíritu. Partiendo de ese hecho se desprende una escalera organizacional donde encontramos al espíritu subjetivo, espíritu objetivo y espíritu absoluto.
El espíritu subjetivo es lo más puro del sujeto, aparece en el interior, en esa lógica, podemos deducir que aún no es para sí, es netamente del sujeto. Su fuerza va dirigida a la conciencia de la libertad, hasta que llega a la autoconciencia; se determina así mismo. En la doctrina del espíritu encontramos varias líneas de profundidad conceptual: la antropología, la fenomenología y el espíritu libre.
La antropología estudia el alma en su síntesis superada entre el cuerpo y la conciencia. La fenomenología se centra en la conciencia, esa unidad irremediable impulsada por la libertad, el sujeto y el mundo. El espíritu libre es la voluntad impoluta que se elige a sí misma. La diferencia de esta libertad a la impuesta por la condena de la misma, es que pertenece al individuo, encerrada en él.
El espíritu libre, para que deje de ser interior, debe pasar de lo abstracto a lo fáctico, es decir, a nuestra realidad exterior, el mundo de las cosas que vemos. Si queremos transformar esta voluntad libre para ser verdaderamente libre, debe configurarse en el exterior. Así se comienza a trazar el espíritu objetivo. En la materialidad, al también incorporar ese exterior como propiedad, se afirma así misma y se apropia de las cosas. Por ejemplo, imaginemos una calle, es una simple calle, nada más, pero si a esa calle le agregamos personas, animales, propiedades públicas o privadas, el espíritu, se convierte a un entramado general. Los pueblos han contribuido a escribir la historia y dar forma al espíritu universal. Al fin y al cabo, la verdad es la totalidad del sistema.
El espíritu absoluto está en los hombres. Lo finito se representa en lo infinito y no lo contrario, sin oponerse. Lo primero depende del otro y se expresa en él. Lo absoluto es el pensamiento que se piensa a sí mismo, lo supremo. No es captable por el entendimiento.
El ser, es lo que es, pero este ser tiene vacíos, este vacío es la nada/no ser. El ser (tesis) con su negación, la nada (antítesis), concluye en el Devenir (síntesis), pero ese devenir es un Ser que nace con una negación (la nada/no ser) y así sucesivamente. El hombre para sí no separado de la estructura.
Dios es la representación imaginativa del absoluto, por eso Dios no es la suma de las perfecciones, sino la síntesis de las contradicciones mejor lograda. Dios se está haciendo.
Para comprender un poco más el pensamiento de Hegel, debemos detenernos en su análisis y descubrimiento esencial: la dialéctica. Un punto clave es observar que el pensamiento no es lineal, tal un trazo que se extiende a lo infinito, como si cada día supiéramos más y más, sino que, por el contrario, el pensamiento es una serie de negaciones, que se contradice, se desmiente, pues, lo que permite avanzar al pensamiento es su superación dialéctica. Esto quiere decir que toda afirmación requiere una negación. En el plano hegeliano: de toda tesis surge una antítesis logrando una síntesis. Esta figura opera en todo el tramo de la Ciencia de la lógica. El mundo es simple contradicción.
Al momento de tratar de explicar con claridad el sistema dialéctico, regularmente expreso la siguiente situación: El siglo XXI nació con la idea de un universo compuesto por diferentes planetas, entre ellos, el nuestro, la tierra. También que el centro de nuestro sistema es el sol. Es válido establecer este pensamiento como antítesis a los postulados de la Iglesia católica a eso del siglo XIV, donde se exponía la tesis que el planeta tierra era el centro del universo, la superación de estas contradicciones la vemos en la ciencia moderna. En ese juego: Tesis - antítesis = síntesis, logra explicar la naturaleza del sistema. Un engranaje perfectamente diseñado.
En la naturaleza de la dialéctica la síntesis es hija de una serie de contradicciones, pero esto no quiere decir que una sea falsa y otra verdadera, ambas pueden ser verdaderas, lo que sucede es que la realidad es dinámica, cambia, para muestra de ello daré un ejemplo, el cual aprendí del maestro Fernando Savater en su programa radial, es el siguiente: “imagina que es de día (4:00 p.m.) agarra un papel y escribe, 'hoy es de día, hace sol', lógicamente es cierto, aún es de día, pero deja pasar cinco horas, esa verdad se volvió falsa, es de noche y no hace sol”. Lo anterior demuestra que una verdad cambia. Así, con ese armazón avanza la historia humana, es notable ver en ella como los pueblos exponen su verdad, tratan de imponer su tesis, también como surge la antítesis de su verdad, se desvirtúa. De esa forma cada civilización humana aportó y aporta al espíritu.
Todas las categorías se relacionan, es una máquina diseñada para no detenerse. Este engranaje de pensamiento transmite una identidad propia al proporcionar que el espíritu absoluto tiene su representación ideal en el arte, la religión y la filosofía, expresados respectivamente en lo bello, Dios y la idea. Materialmente surge en el Estado, de ahí que el derecho formal esté encargado del cumplimiento de normas, la ética como el campo de la justicia y la moralidad situada en lo individual. Sólo el Estado puede garantizarlo. Para pensar correctamente debemos pensar el todo, como unidad y no de otra forma, creando un pensamiento correcto.
En el mundo del saber existe un antes y un después gracias a esta teoría del conocimiento. Su muerte repentina en 1831 cerró una mente brillante que influyó en la política hasta el punto que dos polos surgieron: izquierda hegeliana y derecha hegeliana. La izquierda sería el sendero de Marx y en la derecha quienes defendían a la par su filosofía del Estado. Este escrito es un intento de resumir una dimensión teórica compleja, un cascote inmenso que se expresa en diferentes aristas como la filosofía del arte, filosofía de la historia, filosofía del derecho, estética y demás. Su naturaleza la hace un instrumento necesario para los pueblos. Siempre es tiempo de leer a Hegel.