Los medios de comunicación le han dado un gran despliegue a la visita de Tomás Uribe al presidente Duque, y a ese hecho le atribuyen el comunicado que respalda la reforma tributaria que el gobierno presentará en los próximos días al Congreso de la República. Que a los uribistas les parezca perfecto este hecho vaya y venga, después de todo su capacidad de autocrítica es nula. Pero la verdad es que se siente como muy tímida la reacción de quienes no son parte del partido de gobierno y sí de la ciudadanía en general. Esta es una señal muy preocupante porque permite sugerir que nuestra capacidad de análisis de hechos de esta naturaleza, que no son realmente normales, los tomamos como tal.
Sí hay una explicación posible. Vivimos momentos muy críticos no solo por la crisis económica, por la difícil situación social de amplias mayorías, sino que como si faltara algo, la pandemia está en un momento muy complicado. Tenemos miedo todos, sin duda, porque ni siquiera la vacuna que aun pocos han logrado, no es un seguro total. El nuevo confinamiento, las pocas UCI que están disponibles en muchas ciudades, neutraliza sin duda las reacciones frente a hechos que creemos que no nos afectan directamente. Pero en eso nos estamos equivocando.
Por eso es absolutamente pertinente la pregunta de quién es Tomás Uribe. Y esta pregunta es válida porque resulta que es una persona cuyas opiniones sobre un tema tan crucial como los nuevos impuestos, sí nos toca a todos para bien o para mal. Pero cuáles son las credenciales para que Tomás Uribe tenga ese nivel de influencia en el gobierno. Dónde está su preparación, su conocimiento de cómo funciona el país; su manejo de las instituciones del Estado; su experiencia que se ha limitado a unos negocios exitosos en el sector privado. ¿Más aún, si sabe Tomás Uribe que lo público es lo público y lo privado es lo privado? O será que llega a ese nivel decisorio, la Presidencia de la República, para favorecer no al país sino al sector que conoce, ¿los negocios?
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¿De cuándo a acá una persona sin experiencia, que no ha tenido ninguna responsabilidad pública ni es gran asesor en temas tributarios, puede llegar a tener ese nivel de influencia?
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¿De cuándo a acá una persona con esa experiencia, o mejor dicho sin experiencia, que no ha tenido ninguna responsabilidad pública y que tampoco puede identificarse como un gran asesor en temas tributarios, puede llegar a tener ese nivel de influencia? Lo que queda es algo muy grave que ya conocemos los colombianos, nepotismo de la más clara especie. Porque la verdad es que el único mérito de Tomás Uribe para lograr ese nivel de interlocución con la máxima autoridad del país, es ser hijo del expresidente Uribe. Y lo más seguro, es que el expresidente lo usó para transmitir lo que él piensa, pero al mismo tiempo para develar su intención de que su hijo herede su poder político.
Ahora bien, en eso está en su derecho porque es larga la historia de castas políticas en Colombia, pero por lo menos hágalo, señor expresidente de la manera correcta, paso a paso. Prepare a Tomás, que se le mida a posiciones públicas para que el país sepa y pueda corroborar que si tiene el talante para ello. Pero esto que ha sucedido es realmente una ofensa para tanta gente capaz con vocación de servicio público, que está haciendo carrera, que sabe que tiene que prepararse para llegar a tener influencia en decisiones vitales para los 50 millones de colombianos.
Colombia es una democracia y no una monarquía y por el bien de este país, asegurémonos que el nepotismo no se adueñe aún más del ejercicio del poder. Y menos con gente sin los méritos necesarios. Que le quede claro a Tomás Uribe, ser hijo de su padre con poder político no es mérito suficiente. Un largo camino por recorrer le queda si de verdad quiere que se le reconozca como líder político. La verdad es que ni siquiera está en ceros sino en negativo.
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